Aquilino Tejedo (14/10/2008)
En círculos periodísticos internacionales se comenta con sorpresa que Ingrid Betancourt ha comenzado a limitar sus entrevistas en medios audiovisuales a aquellos dispuestos a ofrecer a una contraprestación económica.

La antigua rehén de las FARC -sobre la cual ya publicamos una noticia ilustrativa con fecha- acaba de inmiscuirse en el tema de ETA con ocasión de su intervención ante el Parlamento Europeo. Su sufrimiento personal como prisionera de las FARC le proporciona una fuerte emotividad al expresarse privada y públicamente; pero eso no anula la improcedencia de su testimonio en relación con el terrorismo en España, algo que despierta merecidas críticas.

Las raíces y las relaciones francesas de altos vuelos con que cuenta Ingrid han potenciado su imagen pública. Más allá de sus indudables méritos surgen, sin embargo, hechos poco edificantes como el otorgamiento, con manejos entre bastidores, del último Premio Príncipe de Asturias de la Concordia. La votación efectuada con normalidad decidió el premio para el obispo asturiano Enrique Figaredo, que lleva largo tiempo realizando una labor muy meritoria en Camboya; algunas comunicaciones posteriores a miembros del jurado, representaron otras tantas presiones que hicieron reconsiderar sus votos y, de esta manera, pasar el galardón a la colombiana.

Noticias de referencia:
* Ingrid Betancourt, ¿historia de amor o razón de Estado?
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