Zidane Zeraoui (14/11/2009)
Una condena moral
La decisión de un juez parisino de citar al también ex alcalde de París de 1977 a 1995, es un hecho sin precedente en la medida que solamente un presidente francés fue enjuiciado y condenado, en este caso por alta traición, el general Pétain, al terminar la Segunda Guerra Mundial. Los hechos que se le imputen a Chirac son el haber creado 21 puestos ficticios para poder pagar a sus colaboradores de partido, pero con el dinero de la capital francesa. Los hechos se remontan al año 1983 hasta 1998, es decir incluyendo tres años de su sucesor Jean Tiberi. Sin embargo, por el tiempo pasado, solamente se le enjuicia por los delitos de 1992 a 1995.
Aunque teóricamente el riesgo es de 10 años de cárcel y 150.000 euros de multa por el caso del desvío y 3 años y 375.000 euros por el abuso de confianza, en realidad el ex Presidente tiene pocas probabilidades de ir a la cárcel y sería condenado solamente con indulto, pero el peso del castigo moral será muy alto.
Sin embargo, la lista de culpables es muy larga. En el 2002, el ex ministro y director del gabinete de Chirac, Robert Pandraud, es acusado de la creación de 43 empleos ficticios tanto bajo Chirac como Tiberi en la alcaldía de París. Varios colaboradores serán perseguidos a lo largo de los siguientes años, pero el sismo político para la elite francesa es la condena de Alain Juppé en enero de 2004.
El fundador y presidente en este momento de la Unión para un Movimiento Popular (UMP), Ministro de Relaciones Exteriores en el gobierno de Édouard Balladur y Primer Ministro de 1995 a 1997 y alcalde de Bordeaux de 1995 al 2004, Alain Juppé es condenado. Se le retira su elegibilidad de todos los cargos y además se le prohíbe durante 10 años ocupar un puesto público. Sin embrago, la corte de apelación cancelará este veredicto, en diciembre del mismo año, con una drástica reducción de la condena, lo que le permite al ex edil de Bordeaux regresar en la escena política y ser nombrado Ministro de Ecología, de Desarrollo y de Fomento de mayo a junio de 2007, entre otros cargos públicos, y de nuevo alcalde de Bordeaux a partir de octubre de 2006.
La punta del iceberg
Las primeras condenas fueron solamente la punta de un iceberg de corrupción y de uso de influencia. Sobre el asunto de las comisiones que se dieron para la construcción de los HLM, las viviendas de interés social francesas, el tribunal de París condenará en el 2006 a 37 de los 49 hombres de negocios vinculados con el poder, después de 12 años de procedimiento y un juicio de 7 semanas.
Todo este proceso culminará con la acusación formal contra Chirac el 24 de abril de 2009 y el 30 de octubre su presentación al tribunal correccional.
Al proceso que se le sigue al ex presidente francés, se suma el caso del Angolagate. Charles Pasqua, ex ministro del interior, y Jean-Charles Marchiani, ex prefecto del Var, fueron condenados a finales de octubre pasado a un año de cárcel, por el primero, y a tres por el segundo, por su participación en la venta ilegal de armas a Angola en la década de los años noventa bajo la inculpación de «tráfico de influencia y encubrimiento y abuso de bienes sociales». También el hijo del ex ministro del interior y el hombre de negocios Pierre Falcone fueron condenados, el primero con dos años de prisión y el segundo con seis por «tráfico de influencia y comercio de armas». Sin embargo, el gran cerebro del Angolagate, Arcadi Gaydamak, quien reside en Moscú desde noviembre de 2008, recibió también 6 años de cárcel, pero por ausencia. En total 42 personalidades fueron acusadas por participar en este tráfico de 790 millones de dólares de armas, tanto por recibir sobornos como por organizarlo.
Charles Pasqua, insistió que para probar su inocencia, el secreto militar debe ser levantado, lo que logró gracias a la declaración de Hervé Morin, ministro de defensa, que aceptó el 29 de octubre pasado, acatar, si algún juez lo solicita. Independiente de la decisión de la corte de apelaciones de París, la cantidad de personalidades involucradas en el escándalo que se suma al problema de los sobornos en los HLM y a los empleos ficticios del periodo de Chirac y Tiberi en la alcaldía de la capital, ha manchado el largo periodo en el poder del ex presidente de la República francesa.
La cereza del pastel
La cereza del pastel del escándalo lo pone el ‘Affaire Clearstream’. En el año 2004, estalla en plena carrera presidencial entre Dominique de Villepin, Primer Ministro de Chirac, y Nicolas Sarkozy, secretario del interior. Una fuga de información divulga una lista de varios políticos incluyendo al ministro de gobernación, en un asunto de corrupción y d desvíos de fondos del banco luxemburgués Clearstream. En realidad, la lista era falsa y el nombre de Sarkozy fue agregado para descalificar al principal competidor de Villepin. Este último a sabiendas de la fabricación de la prueba, la autoriza para hundir políticamente a su rival.
Sin embargo, fue un golpe de bumeran. Lejos de perjudicar a Sarkozy, la manipulación se revierte contra el ex Primer Ministro, pero que creó una profunda enemistad entre los dos hombres. Si en el pasado Villepin logró evitar el juicio, a finales de octubre la corte criminal de París lo pone en el banca de los acusados, además de Jean-Louis Gergorin, ex vice presidente de EADS, el gigante europeo de la aeronáutica y constructor del Airbus, y el matemático libanés, Imad Lahoud. El último fue el técnico de la operación y Gergorin, el hombre que se prestó a la entrega de los documentos falsos a la justicia.
Aunque aun no se ha pronunciado la justicia contra Villepin y los demás socios, el veredicto del proceso Clearstream se dará hasta el 28 de enero del 2010.
Todos estos escándalos son solamente la punto del iceberg de la tradición en Francia del uso del poder para desprestigiar a los oponentes como fue el caso contra Mitterrand en 1954 o el mismo Mitterrand que utilizó a sus servicios secretos para sacar a la luz del día la corrupción de Giscard D’Estaing, quien recibió diamantes del ex dictador del llamado Imperio Centroafricano, Bokassa.
Si bien, los niveles de la corrupción en Francia, quedan muy bajos en comparación a los países latinoamericanos, el hecho que 7 de cada 10 franceses apoyan el juicio contra Chirac muestra la fuerte preocupación de una generación que descubre las sucias maniobras detrás del poder. Sin embargo, a pesar de las condenas, los hombres políticos regresan al poder como lo hizo Giscard D’Estaing en su rol de cerebro de la Constitución política de la Unión Europea o el propio Juppé, nuevamente hoy alcalde de Bordeaux.
Además del castigo legal y del castigo moral, el castigo electoral debe ser el arma del pueblo contra los abusos del poder.
N. de la R.
Zidane Zeraoui es experto en asuntos globales y profesor de Relaciones Internacionales en el Tecnológico de Monterrey, México. Es coordinador de la Maestría en Estudios Internacionales de la misma universidad.
Este artículo se publica con la autorización de Safe Democracy.
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