San Martín no ha llegado para todos los cerdos que se lo merecen
Sin Acritud…
Marc Celino Breadnwine (13/11/2015)
Nunca me creí que los parlamentarios europeos, nacionales o autonómicos, me representaran. Nunca me creí que defendieran mis intereses. Nunca me creí que un partido político fuera capaz de identificarse con los que yo creía o simplemente me convenía. Ser del babyboom de los sesenta tiene más inconvenientes que ventajas.
Nos salieron los pelos, el amor, el inconformismo y la vida en la calle, el colegio, en la facultad y/o en los bares. No era sino una época donde los papeles (me cago en la expresión roles) estaban definidos y el statu quo definía su definición.
Con la desgracia -como otra cualquiera- de nacer hombre, no cabía el planteamiento distinto al de “estudia que acabarás de barrendero o albañil”. Nada de saber cocinar, planchar, limpiar. Eso era cosa de mamá y además exactamente igual de importante que lo que hacía papá que entregaba cada mes el sobre a mamá con lo que ganaba en la calle.