Carlos Alsina.

España
Espacios Europeos (6/5/2021)
Carlos Alsina reflexiona en su Monólogo de Más de uno sobre los resultados de las elecciones en la Comunidad de Madrid que han sido devastadores para el PSOE y Unidas Podemos. Además, critica que los socialistas hayan rechazado hacer una autocrítica de lo sucedido y comenta el anuncio de Pablo Iglesias de que abandona la política.

A las nueve estará aquí la vicepresidenta Carmen Calvo,así que tendremos ocasión de hablar de bares, ex parejas y berberechos. O sea, del resumen que ella misma ha hecho de la campaña electoral madrileña.

Esta idea de que el PSOE hace una campaña elevada, con debates profundos sobre los verdaderos problemas de la gente, mientras que el PP habla de bobadas para eludir que se juzgue su gestión puede que llene de satisfacción a quien se cree mejor (un poquito superior, ¿verdad?)  que este millón seiscientos mil madrileños que han votado por Ayuso distraídos por las bromas sobre los ex y narcotizados por el aroma del berberecho, pero no parece que sirva para explicar lo que le ha pasado a la izquierda madrileña en general y al socialismo en particular.

Lo dijo Gabilondo en su canto del cisne del martes y lo repitió ayer la vicepresidenta como si fuera un atenuante.

No esperaban este resultado. Y es lógico que no lo esperaran. Primero, porque se han fiado del encuestador de cabecera del gobierno, Tezanos, el veterano coronel demoscópico que se siente convocado a la misión histórica de afianzar el socialismo en el poder y a esa misión supedita sus proyecciones, su cocina y sus intenciones de voto. Y, segundo, porque el Partido Socialista cuando habla de Madrid transmite la impresión de estar hablando de un territorio hostil y exótico, un sitio la mar de raro donde la gente habla de las tiendas y los bares incapaz de darse de cuenta de que el fascismo está invadiendo sus calles. En realidad, y escuchando estas lecturas del resultado electoral trufadas de los mismos eslóganes que exprimieron ya durante la campaña, da la impresion de que el socialismo ha perdido pie en Madrid, ha hecho tanta estrategia de despacho que ha cerrado los oídos, y los ojos, a lo que en la calle palpitaba. Cuando pierdes trescientos mil votos y te quedas a el PP te saca un millón es bastante osado dar tú lecciones al ganador para que resuelva sus problemas en lugar de mirarte al espejo a preguntarte cuál es la causa del castigo. Aún peor es incidir en el error de pensar que hay votantes son los serios, informados, concienciados de la situación de Madrid, que son los tuyos, y hay votantes frívolos, egoistas, despreocupados y aficionados al bebercio, a los que importa un carajo que la gente se contagie o se muera porque sólo quieren farra, impuestos bajos, que se desmantele de una vez la sanidad pública y que todos los colegios sean privados y segregados, que son los que votan al PP.

El PSOE de Madrid, del que Sánchez primero se inacutó y ahora se desentiende como si no hubiera sido él el autor de todas las decisiones que han conducido al fracaso (ese partido del que usted me habla) anunció anoche que pone en marcha un proceso de transición que desembocará en un congreso regional y bla bla bla. Significa que está esperando a que el líder, en Moncloa, elija con su dedo benefactor a quien haya de ocuparse de reconectar con la sociedad madrileña. ‘Nuestro mensaje no ha llegado a la ciudadanía’, dice la nota. Sí que ha llegado. Lo que pasa es que la mayoría no lo ha comprado.

Casado aprovecha el momento dulce que vive esta semana su partido e intenta estirar el efecto Ayuso para beneficiarse del viento de cola. Quiere debate de la nación, esa cita que cada año llegaba para mayo o junio hasta que dejó de llegar, entre legislaturas abortadas y confinamientos prolongados.

En el extremo izquierdo del tablero lo que ha empezado es el proceso de beatificación de San Pablo Iglesias, patrón de los prejubilados. Cuánto fan, cuánto groupie –peiodistas incluidos-, y cuánto viudo enlutado llorando tinta por la retirada de su líder carismático. Y tragándose sin masticar el argumentario que les ha colocado el autor de la espantada.

