Matanza del cerdo

Matanza del cerdo

Sin Acritud…
Marc Celino Breadnwine (13/11/2015)
Nunca me creí que los parlamentarios europeos, nacionales o autonómicos, me representaran. Nunca me creí que defendieran mis intereses. Nunca me creí que un partido político fuera capaz de identificarse con los que yo creía o simplemente me convenía. Ser del babyboom de los sesenta tiene más inconvenientes que ventajas.

Nos salieron los pelos, el amor, el inconformismo y la vida en la calle, el colegio, en la facultad y/o en los bares. No era sino una época donde los papeles (me cago en la expresión roles) estaban definidos y el statu quo definía su definición.

Con la desgracia -como otra cualquiera- de nacer hombre, no cabía el planteamiento distinto al de «estudia que acabarás de barrendero o albañil». Nada de saber cocinar, planchar, limpiar. Eso era cosa de mamá y además exactamente igual de importante que lo que hacía papá que entregaba cada mes el sobre a mamá con lo que ganaba en la calle.

Se respondía a lo que se sabía y se callaba ante lo que no, y además te daba vergüenza no saberlo.

Llegó la democracia, con su constitución, y con canciones que gritaban a la Libertad, con estrofas que hablaban de que decían los viejos que en este país hubo una guerra. La que nos enseñó a besar el pan, a saber el hambre y las miserias que pasaron en mayor o menor medida nuestros padres, Y las elecciones, las autonomías, la alternancia, los prófugos, el terrorismo que amargó tantas comidas y dio tantos sobresaltos cuando no pérdidas familiares irreparables. Y la memoria histórica para los que ansiaban Libertad sin Ira.

Ya no pueden sólo ver gente que quiera vivir su vida en Paz. Hemos sacado los miedos y las iras de paseo. Y simplemente por una cosa. Ya no hay libertad. Los que nos la deberían haber proporcionado se la han quedado para continuismos de poder que entierran el servicio a la gente.

Es una de las razones por las que no me creo que me representen. Simplemente quiero vivir en paz, sin una diarrea legislativa que según con quién destruye lo hecho, para hacerlo distinto hasta que vuelvan los que desharán lo hecho para dejarlo como estaba hasta el siguiente ciclo. Lo mismo que con las reformas educativas que proporcionan la sociedad cada día más inculta y falta de valores que aseguran la existencia y desarrollo de la mierda de país de «pluralidades» en su máximo eufemismo.

San Martín no ha llegado para todos los cerdos que se lo merecen.