Sin Acritud…
Cordura (26/8/2011)
Alguien a quien aprecio me decía hace unos días: «La coherencia moral te impele a hablar de Siria.» Seguramente tenía razón. Y de la hambruna en el Cuerno de África, añado yo. Hablar sin caer, tanto en uno como en otro caso, en lugares comunes o en críticas manidas que para (casi) nada sirven. Y con suma prudencia… Sabemos cómo se las gastan los medios «informativos» sistémicos.
No es fácil… No es fácil pronunciarse cuando, una vez más, los poderes terrenales nos plantean un «dilema moral» de origen espurio: o la espada de Asad, o la de la OTAN. Eso es -engañarnos a estas alturas sería de idiotas- lo que está en juego según el planteamiento sistémico.
Ciertamente, no parece razonable dudar que el gobierno de Damasco está perpetrando una feroz represión. Las evidencias que la negaban en el caso libio no se dan aquí, a pesar de que también respecto a Siria está funcionando la bellaca y falaz propaganda del Sistema. En cualquier país es intolerable que un gobernante, que se supone (?) ha de servir a su pueblo, se dedique a pisotearlo y, no digamos ya, a masacrarlo.
Pero eso no debe llevarnos a olvidar el telón de fondo, que además viene de atrás. Al régimen sirio -antisionista, pro palestino, aliado de Irán- le tienen ganas desde hace tiempo el Imperio y, sobre todo, «Israel». Su firmeza ha sido desde hace años un valladar frente a la total dominación imperialsionista en el Líbano. Es sensato pensar que existen viejos planes para acabar con la «dinastía» Asad. Más claros, si cabe, desde que brotaron las revueltas, parcialmente orquestadas, en el mundo árabe. Las que, encauzadas a conveniencia, tienen como destino final doblegar y destruir a la república islámica iraní.
En este marco, no deja de resultar sorprendente (?) la actitud de Amnistía Internacional (AI), organización a la que todavía tenemos por seria. En sus campañas, y entre otras medidas contra Siria, viene reclamando la actuación del Consejo de Seguridad de la ONU y la remisión del asunto al Tribunal Penal Internacional (ver también). Pero AI no puede haber olvidado el juego sucio de ese Consejo en los últimos años, por no remontarnos más atrás. Contra Afganistán, contra Irak, contra Irán, contra Libia. No puede ser ajena al uso de pruebas falsas ni al doble rasero que sistemáticamente aplica ese órgano supuestamente pacificador. Tampoco puede ignorar el papel que ha desempeñado en el caso libio el Tribunal Penal Internacional. Un papel instrumental para el Imperio de la mano de su actual fiscal jefe, Luis Moreno Ocampo (quien ya en febrero pasado llegó a dar por hechos los crímenes de Gadafi pese a reconocer su falta de información). Ni es verosímil que haya olvidado los atropellos de la OTAN, brazo ejecutor de la ONU, algunos de los cuales -todavía recientes- han sido denunciados por la propia AI.
Siendo así, ¿a qué juega Amnistía Internacional? ¿Se está «avaazizando» por momentos? Al reclamar el citado paquete de medidas dice que eso es lo «mínimo» que debe hacerse… ¿Acabará exigiendo la imposición de una «zona de exclusión aérea», conocido eufemismo para la guerra de agresión? ¿Es inevitable que AI caiga en el falso dilema imperialista «O con Asad, o con la OTAN»? ¿Por qué no exige, llegado el caso, una reactivación de los relegados Cascos Azules de la ONU como fuerza pacificadora realmente independiente? ¿O es que cree que la solución para que Aad deje de matar sirios es que los mate la OTAN?
Mientras tanto, ¿a quién puede sorprenderle?, algunos ya advierten acerca de los tambores de guerra contra Siria. Es el caso del embajador de Rusia ante la OTAN. El propio Imperio ya empieza a pasar del disimulo a las amenazas apenas veladas. ¿No le dice nada esto a AI?
Hace unos días se han cumplido se han cumplen 66 años del genocidio nuclear de Hiroshima. Sus culpables, los mismos que ahora lideran la OTAN y la ONU, aún no han pedido perdón por la barbarie. La condena internacional todavía está por llegar.
Sabiendo eso, y todo lo demás, ¿es admisible que AI reclame su intervención en Siria?
N. de la R.
Este artículo se publica con la autorización de Cordura.