Guinea Ecuatorial
Diego Camacho (23/3/2013)
Teodoro ObiangEl cambio apreciable de los gobiernos de EEUU, Francia y España hacia Guinea Ecuatorial, permiten aventurar que el ciclo protagonizado por Teodoro Obiang llega a su fin. La dejación de los sucesivos gobiernos españoles, desde la independencia, ha colocado a este pequeño paraíso ecuatorial en manos de dos sangrientas dictaduras que han impedido a sus habitantes gozar de libertad y de la riqueza que posee. Con el descubrimiento, hace una década, de petróleo y gas, sus habitantes gozarían de una renta per cápita superior a la de España y mayor que la de cualquier país africano, si no hubiera sido por la apropiación que de estos recursos han hecho los Esangui del clan de Mongomo. 

La gota que hizo rebosar el vaso fue cuando el Presidente Obiang mediante la oportuna reforma constitucional pretendió convertir la República en Monarquía, y pasar el poder a su hijo ´Teodorín´ .

Severo Moto, líder del Partido del Progreso, es el cand  idato mejor colocado para la nueva etapa y ante él se abre un reto apasionante y nada fácil, integrar las diferentes identidades de este pequeño pueblo, para permitir la convivencia en libertad y prosperidad. El mayor problema para lograrlo reside en la desconfianza tradicional que las etnias minoritarias tienen hacia la que ha sido dominante durante muchos siglos, los fang.

En un pueblo cuya población vive con un dólar al día y en donde los ingresos son acaparados por el clan dominante, el camino adecuado no es plantearse una Constitución y un aparato administrativo al estilo occidental, eso es lo que hizo Macías y más tarde Obiang con el resultado conocido por todos. Los dictadores africanos siempre encuentran en Occidente a personas dispuestas a propagar los avances de esas dictaduras hacia la democracia, siempre y cuando sus servicios sean generosamente retribuidos, de una manera o de otra. El avance hacia la democracia se convierte así en la coartada para perseverar en el status quo sangriento y en el mantenimiento del tirano.

El modelo que propongo es pragmático con arreglo a la situación existente. En lugar de partir de lo ideológico para llegar a la igualdad. Negociemos la igualdad, repartiendo los ingresos de manera proporcional a la población y una vez se esté disfrutando del bienestar económico, hablemos de política. Con ello, se podrá superar la desconfianza ancestral y establecer el inicio de un tiempo nuevo.

El gobierno español no debe dejar pasar esta oportunidad y debe ser consciente del deber moral que tiene hacia el pueblo guineano. Su lenta marcha hacia la libertad ha sido en gran medida a causa de nuestra ceguera y cobardía.