Un líder político está en su derecho de querer cambiar de vida. Por que el poder, a menudo, exige pagar un precio personal muy alto. Un dirigente político puede pasarse años peleando para conquistar el poder y descubrir, cuando ya lo ha conquistado, que ejercerlo no satisface sus más íntimos anhelos. Nada más humano que cambiar de proyecto vital, renunciar al trabajo y cambiar de vida. Hay quien se va a un pueblo abandonado a criar ovejas, hay quien se apunta a un curso de cocina y hay quien se hace presentador de televisión. Todo perfectamente humano. Lo dices y te marchas. Pero si en lugar de eso te presentas a unas elecciones y mejoras tu anterior resultado, entonces a quien tendrás que explicárselo es a los votantes cuya confianza solicitaste para ser su voz en el parlamento autonómico.

Iglesias se veía a sí mismo (así lo dijo) como el hombre necesario para dar la batalla al fascismo. Ha merecido el apoyo, para cumplir esa misión, de 260.000 madrileños. El efecto Iglesias ha funcionado (poco, pero funcionado); consistía en que serían más los que apostaran por Podemos al saber que sería él, y no Isa Serra, quien hablara por ellos en el Parlamento causa. 260.000 votantes que ahora ven cómo su representante se abre.

Todas las razones que dio Iglesias en su despedida fueron de carácter estratégico y de partido. Que es un tapón, que no suma, que moviliza a la ultraderecha. Todo eso ya lo sabía antes de presentarse, lo único que ha pasado es que la mayoría de la sociedad madrileña ha rechazado ser gobernada por la izquierda

El señor Baldoví, cuyo buen corazón está fuera de duda, se pasó ayer de frenada en su exaltación cinegética del amigo morado.

Hombre, Baldoví, tanto fomentar la memoria histórica (y democrática) y qué poca memoria ha demostrado. La caza al hombre más grande de la democracia. No ha oído hablar del sindicato del crimen en la época de Felipe. No ha leído la prensa de izquierdas en la época de Aznar. Ha habido una legión de dirigentes que han sufrido procesos judiciales, campañas mediáticas, dossiers con material privado e insultos de miles de ciudadanos. No es verdad que Podemos haya sido el partido más cuestionado, criticado y fiscalizado por la prensa y los juzgados. El PSOE y el PP llevan décadas siendo objeto de crítica, de investigaciones y de denuncias, algunas firmes y otras inventadas.

Y me abstengo, por respeto a la inteligencia de todos, de mencionar la caza al hombre que sufrieron dirigentes políticos del PP y el PSOE allí donde la caza no era una forma de hablar, o sea, en el País Vasco. Las pintadas, las cartas amenazantes, las portadas denigratorias, han sido el contexto en el que durante cuarenta años han tenido que hacer política en Euskadi quienes no comulgaban con el nacionalismo y con la izquierda independentista.

Sufrir el acoso en tu domicilio, el asedio, es una experiencia angustiosa que puede volverse insoportable. Tiene razón Iglesias en que no hay justificación a que unos tipos gritones se le planten cada día en la puerta de casa. Las acusaciones en falso, los insultos, las descalificaciones, las pintadas son un peaje muy amargo. Lástima que haya quien no alcanza a comprenderlo hasta que no le afecta a él o a los suyos.

Pero Pablo Iglesias se marcha porque se ha cansado de su empleo y ahora le apetece hacer otra cosa. Otro desafío, otro hito, otra misión histórica. De haber alcanzado su objetivo de presidir el gobierno tripartito de las izquierdas madrileñas habría seguido estando igual de asediado, y de criticado y de insultado, pero no se habría ido. Lo dijo Teresa Rodríguez, otra de las defraudadas con Iglesias: hay un punto de inmadurez en andar saltando siempre de un sillón a otro. Teresa Rodríguez, que se sepa, no es ni de derechas, ni pertenece a ningún poder mediático ni se ha vuelto fascista.

Fuente: Nonólogo de carlos Alsina en Más de uno de Onda CERO.