Guinea Ecuatorial
Severo Moto (28/7/2014)
Las listas del Partido del Progreso de Guinea Ecuatorial ganaron las elecciones municipales de 1995, por una mayoría que superó en casi todos los casos el 60% del los votos emitidos. Fue una victoria redonda y amplia. Una victoria —como es bien sabido y está sobradamente documentado— robada por Obiang con un pucherazo grotesco.
El pucherazo se ejecutó a golpe de silbato y culata, se produjo en los recuentos de las distintas mesas y, por supuesto, en lo que parecía una Junta Electoral Central y que no pasaba de cuadriga de malhechores. Es agua pasada. Al poco tiempo asaltaron la sede principal del Partido, robaron nuestras actas, las que pudimos rescatar de las distintas mesas y los informes de nuestros interventores en el que se relataban, caso por caso, los hechos producidos. Nos robaron, asimismo, el libro de afiliaciones. El Partido del Progreso había logrado la afiliación voluntaria del 30% del censo electoral. Cifras muy esclarecedoras, cualquiera puede proyectarlas, que aportan luz y taquígrafo sobre el aislamiento dramático, antiguo, que padece el régimen de Teodoro Obiang. Tenemos la certeza de que el libro de afiliaciones no ha sido destruido e indicios de donde se conserva. Ojalá, su rescate, algún día, permita reescribir tan desgraciada historia (la de Guinea Ecuatorial).
Les hablo de un Partido, el del Progreso, que ha sido ilegalizado en tres ocasiones, en 1988, cuando se nos negó su inscripción; en 1998, diez años después, a los tres años de su legalización (1995) y en el 2003 donde, de nuevo, doblemente, se ilegalizó la ya ilegalidad. Obiang convoca elecciones para competir contra la prensa internacional. Organiza simulacros, puestas en escena, bufonadas que, a las pruebas me remito, han venido siendo del agrado de la vieja metrópoli, de las legaciones diplomáticas destacadas en mi país y de los organismos internacionales. Complacencias que de vez en cuando se ven interrumpidas por agrias descalificaciones de la persona de Obiang y de su régimen, como ocurriera con motivo del último G8, en el que David Cameron le dedicó varios párrafos del discurso inaugural.
El departamento de Estado de los EE. UU., calificó las últimas elecciones generales, mayo de 2013, de ‘oportunidad perdida’. Poco más. Es cierto que tanto Obiang como su hijo, ‘Teodorín’ tienen causas judiciales abiertas, en Francia y Estados Unidos y que a punto estuvieron de detenerlos en España de no haberse interpuesto el oscuro juez español, el Sr. Garzón, que no advirtió indicios de criminalidad y barbarie en los casos de canibalismo y persecución que se denunciaban. Al Sr. Garzón le puede fallar la memoria, a los guineoecuatorianos, de momento, no.
Las complacencias sucesivas de la legaciones diplomáticas, de la antigua metrópoli, de los organismo internacionales, de la prensa internacional, con el Sr. Obiang, a los que tanto sufrimos sus dentelladas, con razón, nos parecen, sin nada que lo justifique, desvergonzadas. Y tenemos razón, pero no toda. La carga de la prueba, ahora, recae íntegramente sobre Obiang. Y es un hecho sustantivo, de capital importancia. Hasta hace bien poco era la oposición la que tenía que demostrar sus credenciales democráticas. Por fortuna, en bien de la cordura universal, ya no es así y lo que está en entredicho es la persona de Obiang, su régimen y la encarnadura moral de los comisionistas que le sostienen. Y sería injusto no citar a las petroleras de los Estados Unidos, tan felices y despreocupadas de la suerte del pueblo de Guinea Ecuatorial. Son entidades que nos deben una explicación. Y lo traigo a colación siguiendo el hilo discursivo del Sr. Cameron. Guinea Ecuatorial es una país opaco, los son todas sus cuentas y la extracción de las importantísimas reservas de hidrocarburos que tiene mi país ha sido más, lamentablemente, un maldición que una bendición.
Le robo el título de esta tribuna, “Sé que estás pensando en mí” a Tony Zenet y lo hago para referirme al Sr. Obiang. Sé que estás pensando en mí. Vuelvo a Guinea Ecuatorial. Sé que lo sabe. Le pedí conversaciones por carta en fechas anteriores a mayo de 2013, y ya entonces me recordaba, tengo la carta, que tenía causas pendientes con la justicia. Vuelvo, se lo comuniqué a su enviado especial para interesarse por mis intenciones. Sé que lo sabe y sé que sabe que no le pediré ni imploraré indulto alguno al que, por otro lado, tengo derecho por ser juzgado y condenado en mi ausencia y con imputaciones falsas.
