Alcalá de Henares (Madrid)
Alonso Guerrero (12/11/2011)
En este país, los trending topics están cada vez más rebajados. La prueba que lo confirma se vio en el debate electoral entre los dos candidatos con más posibilidades de convertirse en el Juan Tamariz de La Moncloa. Ambos jugaron con cinco ases, y nadie supo cuál de ellos se los robó al otro. Se cuidaron todos los detalles. Se construyó un escenario carísimo para que los dos se sentaran sin mirarse a los ojos, como Fischer y Spassky. Se midieron los tiempos como si la cuenta atrás para este país no hiciera ya mucho que ha concluido.
Se pactaron los temas para que ninguno tuviera que referirse a la felicidad de los españoles y, finalmente, los dos ganaron el debate.
Hubo alfombra roja y las legiones de correligionarios, en Génova y en Ferraz, aguardaron en la fría noche para proclamarlos presidentes del gobierno. Al bajar de los coches, los portavoces les susurraban al oído aquello de los generales romanos: «Recuerda que sólo eres un hombre». Los periódicos tenían ya todo escrito, sólo hubo que respetar un poco los plazos, para que las rotativas no se escandalizaran. En cuanto a los asuntos tratados en el debate, la democracia lleva ya veinte años preparándonos para comer esa basura. Desde el lunes, las sinergias mediáticas no hacen más que señalar al que ganó.
Ninguno fue capaz de ganar. Cuando alguien que dice que Esperanza Aguirre no llama vagos a los profesores se enfrenta con alguien que proclama qué haría si llegara al sitio donde ya está, es imposible que la gente que se cree todo este montaje saque en claro algo más que una nueva y chistosa versión de la fábula de la cigarra y la hormiga. En fin, al menos la gente vivió la noche de los Oscars. Campo Vidal no dejó de parecerse a Billy Crystal, o a Steve Martin, en los momentos en que tuvo que explicar a los candidatos el tiempo que les quedaba para decir lo contrario que el otro.
¿Es esta la gente a la que tenemos que votar? Pues van a tener que repartir bocadillos en las urnas, como si donáramos sangre.
N. de la R.
Este artículo se ha publicado en el Diario de Alcalá.