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Cordura (19/5/2011)
«Lo fácil es descalificar a la política y los políticos. Yo llevo 30 años en política, he sido concejal y diputado autonómico. He conocido a mucha gente con mucho compromiso, con mucho esfuerzo y trabajo…»
(Mariano Rajoy, líder del Partido «Popular»)

Es cierto, Mariano, ¡qué fácil nos lo ponéis! Tú mismo ahí, sin ir más lejos, mencionando a esa gente tan comprometida y esforzada, pero a la vez «olvidándote» de:

Los corruptos encausados de vuestras listas, de los que tú eres el primer valedor.

– Las prebendas de las que gozáis los diputados, senadores y otros cargos públicos (sueldazos autorrevisables a discreción, vitalicios en el caso de ex presidentes, dietas abusivas, absentismo laboral a gusto del usuario, privilegios fiscales, pensiones íntegras tras cotizar sólo unos añitos, inmunidad [=impunidad] parlamentaria…).

– Vuestra habitualmente insincera manera de hablar, como recitando un guión diseñado por vuestros asesores de imagen y márketing político, pensando en el voto más que en el ciudadano, en «la galería» más que en la ética.

– Las sistemáticas mentiras que usáis cuando y donde lo estimáis preciso (sea sobre la honestidad de vuestros corruptos, sea sobre las «armas de destrucción masiva», sean las groseras exageraciones sobre los fallos e irregularidades del «rival» político…).

– Vuestra plena y cómplice entrega a los grandes poderes internacionales, por criminales que sean (guerras contra Afganistán, Irak, Libia…) o por usureros y antisociales que resulten (burbuja inducida, imposición de «los mercados», socialización de pérdidas bancarias…).

– Vuestro llenaros la boca contra la «violencia terrorista» y los «derechos de las víctimas» mientras promovéis contiendas bélicas, aplaudís crímenes de estado, vendéis millones de euros en armas… ¡Vuestra violencia de señores trajeados y encorbatados!

– El mantenimiento de una legislación electoral claramente antidemocrática, que viola el principio «una persona, un voto», impone listas cerradas y privilegia a los principales partidos del establishment.

– La presencia de dirigentes de vuestros grupos (PSOE, PP, CiU…) en cenáculos que conspiran secretamente sobre el rumbo que quieren dar al planeta. Es decir, sobre nuestras vidas. Así ocurre, por ejemplo, con las ministras Trinidad Jiménez y Carme Chacón, vinculadas a la siniestra Comisión Trilateral (ver nota al pie de este texto). O con Rodrigo Rato y Esperanza Aguirre, que han asistido a reuniones del igualmente antidemocrático Club Bilderberg. Foros en los que se toman decisiones a espaldas de los ciudadanos y, casi siempre, en contra de ellos.

¡Como para votaros, Mariano!

Hartos del partido PPSOE (y aledaños político-mediáticos)
Estamos en manos de auténticos mediocres morales. Que además son, gracias a Dios, pésimos oradores, así que difícilmente podrán levantar pasiones. Con ellos la cotidianidad sociopolítica no es sólo inmoral. Es intensamente gris y aburrida a poco que uno guarde cierta distancia frente al circo mediático montado en torno a ellos (circo que, en su función legitimadora del constante paripé, incluye entre sus tareas la de aportar algo de amenidad al cotarro).

PSOE y PP, en apariencia siempre a la greña, son la misma basura moral. ¿Lo dudas? ¿Crees que hay diferencias importantes? Imagínate que te pongan para comer, en un plato un kilo de excrementos, y en otro, kilo y medio. ¿Comerías de alguno?

Ambos han hecho de la constante desvergüenza su seña de identidad. Nada raro, pues en el fondo son el mismo partido. Una especie de Gran Pajarraco (llevamos años advirtiéndolo: ver 1, 2 y 3). Sus dos alas, asimilables ya a «demócratas» y «republicanos» estadounidenses, tienen básicamente los mismos fines. Más que bipartidismo, se ha de hablar de monopartidismo disfrazado. Tras la carnavelesca fachada de una confrontación de siglas e «ideologías», en la que han venido enredando al pueblo para mantenerlo dividido, hay un programa básico común: sumisión al Sistema, entrega de la soberanía popular a «los Mercados» y al Imperio, «democracia» bancaria y del Corte Inglés, defensa a ultranza del régimen-chiringuito «constitucional» que consensuaron con los nacionalistas periféricos como base del chollo perpetuo.

La gente está hastiada. En su gran mayoría, si votan es por evitar que ganen «los otros». Hablar de ilusión por este régimen «democrático» sería como esperar que un niño extravertido prefiriese quedarse con su madre haciendo ganchillo a salir a jugar con los amigos. Los politicastros que manejan este país acabaron ya con cualquier hálito de entusiasmo. A fuerza de recortar la democracia, de reducirla al «derecho a votar cada cuatro años», han conseguido que la gente pierda interés por los asuntos públicos… al menos hasta hace escasamente unas semanas, quizá sólo unos días.

Responsabilidad compartida
Pero que nadie se engañe: si personas de conducta tan rastrera han medrado tanto, la responsabilidad no puede ser sólo suya. ¿Qué hacíamos los demás, estos años, ante semejante espectáculo? Tragar y tragar desde nuestra relativa placidez pequeñoburguesa. Sin apenas otra mira que «llegar a fin de mes» y, sobre todo, desear que llegase el «finde». Todo muy respetable, por supuesto.

