Mi Columna
Eugenio Pordomingo (6/7/2011)
La francesa Christine Lagarde, la nueva directora del FMI (Fondo Monetario Internacional), ha visto incrementado su salario en un 11%. En su primer día de trabajo en el FMI, cuya sede se encuentra en Washington, la francesa Lagarde supo de la nueva retribución que conlleva el cargo, que nada más y nada menos, es de 467.940 dólares anuales (324.000 euros), aparte de otros 84.000 dólares en concepto de «dinero de bolsillo», de libre designación, a criterio; o sea, para gastos en los que no tenga que utilizar la VISA o se abonen con factura. Aparte están las gabelas de ágapes diarios, alojamiento, transporte y amplio abanico de «efectos colaterales económicos».
Como es sabido, Lagarde ha sustituido al también francés, Dominique Strauss-Kahn, tras su escabroso asunto de acoso, abuso sexual, relaciones consentidas o lo que vayan ustedes a saber. Lo cierto es que ese hombre, no es la primera vez que tiene problemas debido a su ligereza en bajarse ese instrumento que inventaron los militares turcos, la llamada cremallera o, como dicen en Argentina, «cierre relámpago». Ya se pueden imaginar ustedes que el invento se produjo a causa de facilitar la labor o actividad del arma que se esconde tras la cremallera.
Cada día que pasa, el asunto Dominique Strauss-Kahn me huele a algo preparado desde algún centro de poder francés. Esa impresión no me impide reconocer la facilidad de Strauss-Kahn para caer con rapidez en la atracción de un escote prolongado, una falda más alta o un sujetador apretado. Por eso, los supuestos «diseñadores» de su caída como alternativa socialista a Sarkozy lo han tenido fácil. A Dominique Strauss-Kahn le ponen una escoba con falda y sostén y los sentidos se le alteran, le sube la bilirrubina y se agita más que un gato ante una sardina.
Pero allá este hombre con sus supuestas apetencias eróticas y las consecuencias que de ellas se deriven. Lo que nos debe importar es que por «respetar las más altas normas de conducta ética de acuerdo con los valores de la integridad, imparcialidad y discreción», le suban el salario a la directora del FMI un 11%.
Nos debe preocupar, y mucho, saber qué se esconde tras eso de «respetar las más altas normas de conducta ética de acuerdo con los valores de la integridad, imparcialidad y discreción». Decir que el FMI tiene una conducta ética es atentar contra la más mínima inteligencia de los humanos, aunque ésta se encuentre seriamente atacada por el virus de la televisión, que como dejó escrito Federico Fellini «es el espejo donde se refleja la derrota de todo nuestro sistema cultural».
El jugoso, obsceno y provocador contrato que ha firmado la nueva directora del FMI le compromete a «evitar la conducta inapropiada» y «apariencia impropia», algo que me parece incompatible con las habituales prácticas de ese organismo.
No hay duda que Sarkozy ha ganado una nueva batalla al colocar a su ex ministra de Economía al frente del FMI, pues no hay que olvidar que la banca francesa es la acreedora más importante de la deuda de Grecia.