Mi Columna
Eugenio Pordomingo (12/12/2010)
La mayoría de las agencias de noticias, periódicos y cadenas de televisión, nos han hecho llegar la opinión del presidente de casi todos los presidentes mundiales, señor Barack Obama acerca de las filtraciones de la página de internet Wikileaks, propiedad del australiano Julian Assange, a buen recaudo en Londres.
El Presidente Obama considera esas filtraciones, nada más y nada menos, que «actos deplorables»; al menos eso es lo que ha llegado a la prensa desde la mismísima Casa Blanca. Esa frase y otras, se las endilgó Obama -según se han encargado de hacernos saber- a los presidentes de Turquía y Méjico, países que como casi todos los de este mundo, han salido en los miles de «cables» aireados por Wikileaks.
¿Qué le habrá dicho Obama a Zapatero, por ejemplo? Quizás ni se ha molestado. El listado de «cables» sobre España da para mucho; que si aviones de la CIA de escala en Mallorca, que si «vengan para acá todos los presos de Guantánamo que vos nos mandéis», que si el asesinato del camarógrafo José Couso en Irak y la supuesta labor colaboradora con la Administración estadounidense de al menos un juez de la Audiencia Nacional, sin olvidarnos del mal lugar que dejan esos «cables» a Marruecos y de paso al gobierno español en el asunto del Sáhara Occidental.
Parece ser, volviendo a Méjico y Turquía, que fueron los presidentes de esos dos países, Felipe Calderón y Tayyip Erdogan, los que llamaron a Obama para que les diera alguna explicación sobre los comentarios vertidos por sus embajadores. Pero qué más da quién o quiénes hicieran la primera llamada. El caso es que Obama tuvo la ocasión de manifestar que las filtraciones le parecen «deplorables».
Méjico y Turquía -según las filtraciones publicadas hasta ahora por Wikileaks– han sido dos de los países que registran más «cables».
Todos los mandatarios mundiales -en este caso, Obama, Calderón y Erdogan– se han mostrado positivos, pues nada puede afectar a las relaciones con el Imperio. Por otro lado, Estados Unidos precisa de Turquía, por eso está en la OTAN -el único país musulmán-, y quiere meterla, aunque sea con calzador, en la Unión Europea. La relación con Méjico es más amistosa e incierta a la vez. Asuntos como los cárteles de la droga y la inmigración, preocupan a ambos lados de la frontera, pero más a Estados Unidos. Lo que me extraña en ese abigarrado y voluminoso número de «cables» es que los diplomáticos afincados en el distrito federal mejicano, no se dignaran mencionar al obispo de Saltillo, Raúl Vera, y sus críticas y reproches al presidente Calderón por «no reconocer la amalgama de complicidades entre la delincuencia organizada y el Estado mexicano».
Las manifestaciones sobre las filtraciones de Wikileaks, hechas por la Secretaria de Estado, Hilaria Clinton, después de las de su ahora jefe, «Esta revelación es un ataque a la comunidad internacional», son pura anécdota si tenemos en cuenta los cientos de miles (millones en todo el mundo) de personas que han salido ayer a la calle en defensa de la libertad de información, de Wikileaks y de Julian Assange, que a fin de cuentas es lo mismo.
Recuerdo ahora lo que Miguel de Cervantes Saavedra pone en boca de Alonso Quijano, El Quijote: «La libertad, Sancho, es uno de los más preciosos dones que a los hombres dieron los cielos; con ella no pueden igualarse los tesoros que encierran la tierra y el mar: por la libertad, así como por la honra, se puede y debe aventurar la vida».