Mientras el Sistema aterrorizaba al mundo con sus crímenes (unos directos, otros de bandera falsa), nosotros asumíamos sus mitos oficiales sin dejar de reírle las gracias a una tal Belén Esteban. Mientras se legalizaba la Policía del Pensamiento, nosotros estábamos viendo un partido. Mientras Rubalcaba y Blanco atropellaban los derechos de los controladores aéreos, nosotros aplaudíamos a los tiranos suspirando por nuestras vacaciones. Lo más que hacíamos, en la mayoría de los casos, era llenar los foros de Internet con estúpidos comentarios basados en el falso esquema PP-contra-PSOE, izquierda-contra-derecha, y resumibles en el pueril «Y tú más». Para supremo gozo del Poder.

¿Y ahora? Ahora parece que la gente está que arde, pero según todos los pronósticos Camps arrasará el domingo en su cita electoral. Y salvo ataque de decencia hasta entonces, será el «pueblo» -la mayoría de los votantes- quien le ponga el puente de plata.

Reacción tardía pero necesaria (¿o viceversa?)
Lo anterior busca prevenir los autoengaños pero no invita al derrotismo. Justamente es la pasividad lo que se critica. Y en cuestión de días, mucha gente ha pasado a la acción. Es una inmensa minoría, de acuerdo, pero que refleja las aspiraciones y la indignación de la mayoría aún silenciosa.

Lo que se pide, en plena campaña electorera, es elemental. No persigue más que una mínima regeneración sociopolítica de este país, junto con la defensa de una serie de derechos sociales, ayer indiscutibles, hoy amenazados y recortados. Por supuesto, a la ultraderecha (el de siempre ya ha llamado «niñatos» a los concentrados en la Puerta del Sol) algunas medidas le parecerán propias de la extrema izquierda, pero ninguna de ellas cuestiona siquiera el régimen capitalista, sólo controlar sus crecientes desafueros. El PSOE y sus medios afines, por su parte, vacilan entre la descalificación de las protestas (que son tan antiPSOE como antiPP) y el desesperado intento de uncirse al carro, en vista de la debacle electoral que se avecina. Mientras, la populista Rosa Díez quiere pescar en las aguas revueltas por el movimiento emergente. Dirá que su formación, antibipartidista, ya anticipaba la línea de los manifestantes… Pero UPyD no es más que una versión en miniatura del monstruo PPSOE (con más énfasis «PP» que «PSOE»), exactamente igual de sistémica y falazmente «democrática». ¿Y la prensa? Lo expresa el bloguero Flashman mejor de lo que nosotros pudiéramos: «La prensa tradicional no puede permitirse un cambio de modelo socio-político, porque no son más que apéndices del mismo poder político que los manifestantes pretenden doblegar. Están protegiendo su cortijo, en el que nos tienen atrapados a todos. Somos sus rehenes, y reaccionan como todo secuestrador hace si su víctima intenta escapar…»

zapatero-y-rajoyTodo lo cual, al recordarnos el inmovilismo que preside eso que llaman «democracia», no hace sino confirmar la extrema necesidad del cambio genuino. Pero el temor, casi una convicción, es que la reacción ciudadana llega tarde. Ya hemos aludido al tiempo desperdiciado. Una serie de años en los que, a golpe de «versión oficial» de los macroatentados, y de «única solución» para la crisis, los enemigos de los pueblos nos han tomado una enorme delantera. Los medios de masas, por entero a sus órdenes, han impuesto los tabúes correspondientes frente a los que tantos -mojigatos, candorosos o cobardes morales- dan siempre un paso atrás, incumpliendo el humano deber de pensar. Hemos dejado ya por demasiado tiempo que el Poder -un Poder unido frente a unos pueblos divididos- nos imponga su discurso y su lenguaje, nos haga comulgar con sus claves sistémicas como único marco de debate posible. Ahora, con nuestra enternecedora miopía característica, tenderemos a pensar que retorna la esperanza. No será, nos tememos, sino otro espejismo que volverá a quebrarse con el próximo autoatentado del Poder, la próxima catástrofe «natural», y el mensaje de miedo y tiranía paralizantes que traigan consigo.

Y no obstante…, ¡democracia real ya!
Sea como fuere, agotar todas las vías en la defensa de la ciudadanía -de la humanidad, en suma- será siempre un deber moral. Sólo así es posible, siquiera, que algunos despierten a la realidad de su condición humana, quizá de su extrema maldad, y tal vez no pocos comprendan el valor del testimonio altruista. ¡Que «un mundo mejor» debiera ser algo más que un eslogan bonito, señores!

Con vistas a seguir adelante, propongamos algunos compromisos irrenunciables:

1. Firmeza en los valores. Mantener contra viento y marea la pureza del movimiento. Y si alguien lo mancilla, luchar siempre hasta restaurarla en su integridad.

2. Evitar la tentación de la violencia de cualquier tipo y en cualquier grado. Teniendo presente que, ubicuo como es, el Sistema se infiltrará para provocarla o directamente aplicarla. La no violencia ha de ser una seña de identidad tan importante como la que más, pues, como decía Gandhi, «los fines están inevitablemente conformados por los medios».

3. Eludir cualquier camino sectario, pero sin renunciar al programa mínimo. Ni a contar con la experiencia y la ayuda de personajes connotados pero que han demostrado sobradamente su independencia, como Julio Anguita, el único político a la vez brillante e intachable que dio la pseudodemocracia española.

Y mucha calma siempre… Con este proceder, quizá no derrotemos al Sistema, pero al menos habremos vencido la batalla individual de la fidelidad a la conciencia. Y al concluir nuestras vidas -cada cual tiene que vivir y morir la suya-, sabremos que habrá valido la pena.

Algunas direcciones útiles

No Les Votes
Democracia Real Ya
Juventud Sin Futuro
ATTAC
Indignaos (de Stéphane Hessel)

N. de la R.
Este artículo se publica con la autorización de Cordura.