mariano-morenoAndrés Soliz Rada (3/6//2010)
LA FABULA DEL VIEJO TONTO
Una forma sostenida de bloquear el advenimiento de una nueva sociedad reside en mostrar el carácter invencible de los países imperialistas. Frente a esa creencia, resulta oportuno actualizar, con nuestro propio enfoque, la fábula de la antigua China: «El viejo tonto que removió las montañas», relatada por Mao Tse Tung: Cuenta la leyenda que un viejo tonto comenzó a construir su casa a los pies de una montaña. Vino el chino sabio y le dijo: «Con razón te dicen viejo tonto. ¿No te das cuenta que estás construyendo tu casa en un lugar en el que la montaña te impedirá recibir el sol de la mañana y que, en consecuencia, te morirás de frío»? El viejo tonto replicó que tenía muchos hijos, los que, a su vez, le darían muchos nietos, y que entre todos trabajarán diariamente con sus azadones para retirar la montaña y recibir el calor solar. Mao dice que debemos ser como el chino tonto, ya que al principio seremos pocos, pero que no dejaremos de crecer y que llegará el día en que entre todos removeremos la montaña del imperialismo para recibir el sol de la justicia y la libertad (2).

El relato adquiere hoy aún más vigencia, ya que todos los seres humanos, inclusive de países opresores, debemos aglutinar esfuerzos para impedir que la especie humana sea aniquilada por el capitalismo imperialista. 

El capitalismo de Estado es, para los países pobres, una transición al socialismo, cuyos rasgos concretos no es posible precisar todavía por la alienación a la que nos someten los poderos del planeta. La montaña imperialista no nos deja ver el horizonte. El ensayista Alberto Buela ha explicado que no debemos concebir al Estado como una «sustancia ética», a la manera del fascismo, ni como un «gendarme» a la manera del liberalismo, ni como la «máquina de opresión de una clase sobre otra», como dice el marxismo congelado, sino como un «plexo» (o red) de relaciones (3). Las premisas de Buela son valederas, pero su conclusión es elusiva.

En indo América, el Estado es un espacio disputado por las transnacionales y pueblos empobrecidos que necesitan retener su excedente económico. Su cohesión defensiva encierra el secreto de su fortaleza. Su éxito depende de la acción coordinada de todos los sectores que conforman la nación oprimida. La hegemonía en esta alianza corresponderá al sector social que demuestre mayor consecuencia y decisión en las tareas de liberación nacional. Tal consecuencia y decisión pasa por el control del mercado interno con producción propia, la vertebración del país con carreteras, vías fluviales, aeropuertos y ferrocarriles, que respondan a una estrategia nacional de desarrollo y de defensa de su medio ambiente, sobre la base de añadir valor agregado a nuestras materias primas.

La aplicación de estrategias regionales, sin ingerencia de transnacionales en la toma de decisiones determinantes, acelerará la consecución de los objetivos propuestos. Predicar que el tiempo de los recursos naturales ha pasado de moda, ya que ahora nos encontramos en la era del conocimiento, no deja de ser alienante y engañoso, ya que en tanto se la difunde, EE. UU. y sus aliados invaden Irak y Afganistán a fin de apropiarse de reservas petroleras, se preparan a incursionar en Irán y, con la participación de China, afianzan la opresión colonial, allí dónde no encuentran resistencia. 

