Mi Columna
Eugenio Pordomingo (23/8/2012)
Medios de comunicación españoles comentan que este es el peor verano que han pasado los Borbón. «Un verano diferente para la Infanta Cristina« titulaba uno de ellos, mientras que la mayoría recurrían a la «tristeza» que embarga a los miembros de la Casa Real. Es la postura de la «prensa rosa» o del «corazón», que incluso nos ha mostrado la caterva de nietos (de los Reyes), aunque los más fotografiados -por supuesto por la revista HOLA-, han sido las hijas de Felipe y Letizia, más conocidos como Príncipes de Asturias.
Otros medios de comunicación nos mostraban la otra cara de la Familia, la de los suculentos «negocios» a través de la empresa Nóos y otras (fifty-fifty, Iñaki Urdangarin y Cristina de Borbón). Claro, que otros apostaban por los Príncipes de España para fueran los encargados de impulsar la «marca España».
Este año la Familia se ha fragmentado, sin que haya programa informático ni proyecto mediático que la «desfragmente». Ya es una «familia desestructurada» como otras tantas; se ha roto, ya sin ocultamiento alguno. Cada uno por su lado, pero todos a costa del Estado. Uno, consiguiendo que, a pesar de la crisis, le ampliaran su jugoso contrato internacional en Telefónica, ahora MoviStar; la otra, evitando -consiguiendo con ayuda paterna y de un juez rojillo- no ser ´estigmatizada´.
Pero el verano -que no veraneo- lo padecemos el resto, viendo como nuestros bosques, cada vez más escasos, se queman sin que nadie se atreva a decir de dónde pueden venir las cerillas que prenden la hojarasca no recogida. El verano que sufrimos con más de dos millones de ciudadanos que han caído en la trampa de adquirir «preferentes» sin que nadie ose llamar estafa a ese producto bancario ofrecido a diestra y siniestra, sobre todo a octogenarios. El verano nos lo está dando la clase política con su incapacidad, despilfarro, cobardía y sin saber qué hacer ante la que se nos viene encima.
El verano nos lo están dando, también, los banqueros, especuladores financieros (mercados) y Angela Merkel, ex líder comunista de la RDA (República Democrática Alemana).
Esos medios de comunicación a los que me refería antes, al menos una gran parte de ellos, se compadecen de las atribulaciones por las que pasan los miembros de la Casa Real por la escasa consideración que les tienen sus súbditos. Los devaneos amorosos del Rey Juan Carlos ya no son tolerados como antaño cuando la buchaca estaba más o menos llena y los recortes no habían diezmado el bienestar social acumulado de la mayoría de los ciudadanos españoles.
En este guirigay de aventuras, desventuras y hacer todo lo posible por mantenerse en el lujoso chiringuito del Poder, ha pasado casi desapercibido el numerito que algunos miembros de la Casa Real montaron en Londres durante la celebración de las Olimpiadas. La Reina Sofía, que suele vivir allí, y los Príncipes de España, fueron los protagonistas.
Pero el distintivo (prepotencia, soberbia) se lleva en los genes, y a pesar de que trataron por todos los medios de ofrecer una imagen popular y populachera, gritando, riéndose a mandíbula batiente y agitando la bicolor cuando España conseguía alguna medalla, no pudieron evitar «salirse del tiesto».
La Reina Sofía y los Príncipes de Asturias, que habían asistido al combate de taekwondo entre Sebastian Crismanich y Nicolás García, no querían perderse la ceremonia de entrega de medallas, pues el español consiguió la de plata. Ni corto ni perezoso, reina, hijo y nuera, se dirigieron a la zona mixta para felicitar al canario Nico García. Detrás iban, los escoltas por supuesto, Alejandro Blanco, presidente del COE, y Federico Trillo, embajador español en el Reino Unido. Una vez en el recinto, un modesto voluntario de la organización de los Juegos Olímpicos no les permitió el paso al no disponer de la preceptiva acreditación, y fueron expulsados.
La prensa blandibu comentó el hecho, diciendo que las autoridades españolas se «tomaron con buen humor y paciencia la extraña situación», y que a continuación otros miembros de la delegación española «informaron al voluntario de quién se trataba». La noticia la remataron más o menos así: «Acto seguido, tanto la Reina como los Príncipes pudieron acceder al medallista español, a quien felicitaron y abrazaron». Lo cierto es que los medios de comunicación -excepto honrosas excepciones- ocultaron algo.
¡Usted no sabe con quién habla!: «¡Soy el heredero de la Corona de España!».
Si el Príncipe de Asturias hubiese estudiado en España o en Italia, y no en Estados Unidos o Canadá, quizás le hubiesen explicado aquello que decían en Roma a sus héroes: «No olvides que sólo eres un hombre».
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