España
José Manuel G. Torga (11/2/2010)torga
Juan Manuel Fanjul Sedeño falleció a principios de febrero de 1989. Entre 1978 y1980 había sido Fiscal General del Reino, por lo cual causó baja en UCD, con cuya sigla había obtenido un escaño del Congreso de los Diputados en los comicios de 1977: concurrió en la lista por Madrid de aquel partido (Unión de Centro Democrático). También fue Consejero de Estado.

En sus últimos años era  miembro del Consejo de Administración de prensa Española, la empresa editora de Abc, en cuyas páginas había glosado, durante largos años, «La sentencia de la semana».

Esas pinceladas le aceran al presente. Son trazos de ahora para preceder al texto de 40 años atrás, que abría como sigue.

Hijo del general Fanjul, Juan Manuel Fanjul Sedeño cuenta con una trayectoria política personal en la que hay dos etapas separadas por un largo interregno de ostracismo.

La primera etapa concluye antes de cumplir los treinta años. Había venido al mundo en Melilla, el 16 de noviembre de 1914. Cursó el bachillerato con los jesuitas, en Madrid. En la Universidad Central hizo la carrera de Derecho, en la que obtuvo doce matrículas de honor, concluyéndola en 1935. A continuación inició estudios de Profesorado Mercantil, que hubo de abandonar por los acontecimientos políticos que fueron desencadenándose. Desde 1933 pertenecía a Falange Española, en cuyas filas fue, sucesivamente, Jefe de Centuria de las Milicias Universitarias de Primera Línea, Jefe del SEU de Madrid, y Presidente de la Junta Nacional del SEU. En los meses de marzo y abril del 36 estuvo encarcelado por sus actividades políticas.

Colaboró en la preparación del 18 de julio de 1936, y tomó parte en la sublevación del Cuartel de la Montaña, donde resultó herido. Su padre, su hermano (médico), y su tío Alfonso Fanjul (comandante de Aviación), fueron fusilados. Él pasó su correspondiente odisea hasta que pudo refugiarse en la Embajada de Chile en Madrid, de donde salió hacia ese país, en 1937. A finales del mismo año regresó a la otra zona española. En Burgos ocupó el cargo de Vicesecretario General del Movimiento, en el que permaneció, después de terminada la guerra, hasta agosto de 1939. Luego fue designado Consejero Nacional del Movimiento y Procurador en Cortes.

En 1943 su estrella política queda eclipsada con motivo de haber firmado, con más de cincuenta procuradores en Cortes, un documento dirigido a Franco, en el que planteaban la necesidad de un giro hacia la monarquía, coincidente con la evolución de la Guerra Mundial. Los seis consejeros nacionales que había en ese grupo  de procuradores -entre ellos Fanjul– fueron destituidos al día siguiecuartel-de-la-montanante «por atentado contra la unidad política de la Patria, creo que dice el oficio, que debo de tener por ahí», señala él. «Me expulsaron de la Vieja Guardia, y, desde entonces, me encerré en mi despacho a trabajar». Entre aquellos seis consejeros nacionales estaban asimismo Yanguas Messía, Manuel Halcón y García Valdecasas.

A partir de 1939, en que se incorporó al Colegio de Abogados de Madrid, viene ejerciendo, ininterrumpidamente, su carrera. Durante tres años ha sido, por elección, Secretario del mismo y del Consejo General de la Abogacía; y ostenta la presidencia de la sección española del Movimiento Mundial por la Paz mediante el Derecho.

Es asesor honorario de la Embajada de Chile en Madrid
En el aspecto financiero reúne los siguientes puestos: Consejero Secretario del Banco Popular Español; Vicepresidente de la S.E.R; Presidente de la Compañía Hispano Americana de Seguros y Reaseguros; Consejero de Laminaciones de Lesaca; y Presidente de Estacionamientos Subterráneos.

