España
José Manuel G. Torga (10/6/2012)

Alfredo Malo Zarco
Alfredo Malo Zarco

Sabía que, en la Facultad de Derecho de la Universidad de Sevilla, Felipe González había sido discípulo del profesor Manuel Giménez Fernández, catedrático de Derecho Canónico, político de ideología social-cristiana, diputado de la CEDA en la II República, elegido por Badajoz, y ministro de Agricultura durante unos meses en un gobierno de Lerroux. Tras la Guerra Civil resultó rehabilitado y recuperó su cátedra,  si bien  mantuvo la lejanía con el franquismo, algo que le daba una aureola de personaje de la oposición y un cierto carisma ante el alumnado. Durante una etapa,  su personalidad debió de influir en la evolución formativa del joven Felipe González Márquez y hasta en decisiones tan concretas como la de irse con una  beca, para un curso sobre Economía,  a la Universidad Católica de Lovaina, en tierras belgas.

En cambio desconocía que el propio Felipe González, en la enseñanza media, hubiera recibido lecciones de Literatura, en el sevillano Instituto de San Isidoro, de otro docente cuya reputación está ampliamente reconocida: el profesor Alfredo Malo Zarco. Por una concatenación de circunstancias, que ahora no vienen al caso, he tenido noticia de la trayectoria vital de este ilustre educador. Su relación con el ex presidente socialista, en la adolescencia de éste, resulta colateral para centrarme en la figura del educador; pero agotemos esta digresión antes de tomar el hilo central.

Joaquín Caro Romero, periodista y poeta, ya relató en su día, en Abc de Sevilla, cómo un adolescente Felipe, de dieciséis años, para acudir a una cita sentimental, a la una de la tarde, acortó, a su manera, la clase presencial con don Alfredo, mientras éste escribía en la pizarra; saltó por la ventana al patio, pero con tan mala fortuna, que rompió un cristal y la fuga quedó en evidencia, provocando una expulsión momentánea. El incidente debió de solventarse sin daño, porque el político socialista, mucho después, expresó su admiración por don Alfredo, «no sólo como profesor sino como maestro de bondad».

Sobre lo que no hay acuerdo es en lo que se refiere a otra afirmación de Felipe González, referente a  un supuesto profesor Alfredo Malo Zarco presentándose en zapatillas. Hasta en las excursiones iba correctamente vestido, dentro de la modestia impuesta por periodos de estrechez económica. Desde luego nunca pudo competir con un Carlos Slim, en cabeza de los potentados mundiales y gran amigo del ex presidente del Gobierno español, ahora acostumbrado a moverse en unos ambientes que tal vez alteren algunas de sus imágenes.

Alumno de Unamuno
Pero, en definitiva, centrándome sin más en el personaje que motiva este artículo ¿quién fue el profesor Alfredo Malo Zarco?

Los datos esenciales de su biografía figuran en un libro de Carlos Algora Alba, que lleva por título «El Instituto-Escuela de Sevilla (1932-36)», con el subtítulo «Una proyección de la Institución Libre de Enseñanza».

Alfredo Malo Zarco era natural de la provincia de Cuenca, y, en concreto de la localidad de San Lorenzo de la Parrilla, donde vio la luz el 30 de marzo de 1897. Su padre fue funcionario municipal y su madre, maestra. Prematuramente quedó huérfano, a la edad de nueve años, cuando hubo de hacerse cargo de la familia, su hermana mayor, a la sazón estudiante de Magisterio.

La brillantez en los estudios de Alfredo, le permite obtener, con el Bachillerato, cursado en el Instituto de la capital conquense, el Premio Lucas Aguirre, nominado en recuerdo a ese filántropo, que creó escuelas, en Cuenca y en Madrid, orientadas por su mentalidad krausista. Un hecho premonitorio,  si tenemos en cuenta el futuro institucionista del premiado, en esa misma estela filosófica. El logro del galardón quedó registrado en las páginas de «El Progreso Conquense«, periódico que salía a la calle los martes y los viernes.

Obtiene, por oposición, una beca de la Universidad de Salamanca y allí realiza la carrera de Filosofía y Letras, con la calificación de sobresaliente. Como ex alumno de don Miguel de Unamuno, se habría de referir a él como «maestro al que venero».

Alfredo Malo Zarco en familiaEn la Universidad salmantina ya tiene ocasión de conocer y tratar a profesores de la Institución Libre de Enseñanza; luego, en la capital de España, proseguirá con relaciones en círculos de igual signo, incorporándose, como profesor aspirante al Instituto-Escuela de Madrid.

Consigue  alternar la docencia con la ampliación de estudios de Historia así como de idiomas, para los que demostrará una especial facilidad.

Se prepara para la docencia en la segunda enseñanza y obtiene un primer destino en el Instituto San Miguel, de Morón de la Frontera, donde permanece poco tiempo ya que obtiene una cátedra de Lengua y Literatura en Huelva, en el año 1926.

Con una beca de la Junta de Ampliación de Estudios marcha a Inglaterra y luego permanece allí durante dos cursos, como Lector de español en la Universidad de Liverpool.

