Mi Columna
Eugenio Pordomingo (3/12/2010)
Santa Teresa de Jesús, que si que era una Santa, dejó escrito eso de que «la vida es una mala noche en una mala posada», dando a entender que lo terrenal es frágil, banal y escasamente duradero, que hay que mirar a la Eternidad. Pero, a pesar de la brevedad de nuestra existencia en cuerpo y alma en la tierra, a la que alude la Santa avulense, a veces algunas noches y días se nos hacen un tanto duras de llevar.
Ayer me desperté con la desagradable noticia, al menos para mí, de que el dictador de Guinea Ecuatorial, Teodoro Obiang Nguema Mbasogo, estuvo el pasado día 1 de este mes con el Papa Benedicto XVI. El protocolo denomina a ese encuentro, audiencia; aunque en este caso se apela más a decir que ha sido una «audiencia privada».
Con esta visita, son ya cinco las veces que el dictador guineano ha pisado los suelos de la Santa Sede; y con la de ahora, es la segunda audiencia que mantiene con este Papa. Cinco veces, en las que Obiang Nguema ha estrechado la mano del Papa y besado su añillo.
No me imagino, ni por un momento, que la Madre Teresa de Calcuta y el dictador Teodoro Obiang Nguema, platicasen en armoniosa hermandad. Aunque, la primera era tan buena, tan santa, que era capaz hasta de eso y más, si así creía que podía conseguir un mendrugo de pan para sus miles de niños bajo su protección. Pero el Papa, los Papas, son otra cosa. La mayoría están hechos de otro barro…
¿Cómo explicar esta audiencia Papal a las buenas gentes de Guinea Ecuatorial? ¿Cómo explicar esta audiencia Papal a los familiares de asesinados y torturados desde 1979 en la ex colonia española?
No voy a criticar a Obiang Nguema por tratar de que éste y anteriores Papas le reciban -no tuvo el mismo éxito con el Premio Unesco que iba a llevar su nombre-, pues es una faceta más del rol que ocupa. Pero, lo que si me llama la atención es lo que Benedicto XVI, José Ratzinger, piensa sobre el dictador en cuestión, y que ya se ha mencionado en alguna ocasión en este digital. Allá por las Navidades del 2005, en un encuentro del que no voy a aportar más datos, el actual Papa le dijo a una persona lo siguiente: «Hijo, tu Presidente, Teodoro Obiang Nguema, ayuda mucho a la Iglesia…»
¿Cómo se pide una Audiencia con el Papa? Expertos en estos asuntos de la diplomacia Vaticana, nos dicen que una vía o camino muy importante -al menos, es la que utilizó en otras ocasiones, Obiang Nguema-, es la de la Soberana Orden Militar y Hospitalaria de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta, conocida como la Orden de Malta. Al parecer, los contactos entre Obiang y los «caballeros» de la Orden se remontan a tiempos lejanos.
La audiencia Papal a Obiang Nguema me ha dejado estupefacto, gélido y meditabundo, además de cabreado. Pero, el recuerdo de lo que hace poco dijo Ali Agca acerca de que el Vaticano le ordenó atentar contra el Papa Juan Pablo II en 1981, me anima a seguir en mi cruzada particular.
El turco, Mehmet Ali Agca, al que los medios de comunicación han definido como terrorista, que intentó matar al Papa Juan Pablo II, y que quedó en libertad a partir de enero de este año, tras pasar casi 30 años en prisión en Ankara, ha hecho unas sorprendentes declaraciones.
En la cadena de televisión turca, TRT, Ali Agca manifestó que aquel atentado le fue encargado por el cardenal Agostino Casaroli, secretario de Estado del Vaticano durante los años 1979-1990: «Era la persona más allegada al Pontífice. Y el cardenal Michele, del servicio de Inteligencia del Vaticano, planificó el atentado«.
No doy mucha fe a este nuevo testimonio, pues ya antes este turco acusó a los servicios secretos búlgaros de ser los instigadores del atentado, pero él ha hablado y nadie le ha osado criticar. Agca tuvo, que yo recuerde, al menos una entrevista con el Papa -que no audiencia- en su celda. El Papa le perdonó y el Presidente de Italia le indultó. No obstante, cumplió 10 años de cárcel en Turquía por otros delitos pendientes.
Volviendo a la audiencia actual. Por más explicaciones que trato de dar, no llegó a entender el motivo, la causa o razón, por la que el Papa Benedicto XVI ha recibido en audiencia privada a Obiang Nguema Mbasogo.
Una llamada de un conspicuo amigo me aporta un rayo de luz: «Me han comentado de muy arriba que el cierre del Riggs Bank tiene algo que ver con esta audiencia». Un frío recorre mis venas, mientras me viene a mi mente esta bíblica frase: «No te olvides que cuando una puerta se cierra, una ventana se abre».
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