Su nueva etapa de acción política queda abierta con la campaña electoral para procuradores en Cortes de representación familiar por Madrid, que finaliza con su elección. Desde entonces viene desarrollando una labor destacada que tiene como epicentro el Palacio de las Cortes Españolas, en la madrileña Carrera de San Jerónimo. De su dedicación a los problemas de la provincia que le eligió dan fe las numerosas carpetas que en su archivo conservan la documentación de todos los asuntos en que interviene, pueblo por pueblo.

Vota eficacia
– El recuerdo del slogan de su campaña electoral – «Vota eficacia, Vota Fanjul» – me sugiere la primera pregunta: ¿Cuál es el balance, pasados dos años, de su eficacia para los representados?
– 
Hay dos ángulos de interpretación de la eficacia. Uno son los logros, y otro es el fervor en la tarea para tratar de conseguir las aspiraciones. El primer aspecto no depende de uno sino de lo que se consiga de los demás; el segundo aspecto sí que depende de uno. En este estoy totalmente tranquilo, porque he sacrificado  todo lo sacrificable. No ha habido problema que haya dejado pasar sin tratar de resolverlo, y tampoco he sido remiso en contestar cartas ni en recibir y atender a gente. En el aspecto de los logros, el balance es más reducido, enfanjul-sedenotre otras cosas porque si la Administración concediese todo lo que le pedimos, necesitaría multiplicar sus recursos económicos. En lo que se refiere a entrega no me remuerde la conciencia por nada, y creo que nadie de cuantos han acudido a mí se ha sentido defraudado. En las Cortes, considero que estoy entre  los que más actividad han desarrollado: presentación de enmiendas, estudio de proyectos, presentación de ruegos y preguntas y proposiciones de Ley, intervención en las comisiones e, incluso, proyección de este trabajo para tener informada a la Prensa, lo cual creo que hoy día es otra función del político.

– ¿Por qué eligió como lema el término eficacia, que se ha identificado mucho con la máxima aspiración de los tecnócratas?
– 
 Todos los slogans míos salieron de un grupo de trabajo, de un grupo de amigos a los que yo convoqué. Llamé a los que creía que podrían valer y un 80% me respondió. Nos reunimos y en una…. ¿cómo dicen los americanos?

– ¿Tempestad de ideas…?
– 
Eso es. En medio de una tempestad de ideas salieron los slogans. Entre las nueve de la noche y las dos de la madrugada quedó planeado el desarrollo publicitario  de la campaña. Había hecho un planing de estado mayor y una lista de mis amigos, y les dije: ¿Me queréis ayudar quince días? Mi campaña fue el gran triunfo de la amistad. No hubo nadie que cobrara una peseta.

– Pero, volviendo a lo que no queda contestado ¿no le preocupó que aquel slogan pudiera hacer que le identificaran con la tecnocracia?
– 
No nos pasó a nadie por la cabeza. Había que vender al personaje político como una bebida refrescante o unas pastillas para la tos. En el 67 no había ambiente político, y era necesario vender una imagen abstracta del político.

– Desde el punto de vista técnico ¿cree que su campaña fue la mejor llevada?
– 
Creo que sí. Y además la más original y la más pensada. No quedó nada a la improvisación. Tenía lo que podíamos llamar un equipo íntimo de cerebros, formado por tres personas, y nos reuníamos de 8,30 a 9,30 o 10 de la noche para fijar las ideas-madre de la campaña. A las 10 venían los jefes de todas las secciones y, con unas cervezas y unos sandwichs, deliberábamos hasta las 2 de la mañana. Allí fijábamos el programa de cada uno para el día siguiente. Nadie invadía el terreno de nadie, salvo en la mesa donde se discutía todo. La organización fue mía, personalmente, y la gente que tuve era toda estupenda. Gente joven. No creo que hubiera nadie que sobrepasara los 45 años.

