Carlos Ruiz Miguel (4/7/2010)monasterio-de-san-millan-de-la-cogolla
Después de varios titubeos el gobierno del PP de Galicia, presidido por Núñez Feijoo, presentó su «Decreto lingüístico». El Decreto no está a la altura de las promesas electorales… pero tampoco de las necesidades de los alumnos y las familias. Estas son las razones de mi opinión.

Negar la libertad tiene un coste, no sólo emocional o político, sino económico. Andrés Freire ha ilustrado perfectamente en este diario sobre el coste político del «Decreto del gallego». El Decreto 79/2010, de 20 de mayo, titulado «para el plurilingüismo en la enseñanza no universitaria de Galicia», y publicado en el «DOGA» del día 25 de mayo, trata sobre algo más que la lengua de los profesores y de los alumnos. Trata también sobre la lengua de los libros y materiales de texto. En su artículo, el 13.1 dice: «Los materiales y libros de texto de las materias impartidas en gallego y en castellano estarán redactados en la lengua en que se imparta la materia». O dicho de otro modo, no sólo se impone una lengua (gallego o español) al profesor, sino también, y esto es más grave, se impone la lengua del libro de texto.

La única crítica a este punto hasta ahora se debe al diputado del BNG Carlos Aymerich que según el diario Xornal de Galicia se preguntaba qué va a hacer la Xunta con los libros de texto de una asignatura antes impartida obligatoriamente en gallego y que ahora deba impartirse en castellano. El diario en cuestión le atribuye unas declaraciones según las cuales el Sr. Diputado se preguntaba si con estos libros la Xunta va a «facer un auto de fe no Obradoiro», ao xeito «do filme Fahrenheit 411».

Antes de seguir adelante, convendría aclarar que esa película es la adaptación de una novela escrita algunos años antes por Ray Bradbury y que la cifra que acompaña a Fahrenheit no es «411», sino «451» pues es precisamente a la temperatura de 451 grados de la escala Fahrenheit a la que arde el papel. Pero lo importante aquí no es saber si es el diputado Aymerich o el redactor de ese periódico quien desconoce la obra de Bradbury. Dejemos la anécdota y vayamos a la categoría.

La prohibición del uso de libros de texto en lengua distinta de la lengua en que se imparta la asignatura puede ser discutible desde un punto de vista constitucional: pues parece claro que estamos ante algo que contraviene la libertad de mercado de libros de texto. Y la libertad de mercado, aunque alguno no lo sepa, está consagrada en la Constitución.

La prohibición en cuestión también puede ser cuestionable desde un punto de vista pedagógico, por un lado, porque un libro en la lengua materna del alumno, sin duda, le ayudaría a aprender mejor la materia, y por otro, porque se supone que el profesor tiene que recomendar no el libro que esté en uno u otro idioma, sino el mejor libro de la asignatura, pues ese, si no lo es, debiera ser, el objetivo de la enseñanza.

carlos-ruiz-miguelPero es que, además, finalmente, esta prohibición contribuye a encarecer los libros de texto. No hay duda de que un libro con amplia tirada es mucho más barato. Resulta difícil de explicar, y de justificar, que un padre se vea obligado a pagar más caro un libro de texto (ya de por sí caro) porque el mismo ha tenido que ser editado en gallego en una edición muy reducida y no pueda comprar un libro de texto sobre la misma materia que puede ser más barato y de más calidad… sólo porque está en castellano.

N. de la R.
Este artículo se publica con la autorización del autor, Carlos Ruiz Miguel
, Catedrático de Derecho Constitucional en la Universidad de Santiago de Compostela, que también pueden ver en desdeelatlantico. Este artículo fue publicado en el diario ABC, edición de Galicia.

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