MARIANO MORENO Y EL PENSAMIENTO ENDOGENO
Los revolucionarios de la época de Mariano Moreno se inspiraron en los principios de libertad, igualdad y fraternidad de la  Revolución francesa, difundidos por la «Enciclopedia». En ese marco, la Universidad de «San Francisco Xavier», en Chuquisaca, se hizo famosa no sólo por impartir dogmáticas enseñanzas teológicas, sino también por haberse convertido, gracias al contrabando de libros prohibidos, en faro de rebeldía. Las nuevas corrientes de pensamiento nutrieron las mentes de tres de las más connotadas figuras de la Revolución de mayo de 1810, que estudiaron en sus aulas: Mariano Moreno, Juan José Castelli y Bernardo Monteagudo. La figura de Moreno se adhiere aún más al Alto Perú al contraer matrimonio con la adolescente chuquisaqueña María Guadalupe Cuenca, de sólo 14 años. De esa unión nació Marianito Moreno Cuenca. En Mariano Moreno resalta, en primer lugar, su capacidad de pensar con cabeza propia, lo que no varía por su admiración a Rousseau y los enciclopedistas, de los que tomará sólo lo que conviene al proceso revolucionario. Esta característica de Moreno, a quien la oligarquía portuaria de Buenos Aires calificó con desdén de «El sabiecito del sur», es remarcada por Norberto Galasso con estas palabras: «Moreno lee diversos autores pero no se adscribe totalmente a ninguno. Con Rousseau se convierte en un verdadero revolucionario, en un jacobino… pero con la exacta comprensión de la sociedad en que vive… Lee a Montesquieu, pero con agudo realismo político se da cuenta que la división de poderes no puede existir cuando se está creando una nueva sociedad y los enemigos acechan» (4).

En consecuencia, la división de poderes es una meta a conquistar y no un dogma intemporal. Cuando su conciencia y su cortes-de-cadizcapacidad analítica lo determinan, abandona la representación de los hacendados y se convierte en el mejor referente del proteccionismo que es posible imaginar. En septiembre de 1810, escribe en «La Gazeta»: «Los pueblos deben estar siempre atentos a la conservación de sus intereses y derechos y no deben fiarse sino de sí mismos. El extranjero no viene a nuestro país a trabajar en nuestro bien, sino a sacar cuantas ventajas pueda proporcionarse… miremos sus consejos con la mayor reserva y no incurramos en el error de aquellos pueblos inocentes que se dejaron envolver en cadenas en medio del embelesamiento que les había producido los chiches y abalorios». Advierte que el planteamiento de problemas confesionales puede servir en esos momentos sólo para dividir a las fuerzas revolucionarias. Por eso, al traducir «El Contrato Social», omite el capítulo titulado «Sobre la religión civil». En ese marco, relativiza la libertad de prensa y cree legítimo abrir la correspondencia de los presuntos enemigos de la revolución. En consecuencia, «es un político revolucionario, jacobino, astuto y maquiavélico» (5).

Su pragmatismo se hace más patente aún cuando en el «Plan de Operaciones» aconseja provocar enfrentamientos entre los gobiernos de Londres y Lisboa. Tiene plena conciencia de «la vergonzosa esclavitud a la que Inglaterra somete a Portugal». Sin embargo, sostiene que la correlación de fuerzas obliga a la Junta de Buenos Aires a buscar apoyo de Inglaterra, fomentar la revolución en el resto de las colonias y poner en marcha un programa económico nacionalista, con crecimiento autónomo, a salvo de todo vasallaje. Considera que el único reaseguro frente a la política balcanizadota de los grandes imperios es la unidad de la América morena, cuyas perspectivas son ilimitadas.

Estas sus palabras: «El genio americano obrará prodigios en toda la América… lo que se traducirá en la construcción de un Estado respetable que, libre de riesgos y temores, podrá reglar una constitución que haga la felicidad del país y el honor de la humanidad…» Añade con prístina claridad: «Reparad en la gran importancia de la unidad estrechísima de todas las provincias de este continente; unidas impondrán respeto al poder más pujante; divididas pueden ser la presa de la ambición». Lo expuesto, debería coadyuvar a construir «un continente laborioso, sin necesidad de buscar exteriormente nada de lo que necesita para la conservación de sus habitantes, no hablando de aquellas manufacturas que siendo como un vicio corrompido, son de un lujo excesivo e inútil, que deben evitarse porque son extranjeras y se venden a más oro de lo que pesan» (6).

