España
José Manuel G. Torga (16/7/2007)torga-2
En Bogotá  ha sido erigido un monumento  como homenaje  a la memoria del vasco Jesús de Galíndez; la inauguración oficial está prevista para el mes de septiembre, dentro de la semana Vasco-colombiana.

Galíndez fue una figura discutida que desapareció, en Nueva York, secuestrado, según todos los indicios, por agentes del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo. Ha hecho medio siglo de su posterior asesinato. Su cadáver nunca fue hallado; pero una versión difundida sitúa la tortura, que habría sufrido antes de morir trágicamente, en la República Dominicana.

Jesús de Galíndez Suárez, peneuvista, fue hombre de confianza del lehendakari José Antonio Aguirre. Durante la Guerra Civil, con Manuel de Irujo como ministro de Justicia, Galíndez, licenciado y profesor de Derecho, actuó como letrado asesor de la Dirección General de Prisiones.

Exiliado en la República Dominicana desempeñó actividades destacadas como jurista a la vez que comprobaba la existencia de crudas injusticias del régimen dictatorial de Trujillo.

Mas tarde, en Nueva York, llegó a estar al frente de la Delegación del Gobierno vasco en el exilio. Su actividad polifacética incluye la docencia  en la Universidad de Columbia, al tiempo que prepara su Tesis doctoral sobre la dictadura de Santo Domingo, y que realiza colaboraciones periodísticas.

El lado oscuro de su personalidad consiste en la colaboración como informador con los servicios secretos estadounidenses. Documentación desclasificada le identifica, por ejemplo, en su relación con el FBI, durante doce años, bajo el seudónimo de «agente Rojas», con la clave ND507. Esa faceta sombría de Galíndez ha supuesto una contaminación por la cual la línea oficial del PNV le ha tenido muchos años apartado, en una especie de lazareto.

Sin embargo, su nombre lo han ido recuperando a través de una sucesión de hitos con repercusión mediática:

– Tres años después de su desaparición la Universidad de Columbia confiere a Jesús de Galíndez, «in absentia», el título de Doctor en Filosofía. Había presentado la Memoria de su Tesis Doctoral antes de su desaparición. No pudo defenderla oralmente, al sufrir el atentado criminal; pero el tribunal académico le consideró acreedor al título.

– Su obra divulgativa «La Era de Trujillo» (1956), editada en Santiago de Chile, representa una dura denuncia de aquel régimen autocrático. Esas páginas desataron las iras del dictador.

Pedro de Basaldúa, amigo de Galíndez, publicó en Buenos Aires, el mismo 1956, un primer libro sobre el secuestrado: «Jesús de Galíndez», con el subtítulo «Víctima de las tiranías en América».

Alberto Elósegui fue el autor de «El verdadero Galíndez» (Bilbao, 1990).

Manuel Vázquez Montalbán escribe una versión novelada bajo el rótulo «Galíndez» (1991).

– Bajo ese mismo título ya se había rodado un documental cinematográfico; pero en el libro de Vázquez Montalbán se inspira la película de Gerardo Herrero, «El misterio Galíndez» (2003).

A través de ese itinerario académico, editorial y cinematográfico, con la larga repercusión que el caso ha tenido en los medios informativos, ha llegado el reencuentro del PNV y del Gobierno Vasco con el otrora peneuvista marginado Jesús de Galíndez. El escritor, profesor, político y espía tuvo unos claroscuros indudables. Ha ocurrido con muchos personajes, que hubieron de sufrir el Purgatorio del tiempo antes de su mitificación.

El símbolo glorioso de Galíndez, en Bogotá, lo materializan dos brazos entrelazados que apuntan al cielo pidiendo justicia. Ojalá hubiera justicia y también libertad en el país vasco. Galíndez pudo perecer a manos de un dictador bananero. En el país vasco y en el resto de España suman centenares las víctimas del terrorismo. También claman al Cielo.