Mi Columna
Eugenio Pordomingo (5/12/2019)
Hace ahora más de diez años, concretamente el 25 de febrero de 2009, el prestigioso periodista y profesor universitario, José Manuel González Torga, dejó escrito en el digital Espacios Europeos un texto titulado “Periodistas y medios informativos azotados por la crisis”, que como todos los suyos dejan huella. Torga comentaba que la crisis tiene un “alcance cada vez más general, también va por barrios. Las burbujas revientan, sucesivamente, en distintos sectores”. Y seguía: “El ámbito de los medios de comunicación social resultaba muy vulnerable por la concurrencia de fenómenos heterogéneos que ya producían inestabilidad e incertidumbre. Con la atonía financiera y su repercusión sobre los niveles de actividad económica, se ha complicado mucho la situación previa, planteada por la Prensa gratuita y por Internet, el universo abierto de par en par a los blogueros”. Y nos aportó las cifras de los miles de informadores que por aquel entonces perdieron su trabajo. El pronóstico, lo que se avecinaba, pintaba negro, decía Torga.
Las “cotas remunerativas también dejaron en el pasado remoto situaciones serviles, cuando había periodistas remunerados con el presupuesto establecido para un mulo del Ejército o para un ama de cría de la Inclusa, a cambio, por descontado, de poner la pluma al servicio de los dispensadores de tan sórdidos viáticos”. En definitiva, un enorme retroceso laboral, que de persistir, “llevará a una caída de lo conseguido en todos los frentes”.
El citado periodista, recurrió al latiguillo de que se afirma que sin una Prensa independiente no será posible la democracia. “Pero, a la vez, otro discurso paralelo, indica que los políticos están más tranquilos y felices sin la crítica del hipotético cuarto poder”. La realidad –decía el avezado escritor- es que los medios “pecan de complacencia con los gobiernos más que de otra cosa”, tanto en España como en otras latitudes: “la supeditación siempre les resulta –a los políticos- escasa y los elogios, demasiado tibios”, dejó escrito.
El resultado de lo descrito anteriormente, con sus “ingredientes” particulares, da una atmósfera insana. Que adquiere tintes de desvergüenza, inmoralidad y escasa ética, cuando determinada prensa se somete al son del dinero. O, peor, cuando el capital –grande o pequeño- forma una argamasa infecta con el editor para señalar al político el rumbo a seguir.
Crisis económica, libertad de prensa y ortodoxia ideológica, elementos en liza
George Orwell dejó escrito en el prólogo de ´Rebelión en la granja´, 1937, que “La ortodoxia indica el camino a criticar a una prensa y defender a otra, aunque sin fondo intelectual”. Y aquí, en nuestros lares, los loros abundan en demasía. Son expertos en el arte de difamar y estigmatizar. Si te ponen la etiqueta estás jodido. Y contra eso hay que responder, luchar sin miedo. En este caso, el buen paño en el arca no se vende.
En esa línea de libertad por encima de ideologías, Voltaire afirmó lo siguiente: “Detesto lo que dices, pero defendería hasta la muerte tu derecho a decirlo”.
Uno de los fenómenos más peculiares de nuestro tiempo es el que ofrece el “liberal renegado”, opinaba Orwell. Según él, los que pretenden imponer un nuevo sistema lo suelen hacer por medios totalitarios: hay que aplastar al enemigo sin que importen los medios utilizados para ello. Quieren acabar con todo pensamiento independiente.
Impecable esta frase: “Todos los que sostienen esta postura no se dan cuenta de que, al apoyar los métodos totalitarios, llegará un momento en que estos métodos serán usados «contra» ellos y no «por» ellos”.
Los argumentos contra la libertad de prensa y de pensamiento son habituales y similares en casi todos los lugares. Si la libertad significa algo, es el derecho de decirles a los demás lo que no quieren oír.
Pero para que exista la libertad de prensa debe haber prensa. Es obvio. Si no existe la prensa, el poder (municipal, autonómico o nacional) campa a sus anchas. Y aún así lo hacen, a sabiendas de que pueden tener detractores y críticos, pero también medios de comunicación domeñados, serviles y sumisos, cuando no los amos de esos “servidores públicos”.
El mensual La Información, de Galapagar y Colmenarejo, lamentablemente, cierra. Este será su último número, el de diciembre de 2019. Me da la impresión que ni el “gordo” de la Lotería Nacional lo salvará, y es que su dueño, mi amigo Jesús Calvo González, llevaba un tiempo anunciando –a los íntimos- que por causas varias se veía obligado a echar el cierre. Las motivaciones personales quedan en la alforja íntima de cada uno. Pero en lo profesional, chapeau, que en español quiere decir que uno se quita el sombrero por la labor que ha desarrollado durante 25 AÑOS.
Se dice pronto, ¡25 años!, manteniendo un periódico local –Galapagar y Colmenarejo-, con ninguna ayuda institucional y con inserciones publicitarias que dan para poco. Cuesta imaginar la impresionante labor que ha desarrollado Jesús Calvo. Para los que conocemos algo la prensa, se nos hace cuesta arriba imaginar el trajín que conlleva todo un entramado de funciones: buscar la noticia, redactarla, acompañarla de las fotos adecuadas, perseguir a los colaboradores –un servidor entre ellos-, buscar la escondida y huidiza publicidad, maquetar, bregar con la imprenta y, encima, distribuir el periódico por establecimientos e instituciones. Ardua y dura labor para un equipo de sólo una persona.
Pues todo esto lo ha hecho hasta ahora Jesús Calvo González. No le ha faltado la ayuda de su hermano Jesús y en alguna ocasión la de dos jóvenes profesionales. Pero la verdad es que ha contado con el viento a favor. Pata negra de Galapagar –ahora reside en Colmenarejo-, pero se pasa la mayor parte de su tiempo en el lugar que le vio nacer; comparte la afición taurina, futbolística, musical y asociacionista (ayuda a menesterosos) con sus paisanos (jóvenes, maduros y tercera edad). Conoce, además, como nadie, los entresijos de la política local de los dos municipios y también la empresarial.
Todo esto ha sido un plus que otros difícilmente pueden aportar. Se suele decir que “nadie es imprescindible”, aunque hay casos en los que a uno le surge la duda.
Jesús Calvo González ha sido el cronista de Galapagar y Colmenarejo. El periodista que ha recopilado, comentado, redactado y fotografiado los hechos de las dos localidades.
Galapagar y Colmenarejo han perdido un periódico, pero la familia de Jesús ha ganado mucho.
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