Su nacionalismo, impregnado del ideal de la Patria Grande, hace que salude con júbilo a la Junta Patriótica formada en Chile, el 18 de septiembre de 1810, así como a la Revolución de Cochabamba, del 24 de septiembre del mismo año, la que, a su juicio, impide que la gesta libertaria sea vista como un movimiento centrado sólo en Buenos Aires. Estas sus expresiones: «Por muy puras que sean nuestras intenciones sería peligroso que la libertad de América fuese sólo una obra nuestra. Semejante circunstancia podría conducir a un verdadero despotismo y los pueblos del Perú no habrían adelantado viendo opresores porteños en lugar de los opresores europeos. El glorioso movimiento de Cochabamba opone dique a tan fatal determinación y los patriotas cochabambinos, equilibrando nuestro mérito, equilibrarán nuestro influjo y siempre firmes en la energía que ahora han desplegado, serán un seguro apoyo de la libertad de todos los pueblos».

En el «Plan de Operaciones» plantea un detallado proyecto de subversión en la Banda Oriental del Río de la Plata y en Río Grande do Sul.

Estos antecedentes hacen que Miguel Benítez afirme: «El Plan de Operaciones proponía desde el vamos la construcción de una gran Nación  -toda la América Española, desde el sur del Río Mississippi hasta el cabo de Hornos (tomando la base real de los casi mil años del Incario, y la cultura común de la mayoría de los pueblos americanos), con la inclusión de Brasil, previa revolución por levantamiento de sus esclavos y sus revolucionarios americanistas- poderoso, moderno, industrial, con la tierra repartida entre todos sus habitantes, con la explícita dignificación de las masas indias y negras» (7)

INDIGENAS, MITAYOS Y EL «PLAN DE OPERACIONES»
La situación de indígenas y mitayos obsesiona a Mariano Moreno. En disertación en la Universidad de Chuquisaca, el 3 de agosto de 1802, luego de su visita a Potosí, dice: «Desde el descubrimiento  empezó la malicia a perseguir a unos hombres que no tuvieron otro delito que haber nacido en unas tierras que la naturaleza enriqueció con la opulencia y que prefieren dejar sus pueblos que sujetarse a las opresiones y servicios de sus amos, jueces y curas» (8). Declaraba estar en deuda con Victorián  de Villaba, el  «Protector de Naturales» en la Audiencia de Charcas, quien, en 1793, escribió su célebre «Discurso sobre la mita de Potosí», lo que lo llevó a enfrentar a los azogueros (nombre con el que se conocía a los empresarios mineros de la época) y al intendente Francisco de Paula Sanz. Villaba había calificado a la mita de «peste perniciosa para los indios», en tanto que Paula Sanz, afirmó que «la mita, al enriquecer material y espiritualmente al indígena, generaba una acción benéfica favorable a la civilización y sus vasallos». El archivista boliviano Gunnar Mendoza sostuvo, con pleno fundamento, que el coloniaje español en el Perú era como un edificio levantado sobre cadáveres de indios aplastados (9).

El historiador argentino Ricardo Levene, quien puso de relieve la importancia fundamental de Mariano Moreno en la Revolución de Mayo, puntualiza que la mita «permitía  tratar a los indios como meras máquinas de trabajo, hasta el punto de esclavizarlos impunemente» (10) 

La vigencia de la mita había provocado la muerte de ocho millones de indios en Potosí, en los tres primeros siglos de coloniaje (11) El perspicaz Gabriel René Moreno indica que «los mitayos eran conducidos a la muerte, pero sin dejar de escuchar misa los domingos» (12).  J. A. Cole y P. Bakewell, pese a su empeño por justificar la mita, admiten que las cuotas de mineral exigidas a los mitayos eran tan altas que se vieron obligados a incorporar al trabajo a sus familias (esposa e hijos) (13).

