Fernando Polanco (11/2/2010)fernando-polanco
A semejanza de mi dilecto maestro y ex amante de una noche -pero de una noche memorable en el «Minza» de Tánger (26 de noviembre de 1977), –Jaime Gil de Biedma, ahora tan a la page, he llegado a la conclusión, como llegó  él a mis años, de que no me gustaría repetirme. «Que la vide iba en serio, uno lo aprende más tarde». Y qué verdad es; así que  con estos poemas casi ya póstumos ya publicados  -porque publicar, como sostenía Pessoa, forma parte del juego, quisiera dejar de hacer el zascandil y dedicarme a negocios de mayor enjundia: mirar cómo evolucionan las nubes, y entre nube y nube,  ver un programa de televisión.     

Siempre me quedará la lefa

Ripios y Coordenadas
A mi padrino Fabián, babalawo. La Habana, 1998.

Mi salud pasó a forales,
Mis amigos, en esos andurriales
están de la memoria.

Viejas ya son mis novias,
y adiós dije a mis amantes:

– Sin tarjetas -reían-, cuanto antes.

Me he quedado sin un guil
y, ya en la sesentona
casi, voy de zascandil:
oficio y beneficio de alma en pena.

Me queda, eso sí, un ictus prestoso.

Soy cobarde y perezoso,

Muy amigo de atajos,
y morir así da menos trabajo.

A Toni PÉREZ-MONTERO (Tánger, 1969)
«Lo más probable es que la mayoría de las obras atribuidas a Shakespeare las escribiera un contemporáneo suyo llamado William Shakespeare».

Carmen BRISTLE de La Cerda
Ya no remontaré el río Congola-siesta
-sudor, sóngoro y corongo-
y no desposaré a una princesa etíope,
ni me dispensará Calíope
sonetos de oro heroicos.

Tendré facturas sin pagar, al modo estoico,
iré de paseo con el perro
oyendo, al mediodía, lentos cencerros.

Conspicua no será mi ruina,
será mero escombro y rutina.

Que la vida va en serio
en el colegio lo aprendes:
no es ningún misterio,
palique es de alprendes.

Mas seguirán viniendo sonrientes Primaveras,
la Aurora de rosados dedos vendrá certera,
y, en general, aún habrá otras recidivas
y más años jazmín, albahaca y siemprevivas.

La vida: vaya engañifa.
El ron, las gebas, la grifa
y poca más. Que le den
en su abierta herida,
que yo le doy mi desdén.

Y que, en sabrosa corrida,
en mi procura la muerte
acuda si tengo suerte.