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 J.M.G.T. (28/1/2010)
El  peneuvista  Iñaki Anasagasti, durante una larga etapa diputado en el madrileño Palacio del Congreso, y después y ahora senador, ha escrito un  libro, con el que sacude mamporros a la corona que luce en la portada. El propio título de la obra, con el sello de «Foca», segunda marca de Ediciones Akal, ya dice mucho sobre el enfoque: «Una monarquía protegida por la censura».

 Anasagasti, cuya crítica a La Zarzuela ha ido reforzando su contundencia, entre otros factores por la acumulación de materiales, pasa a tener una actitud poco común entre los políticos instalados en un escaño parlamentario, salvo en los casos de Izquierda Unida y Esquerra  Republicana.

 Desde las primeras páginas cuestiona el resultado de las encuestas por las que la actual Monarquía resulta la institución más valorada, dado que entiende que preguntar por el rey «sin tener en cuenta sus cacerías, sus dispendios, sus amistades peligrosas y sus negocios con Javier de la Rosa, Mario Conde, Ruiz Mateos, Manuel Prado y demás comisionistas, y sin preguntar por sus aventuras extramatrimoniales o sus extrañas desapariciones, ni por sus larguísimas vacaciones, supone seguir reconociendo que la censura y la autocensura son permisibles en un sistema democrático».

 «Tras el debate de 2007, creo – y así lo escribe y publica- que la Casa Real se tendría que poner bajo el control parlamentario en relación a sus gastos de forma pública, en la ejemplaridad de sus conductas sin estar amparados en el secreto oficial y en evitar que a su alrededor se siga con los usos y costumbres, poco menos que de la Monarquía de Alfonso XIII en cuanto a esas absurdas reverencias tan ridículas como serviles, que afrentan el concepto de igualdad y de democracia». Tampoco comparte el protagonismo salvífico que se adjudica al monarca en el origen y la grave situación del 23-F.

 Anasagasti pone de manifiesto su persistencia en el diálogo crítico con La Zarzuela al reproducir el tono literal, a través del cual ha venido carteándose con el Jefe de la Casa del Rey o dirigiéndose al propio Rey o al Príncipe de Asturias lanza puyazos para todos:

     «La Reina la arma en su setenta aniversario»

    «Ustedes recordarán la censura total y absoluta que hubo en España en relación con la boda de los Príncipes de Asturias»

    De un trabajo de Lucía Méndez, en El Mundo (9-11-03) sobre «Las tres vidas de Letizia», evocaba un comentario de la que había sido presentadora de CNN Plus, en Torre Picaso, cuando todavía lo era y hablaba entre colegas: «¿Qué tenemos? ¿Más política, más País Vasco y más principito?». Otras veces, al parecer, se refería al Príncipe de Asturias como Felipito.

 Enreyes-de-espana relación con un viaje del Príncipe a la República Dominicana, con motivo de la toma de posesión del Presidente Leonel Fernández, aprovecha Anasagasti para apuntar que hubiera sido oportuna alguna mención al vasco Jesús de Galíndez, de vida interesante y trágico destino. Evita, en cambio, Iñaki Anasagasti precisar la cuarentena aplicada a Galíndez por el propio PNV, algo que en este periódico hemos tratado (El PNV ha sacado a Galíndez del Purgatorio).

El auténtico caballo de batalla aparece en una frase tan breve como contundente: «en 22 años de trabajo parlamentario en Madrid, jamás he visto al Rey cumplir esa encomienda [constitucional] de arbitrar y moderar». Dicho de ese modo tan genérico, podríamos entender que le asiste una dosis aceptable de razón. Otra cosa es la exigencia de un compromiso real para satisfacer el «pacto con La Corona» que reivindica el nacionalismo vasco.

 El seguidismo de esa línea no sería arbitrar. Un buen árbitro habrá de tener en cuenta todo y a todos. Y como el papel de un monarca en el siglo XXI no es gobernar, su arbitraje consistiría, más bien, en poner cordura ante brotes de insensatez.