De nuevo sigue su labor en la cátedra de  Huelva, donde, a lo largo de su actuación,  introduce novedades, como una revista mensual, una biblioteca circulante, un festival de teatro y un campo de tenis para profesores y alumnos.

Participa como profesor y conferenciante en los cursos de la Universidad de Verano de Santander. Desde ese nivel, ya descollante de catedrático, tiene un gesto que pone de relieve su modestia: decide estudiar la carrera de Magisterio, para compartir la profesión de su madre y de su hermana. En 1931 obtiene la titulación de Maestro.

Al año siguiente llega al Instituto-Escuela de Sevilla. José Llavador, compañero suyo, ensalza sus calidades humanas, y sobre su preparación, asegura: «Debajo de una apariencia modesta y sencilla, tenía, en Lenguaje y Literatura, una formación fenomenal». En cuanto a su conocimiento de otras lenguas, era sabido y se subrayó en algunos homenajes: hablaba inglés, francés e italiano; tenía amplios conocimientos de latín, griego y hebreo, así como fundamentos de sánscrito, y estudió, además, ruso.

Está generalmente reconocida su labor académica y extra-académica en el Instituto-Escuela de Sevilla. Como anécdota se cuenta que los alumnos solían denominar a sus profesores por el primer apellido; pero les resultaba contradictorio, en este caso, llamarle «Señor Malo», por lo que él era conocido, por el segundo apellido, como «Sr. Zarco».

Cuando, en Julio de 1936,  triunfa en Sevilla el Alzamiento militar, encabezado por el general Queipo de Llano, resulta suprimido el Instituto-Escuela. El profesor Malo Zarco, que impartía cursos de verano para extranjeros, en el norte de España, retorna a su provincia de Cuenca, donde encuentra hueco, primero como profesor agregado de Lengua y Literatura y, más tarde, en la cátedra de Inglés, que desempeña temporalmente.

 Por otro lado, como refleja Carlos Algora Alba, «contribuye eficazmente para salvar el tesoro religioso y artístico de la catedral de Cuenca». Por eso, prosigue el mismo autor, «con sus manos limpias y la conciencia de que ningún mal había hecho, marcha, en el año 1939, a Huelva».

Tribunal de Depuración
Las consecuencias de la Guerra Civil le llegan en la capital onubense, donde es requerido por el Tribunal de Depuración  con competencia provincial. Como consecuencia de una investigación propia del momento, le imputan varios cargos, entre los que figura la dedicación a propagar ideas marxistas. En el pliego de descargos, entre otros argumentos para su defensa, asumida personalmente, hace constar, refiriéndose a sus alumnos: «Ellos dirán si en mi clase se ha mezclado, ni directa ni veladamente, la política. En cambio creo haber colaborado en más tareas docentes de las que se me exigían. He creído obrar siempre en conciencia y ganarme algún respeto».

En otro momento dejaba clara su posición, con una interrogante de ascendencia socrática:
«¿Es que todo el interés por el obrero, por el humilde -que lo siento y creo que lo sentiré mientras viva- tiene que ser marxismo o socialismo?».

Alfredo Malo Zarco había sido miembro de la Derecha Liberal Republicana, de Noviembre de 1930 a Junio de 1931, una breve militancia que le llevó a desencantarse de la actividad política. Su hijo, el doctor Alfredo Malo Aragón reitera, en efecto, que su progenitor nunca fue marxista y también que hubo falangistas que le trataron justa, respetuosa y humanamente, en los difíciles tiempos de la posguerra. Sin embargo pasó varios meses sin poder ejercer, perdió su condición de catedrático y su nivel de sueldo, y hubo de marchar a Osuna, donde compatibilizó la docencia con actividades como la potenciación del cultivo de la morera y el gusano de seda.

Alfredo Malo de excursión con sus discípulosEn 1950 se traslada a Valladolid. Echa de menos, como en los años anteriores, a colegas y amigos que marcharon al exilio, mientras sufre la rutina de unos métodos de enseñanza que no coinciden con sus criterios más innovadores. No obstante, vuelve a poder tomar parte en los cursos para extranjeros de la Universidad vallisoletana durante los veranos que van de 1951 a 1954.

El año 1956 consigue una plaza en el Instituto San Isidoro, de la capital hispalense, por lo que retorna a la misma. En ella transcurren sus últimos años, que le dan tiempo para poner en marcha y dirigir los estudios nocturnos en dicho Instituto.

Fallece  el 11 de octubre de 1963; el próximo año se cumplirá, por tanto, medio siglo. Sus alumnos le tributaron un homenaje en Osuna y otro en Sevilla, con la presentación de un libro dedicado a su memoria.

Alfredo Malo Zarco representa un modelo de profesor institucionista. Imbatible en su vocación de educador y con generosidad para juzgar a personas alejadas de su pensamiento.

Además de la desgracia de la Guerra Civil sufrió la lucha entre dos concepciones de la enseñanza: la laica y la confesional. La disyuntiva entre los Jesuitas y la Institución Libre de Enseñanza, que se desplazaron incluso de locales concretos. Deberían resultar compatibles porque a uno y otro lado había personas valiosas. Eso es lo que habría de contar, por encima de ideologías excluyentes