Guinea Ecuatorial
Abaha (6/2/2011)obiang-nguema1
La visita, más que probable, del presidente del Congreso de los Diputados del Reino de España, José Bono, que el diario  La Gaceta ha sacado a la luz, no remueve las entrañas de casi nadie. PSOE y CiU se apuntan como posesos a visitar al dictador Obiang Nguema en su feudo de  Malabo, y Gustavo de Arístegui trata de que su partido le de el sí para sumarse al evento. El mismo diario mantenía ayer que el PP «no irá con Bono a Guinea si Exteriores no justifica el viaje», que no es decir nada.

A nosotros nos importan un bledo las razones por las que Bono va -o le mandan- ir a Guinea Ecuatorial. Sin duda alguna, ese viaje no es para democratizar las instituciones guineanas ni para que haya un reparto más justo de sus riquezas. Ni mucho menos. Bono va a lo que van todos los políticos occidentales. Al negocio.

Es lamentable que el PP tenga que recurrir a ese subterfugio de que  «no irá con Bono a Guinea si Exteriores no justifica el viaje». Y si Trinidad Jiménez lo justifica, aunque sea con una mentira, ¿irán los populares?

El asunto, querido Mariano Rajoy, es que no deberíais ir, ni tu partido ni ningún diputado del Congreso. Tan solo, que sepamos, IU, a través de su portavoz en el Congreso de los Diputados, Gaspar Llamazares, ha sido crítico con este viaje.

A Rosa Díez, no se le ha escapado ni un lamento. ¡Que pena!

 BNG, IU y ERC ya han manifestado su negativa a viajar para agasajar y apoyar al dictador guineano. Puede que el PNV haga otro tanto, pero hasta ahora no han sacado billete.

 El proyectado viaje de Bono a Malabo ha sido una especie de prueba, un catalizador del estado de la oposición, por lo menos de la que nosotros conocemos.

 Unos cuantos escritos en Internet y poco más… Esto no es Túnez, ni Egipto, ni Marruecos. Aquí no saldrán los tanques a expulsar a nadie de las calles de Madrid, Barcelona o Zaragoza, por manifestarse ni portar pancartas ni repartir octavillas.

 Simón Bolívar dijo aquello de  «He arado en el mar y he sembrado en el viento»,  después de que la Gran Colombia se dividiera, dejando así de existir. Bolívar mencionó esa lapidaria frase tras ser abatido por sus propios compañeros que luchaban por la independencia.

 Hoy es un día triste. Hoy no vamos a hablar de los reclutas del ejército, ni de los obispos de Guinea Ecuatorial. Hoy vamos a meditar nuestra reacción ante la inacción.