EAndrés Soliz Radan momentos de redactar el «Plan de Operaciones», alrededor de 15.000 indios trabajaban como mitayos, «los que eran reemplazados a medida que morían en el fondo de las minas»  (14). La posición frente a la mita separa los campos ideológicos y políticos en la colonia. Quienes la respaldan apoyan también, directa o indirectamente, a azogueros, encomenderos, explotadores de yanaconas, caciques y curacas (aborígenes, encargados de reclutar y trasladar mitayos), párrocos y curas, que tenían indios a su servicio. Entre 1811 y 1813, el gobierno de las Provincias Unidas del Río de la Plata abolió los tributos indígenas y declaró extinguida la mita, la encomienda, el yanaconazgo y los servicios personales de los indios. Manuel Belgrano, en bando de 29 de junio de 1813, determinó, de manera expresa, la abolición del trabajo forzado de la mita. Un año antes, el 13 de noviembre de 1812, las Cortes de Cádiz habían decretado similar medida. En 1832, durante el gobierno del Mariscal Andrés de Santa Cruz (siete años después de declarada la independencia de Bolivia), los azogueros pidieron la reposición de la mita (15),

 La solicitud demuestra que los hacendados criollos continuaban considerándose dueños del poder económico y político, el que lo perdieron sólo con la Revolución del  9 de abril de 1952.

Lejos de cualquier rasgo de porteñismo prepotente, Mariano Moreno, luego de retornar de Chuquisaca, se tornó en la figura clave de la Revolución de mayo. Ello se debió a la consistencia que demostró en los debates internos de la Junta de Gobierno, en los que valoró, en toda su dimensión, la tragedia de quechuas y aymaras. No es casual que en ese convulsionado período hubiera trascrito en el periódico que dirigía («La Gazeta») estas palabras del abate Raynal, en las que advertía a los indígenas sobre la crueldad de los holandeses: «Huid desdichados hotentotes (pueblo aborigen del Sur Oeste africano). Huid. Sepultaos en vuestros bosques. Las bestias feroces que los habitan son menos terribles que los monstruos cuyo imperio os amenaza. Ellos dispersarán vuestras cabañas, se apoderarán de vuestros ganados, corromperán a vuestras mujeres, seducirán a vuestras hijas… No os canséis con reclamaciones de justicia, que se burlan; vuestras flechas son las únicas que harán respetar vuestros derechos» (16)

Notas:
1.- Mao Tse-Tung: Obras escogidas. Ediciones de Lenguas Extranjeras, Pekín, 1972. Tomo III, Página 281).

2.- Alberto Buela: “El Estado Iberoamericano entre 1810 y 1850”. (Bolpress, 26-02-10)

3.- Norberto Galasso: “Mariano Moreno y la Revolución Nacional”. Editorial “Coyoacán”. Buenos Aires – Argentina, 1963. Página 37.

4.- Norberto Galasso: (Ob. Cit. Páginas 37 y 38).

5.- Mariano Moreno: “Plan de Operaciones”/ 1810

 (http://.biblioteca.clarin.com/pbda/ensayo/moreno_escritos/b-605101.html)

6.- Miguel Benitez: “El Plan de Operaciones de Mariano Moreno” (Puerta E. Colectivo de Noticias, 20-05-09,www.puertae.blogspot.com)

7.- Felipe Pigna: “Mariano Moreno, 1778-1811 (www.Elhistoriador.com.ar/biografias/m/moreno.php).

8.-  René Danilo Arze Aguirre: “Participación Popular en la Independencia de Bolivia”. Fundación Cultural “Quipus”. La Paz – Bolivia, 1987. Paginas 41, 42 y 43).

9.- Ricardo Levene: “Ensayo Histórico sobre la Revolución de Mayo y Mariano Moreno”. Estudios editados por la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad de Buenos Aires. Tomo I, 1920.

10.- Jorge Abelardo Ramos: “Historia de la Nación Latinoamericana”. Editorial Peña Lillo. Segunda Edición. Tomo I. Buenos Aires – Argentina, Página 237.

11.- Ramos: Ob. Cit. Página 227.

12.- J.A. Cole/P. Bakewell: “Mita”. “Diccionario Histórico de Bolivia”. Redactado bajo la dirección de Josep Barnadas. Editado por “Grupo de Estudios Históricos”. Sucre-Bolivia, 2002. Página 252.

13.- Ramos: Ob. Cit. Página 226.

14.- Arze Aguirre: Ob. Cit. Páginas 64 a 66.

15.- Citado por Galasso: Ob. Cit. página 48.

16.- Moreno: Ob. Cit.