Vuelvo a Guinea Ecuatorial. Sí. Vuelvo. Lo anuncio públicamente. Vuelvo. Digo lo que le dije a sus enviados: vuelvo. “Es lo que menos me conviene, lo que tanto me apetece, lo que más me da la gana”. Y traigo otra vez a colación un estribillo de Tony Zenet. “Es lo que menos me conviene, lo que tanto me apetece, lo que más me da la gana”. Yo estoy, a mi manera, desposado con Guinea Ecuatorial, atropellada y maltratada por usted. A ella vuelvo aunque no me convenga lo que me espera. Yo la quiero y quiero vivir y morir, si fuera el caso, entre sus brazos, al olor de su tierra. Sr. Obiang, no necesito su clemencia para obtener mi pasaporte. Tengo derecho a él. Yo vuelvo a mi país, un país que no estoy nada seguro que sea el suyo. Todas las oportunidades que la historia le ha brindado —para redimir su sadismo— una tras otra, las has tirado al excusado.
Sé que presume de ser el dictador en ejercicio, 34 años, más longevo del mundo, con permiso de Fidel Castro; sé que se ufana de sus habilidades en el concierto de las naciones; sé que presume, asimismo, de tener a buena parte de los mandatarios de Occidente en nómina; sé que amenaza, envalentonado, después de unos cuantos güisquis, con destruirles si le abandonan y sé, también lo sé, y tengo testimonios directos de aquella reunión familiar —ocurrida en septiembre de 2001— en la que anuncia el propósito de crear una dinastía y preparar para la sucesión a tu vástago ‘Teodorín’. También sé que dio órdenes para producir el famoso video en el que ‘Teodorín’ —Su Majestad Imperial Toedorín II— hacía una estrafalaria exhibición de poder y riqueza, al calor de los petrodólares, simulando que eran imágenes robadas. Fue el inicio de un vasto programa de tráfico de personas, con el propósito indisimulado de alterar la composición social de Guinea Ecuatorial, diluir su identidad y distribuir derechos políticos alterando el censo electoral. En Guinea Ecuatorial, ya, ahora mismo, hay más extranjeros que nacionales. Lo sé, conozco sus planes.
Sé que el plan ejecutado es, además un plan que le ha permitido facturar 1.000 millones de dólares, a entre 1.700/2.000 dólares por persona. ¡En negro y nunca más cierto¡ En una década has añadido 700.000 extranjeros a una población originaria de 700.000 personas. Los petrodólares y las imágenes ‘robadas’ han hecho de cebo para estimular la emigración hacia Guinea Ecuatorial.
“Sé que estás pensando en mí”. Lo sé. ¿Qué hará conmigo, me engullirá como lo hizo con Manuel Obama, militante del Partido del Progreso. Le abrió el cráneo con un machete y se merendó sus sesos (para coger su fuerza), que le hicieron llegar embolsados en un calcetín. ¿Lo recuerda, cree que lo he olvidado? ¿Me cree tan frágil de memoria? ¿Me meterá en la cárcel y me romperá el talón y los metatarsos, apaleándolos, como hizo a otros muchos militantes de mi partido para impedir que me yerga, obligándome a morir derrotado? ¿Cree que lo he olvidado? ¿Me desterrará en un poblado apartado para que el hambre y el veneno acaben conmigo? ¿Me hará quizá Rector Magnífico Honorario, pensionado, de la Universidad de Guinea Ecuatorial para que me calle y callar con su magnánimo gesto a las legaciones diplomáticas y a la prensa internacional? ¿Qué estrategia utilizará esta vez para anularme y silenciarme?
Detrás de mi no cabalgan las potencias, nunca lo han hecho, como tanto le gusta perorar. El único que de veras cabalga es el pueblo de Guinea Ecuatorial que es menos tonto e ingenuo, pero mucho menos, de lo que imagina y al que le encanta denigrar, menospreciar y aniquilar. Vuelvo Sr. Obiang. No le reconozco como Presidente de Guinea Ecuatorial y mucho menos como mi presidente. Vuelvo a mi país. El mío y que sea el suyo, lo repito, depende de usted. Mi bandera siempre ha sido blanca y sobre ella una cruz. La violencia es cosa suya, muy suya. Usted y la violencia criminal, gratuita, son indisociables. El pueblo lo sabe, todos lo sabemos, la comunidad internacional lo sabe. Si me mata, se mata y si me persigue, se persigue. El reloj de la historia es el único que nunca se detiene. La aguja de las horas ya perfora el corazón de su régimen.
N. de la R.
Este artículo del líder guineano, Severo Moto, que también pueden ver en la página de Internet del Partido del Progreso, se publica con su autorización.
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