inemEspaña/Economía
Manuel Funes Robert
 (5/11/2012)
De poder elegir yo el calificativo que mas me cuadra en mi vida pública sería el de revelador de tópicos y lugares comunes, esas aparentes verdades que todos dan por buenas y cuyo fondo nunca se investiga.

Uno de los tópicos más extendidos es el del envejecimiento de la población, cuando estamos viviendo exactamente el fenómeno contrario, pues cada vez hay  mas jóvenes y no cada vez más viejos. Y este anti tópico toma su fuerza de su firme alianza con la biología humana. Y así, en la Alemania de Bismark, donde nacen las pensiones por edad pagadas por el Estado, la vida media era de cuarenta años. Hoy, es más del doble. Piensen, una persona de cincuenta años, hoy es joven; hace 50 años le considerábamos viejo.

Pero no solo aumentaba en cantidad sino en calidad, lo cual nos lleva a la conclusión de que la juventud se prolonga y la vejez se aleja, confirmando mi aserto del párrafo anterior.

Ello tiene la consecuencia de que estamos calificando de viejos a los que todavía son jóvenes y al dar por fija la edad de jubilación estamos expulsando anormalmente  del mercado laboral a gentes que pueden, necesitan y desean seguir trabajando. Y por ello acontece que mientras se alude de continuo al paro de los jóvenes, no se alude nunca al paro de los que siendo todavía jóvenes se computan como viejos. Por ello estamos cargando a la sociedad este paro forzoso de una parte de la población que crece día tras día por ello damos por buenas las alusiones al alejamiento de la fecha de jubilación, aunque por otros motivos.

En el grupo de los parados jóvenes, siempre tienen a su alcance el recurso de la esperanza, mientras que en segundo grupo, no es que no haya esperanza, es que esa esperanza, cada día que pasa es cada día menor, por ser la edad fatalmente mayor. A esta figura la podemos llamar parados vitalicios. Lo terrible de esta crisis es cuando el joven parado deja de ser joven sin dejar de estar parado. Este es el parado vitalicio.