24 años, apartado
– ¿El planteamiento fue hecho con mentalidad americana?
– 
Más que americana, con una mentalidad moderna.

– Llevaba usted muchos años apartado de la política activa. ¿Ha echado la cuenta?
Veinti… veinti… veinticuatro años.

– ¿A qué fue debido el retorno, precisamente en los momentos en que tuvo lugar?
 En realidad yo siempre he sido político. Siempre me ha apasionado la política, y esa era una oportunidad que se me ofrecía para volver a acceder a la política sin depender de nadie. Al principio todo el mundo creía que me presentaba por Cuenca, porque mi padre había sido muchos años diputado por Cuenca y el apellido Fanjul tenía allí un sentido mágico. Pero pensé que podía ser derrotado -riesgo que siempre existe en una elección- y me preocupo el sufrir una derrota  donde el apellido nunca la había conocido. A causa de ello decidí presentarme por Madrid, donde mi derrota no tendría un sentido dramático.

– Usted desapareció de la vida pública con una imagen de político por designación. ¿Le satisfacía reaparecer como consecuencia de una elección?
– 
Sí, porque no podía volver desandando el camino andado. Tenía que retornar a mi aire.

– ¿Quiere ello decir que había cambiado de ideario político?
  Yo creo que mi ideario es el mismo. Lo que ha cambiado es el entorno. Uno es el mismo en verano y en invierno, y, sin embargo, va vestido de distinta manera. Si hoy José Antonio  tuviera treinta y tres años no decidiría fundar  un grupo como Falange Española, con la imagen de uniformes y brazos en alto. Fundaría una cosa con la misma base filosófico-política, pero dándole una forma a tono con los tiempos.

– Sfanjulin embargo algunos quieren que perdure lo externo de la Falange
 Yo creo que es la interpretación nostálgica, porque consideran que con ello se mantienen más fieles al ideario joseantoniano. Pero hay otros muchos que han visto cómo se puede ser fiel al mismo ideario prescindiendo de esas exteriorizaciones. Necesitamos partir de la base de que José Antonio era un personaje fuera de serie y enormemente independiente  en su manera de ver los problemas. Si viviera, hubiera ido siempre al compás de los tiempos. Era un hombre muy realista y, como buen jurista, captaba velozmente su circunstancia.

– De haber vivido todos estos años  ¿cree que José Antonio Primo de Rivera hubiera tenido problemas con el Régimen?
 Pues, posiblemente. No digo problemas graves; pero, en algunos casos o supuestos, sí diferencias de apreciación con respecto a muchos asuntos.

En 2010, el entrevistador apostilla, para separar la entrevista en dos bloques: Resultaba difícil de imaginar que el fundador de Falange Española hubiera aceptado, de buen grado, el retorno de la monarquía, considerada por él, en España, como institución histórica, que se había desprendido «como cáscara muerta».

Fanjul, por su parte, si cambió de apoyar a Don Juan, en razón del orden dinástico, a aceptar al Príncipe de España, según la designación de Franco.

Nota del autor:
Franco
nombraba por entonces Príncipe de España y heredero en la Jefatura del Estado a título de Rey a Juan Carlos de Borbón; pero el futuro era tan inescrutable como  siempre.
Este periodista, redactor-jefe en un periódico, se planteó hacer una serie de entrevistas, destinadas a un libro que cabría denominar de domingo, como se suele calificar a ciertos pintores que sólo disponen para el arte de los días no laborables.

Aplazada la publicación por circunstancias particulares del momento, se perdieron luego las carpetas con los originales. 40 años después, haciendo limpia en dos casas y un garaje, he dado con varias de aquellas entrevistas. Algunos personajes siguen en candelero, otros viven más retirados y no faltan los que pasaron a mejor vida. Pero, con unos trazos introductorios nuevos, los diálogos mantienen un interés, leídos con la perspectiva del tiempo transcurrido. Así fuimos y así dialogamos.