Elvira González Jiménez, cooperante con el pueblo saharaui de apoyo a la UNMS; Mariam Burhimi, Zonas ocupadas (Equipe Media) arrestada y torturada por las fuerzas de represión marroquí; Jadiyetu El Mohtar, representante de la UNMS en España; y Cheja Abdalaje, saharaui nacida en los campamentos de refugiados.
Elvira González Jiménez, cooperante con el pueblo saharaui de apoyo a la UNMS; Mariam Burhimi, Zonas ocupadas (Equipe Media) arrestada y torturada por las fuerzas de represión marroquí; Jadiyetu El Mohtar, representante de la UNMS en España; y Cheja Abdalaje, saharaui nacida en los campamentos de refugiados.

Sáhara Occidental
David Bollero (7/3/2014)
Ayer tuve la oportunidad de aprender un poco más de las mujeres saharauis. Con motivo del Día Internacional de la Mujer, la Unión Nacional de Mujeres Saharauis (UNMS) organizó una jornada, en colaboración con la Asociación de Amigos del Pueblo Saharaui de Madrid, dedicada a la mujer saharaui, a cómo es su lucha tanto en los campamentos de refugiados como en los territorios ocupados. Y, una vez más, AISGE (Artistas Intérpretes Sociedad de Gestión) prestó sus instalaciones para el acto, siempre comprometida con la causa de este pueblo.

Arrancó la jornada Jadiyetu El Mohtar, representante de la UNMS en España, y lo hizo para llamar la atención sobre hechos que con demasiada frecuencia pasan inadvertidos. En primer lugar, la importancia vital de la mujer en los campamentos de refugiados; a fin de cuentas, «fuimos nosotras las que aseguramos los pilares de la estructura de lo que son hoy estos asentamientos, pues cuando llegamos al desierto los hombres estaban en la guerra».

Desde entonces, el peso organizativo de los campamentos de refugiados ha recaído sobre las mujeres y, soy testigo de ello tras mis numerosos viajes al Sáhara, funciona como un reloj. Haber conseguido un nivel organizativo de este tipo no ha sido fácil, como tampoco lo ha sido consolidar ese modelo democrático e igualitario que existe en los campamentos y, de hecho, ha tenido su precio: «La invasión marroquí y la pasividad de la Comunidad Internacional, con España y Francia a la cabeza, han ralentizado nuestra propia lucha por la igualdad como mujer».

Y ello a pesar de que, aunque se trata de una cultura musulmana, la saharaui se desmarca con leyes no escritas como el reconocimiento de la tutela de los hijos para la mujer o los bienes gananciales en el matrimonio. Con todo, Jadiyetu advierte que «somos un estado en el exilio y cuando seamos un pueblo independiente, tendremos que compartir ese espacio con los hombres y no queremos que mermen nuestros derechos».

Por esta razón, la representante de la UNMS subraya que «queda mucho por hacer en cuanto a derechos como los de herencia, matrimonio… y, aunque no tenga visibilidad porque la mayor parte de nuestros esfuerzos se dirigen a nuestra autodeterminación como pueblo, seguimos trabajando en ello para que se incluyan en la nueva Constitución saharaui».

«La mujer saharaui sí, es un modelo», concluye, Jadiyetu, «pero tiene que seguir avanzando, apoyándose en otras mujeres árabes, europeas, latinoamericanas… porque hay muchas más cosas que nos unen, muchas más de las que nos separan».

Mujer valiente
A esta intervención le siguieron otras dos, por un lado la de la activista y periodista de Equipe Media, Mariam Burhimi, que desde los territorios ocupados cubre informaciones y violaciones de Derechos Humanos que, en ocasiones y como sucedió recientemente, le pasa factura con agresiones (hace unos meses sufrió, incluso, una fractura de brazo).

ChejaAbdalaje (D.B.)
Pero sin duda el testimonio que más me impactó fue el de ChejaAbdalaje, una joven saharaui nacida en los campamentos de refugiados que jamás conoció, por ejemplo, a sus abuelos, sus tíos… que viven en los territorios ocupados. Tanto es así que, según explicó, «hace unos meses murió mi abuelo, al que nunca conocí, al que la ocupación me ha impedido llorarle».

El arranque de su charla fue sobrecogedor: «He tenido la suerte de nacer en un campamento de refugiados». ¿Suerte? Sí, porque «por eso hoy soy así, por eso hemos tenido una infancia rica en emociones, nada material, pero sí muchas emociones», describía Cheja, que aprovechó para homenajear a su propia madre.

«Ella se sacrificó por darnos una educación, por que tuviéramos lo que ella nunca tuvo y, sobre todo, por enseñarnos que valemos por ser quienes somos, por nosotras mismas», explica la joven. Cheja recordaba los días en los que tenía que estudiar y ni siquiera podía abrir los ojos por el hambre o la deshidratación, «pero era un obstáculo más que había que superar, eso es todo». Una prueba más de, como ella misma se encargó de subrayar, «la mujer saharaui es valiente, con mucho orgullo, amor propio y ganas de luchar».

El discurso de Cheja caló en el nutrido auditorio por el profundo sentimiento del que partía, por su sincero llamamiento a la colaboración: «por ser mujeres musulmanas, tenemos que luchar doble, pero no podemos tirar la toalla y necesitamos el apoyo de otras mujeres». Y concluyó metiéndose a todos en un bolsillo asegurando, en relación a sus seres queridos al otro lado del Muro de la Vergüenza y a su propia tierra invadida por Marruecos, que «el amor por lo que nunca has visto ni conocido es un amor puro, porque se basa simplemente en nuestro derecho».

N. de la R.
David Bollero es periodista, colabora en varios medios de comunicación, entre ellos espacioseuropeos y en la Tertulia Espacios Europeos


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