Internacional
Esteban Cabal (26/12/2022)
La Enciclopedia Británica lo explica así: «Los Bancos crean crédito. Es un error creer que el crédito de los Bancos es generado en parte por los depósitos de dinero en poder de los Bancos. Un préstamo hecho por un Banco es una adición clara a la cantidad de dinero en la comunidad».
Veamos un ejemplo: un empresario tiene un almacén de materiales de construcción.
Llega un constructor al almacén y compra material para construir unas viviendas. Paga con el dinero proveniente de un crédito de su Banco. Cuando la casa está terminada nosotros la compramos también a través del crédito hipotecario de nuestro Banco. Esa hipoteca nos la liquidará el Banco en base a descontarnos una cantidad de nuestra cuenta cada mes, nada más llegar la nómina. La nómina la paga la empresa así, electrónicamente, gracias a una línea de créditos de su Banco. Esos créditos los paga la empresa electrónicamente gracias a las transferencias electrónicas que le llegan de sus clientes, que también disfrutan de sus créditos para sus gastos e inversiones.
El almacenista le vendió a crédito al constructor el material de la vivienda que pagamos a crédito, con el sueldo que a crédito nos paga nuestra empresa, que le sirve al almacenista a crédito. Luego, ¿dónde está el dinero? No está, no hace falta. La mayor parte del dinero que movemos no existe más que en el disco duro del ordenador del Banco, gracias a las leyes que permiten el sistema de banca fraccionaria. Es dinero fiat imaginario, engendro del sistema instaurado en el mundo desde hace décadas, desde que existen las tarjetas de crédito y las telecomunicaciones.
Alan Greenspan, el mago de las finanzas que capitaneó la Reserva Federal de EEUU hasta 2007, describe así el nuevo sistema monetario: “El abandono del patrón oro ha permitido a los responsables del Estado del Bienestar usar el sistema bancario para expandir el crédito ilimitadamente. Ellos han creado reservas de papel en forma de bonos nacionales que, mediante una serie de complejos pasos, los Bancos aceptan en lugar de activos tangibles y tratan como si de un auténtico depósito se tratara, es decir, como el equivalente de lo que antaño era un depósito de oro. El tenedor de un bono nacional o depósito bancario creado por reservas de papel cree que tiene un derecho sobre un activo real. Pero el hecho es que existen ahora más derechos que activos reales”.
El aumento desmesurado del capital ficticio es la característica principal del moderno sistema financiero. Sólo un 5% del dinero que hay en el mundo es dinero físico, circula en forma de billetes y monedas. Ese dinero lo han fabricado y puesto en circulación los Bancos Centrales. Lo han fabricado también de la nada, puesto que se trata de dinero fiat, simples trozos de papel sin respaldo real. Pero al menos existe físicamente, aunque carece de valor intrínseco.
El resto del dinero, el 95% de la masa monetaria, es dinero fiat imaginario, ni siquiera existe físicamente. Lo crean los Bancos de la nada cuando conceden créditos, pero con un respaldo de reservas fraccionarias (suele ser un 10% que deben cuadrar en el balance). En contrapartida, cuando se devuelve el dinero de los préstamos, este desaparece.
En el caso de la moneda europea, el Banco Central Europeo había puesto en circulación, a fecha de 27 de enero de 2007, la cantidad de 530 billones de euros en billetes y monedas de dinero fiat. Pero, al mismo tiempo, existía la cantidad, totalmente imaginaria, de 2.903 billones de euros en saldos bancarios a favor de depositantes. La suma de las dos cantidades constituye el M1 o “circulante monetario”, es decir 3.433 billones de euros. Pasándolo a porcentaje tenemos que el 84,56% del dinero que usamos los europeos sólo existe en nuestra imaginación colectiva porque es dinero fiat imaginario. La desproporción es muchísimo mayor en el caso del dólar, que sigue siendo la moneda hegemónica en el mundo.
El agregado M3 comprende el efectivo en circulación, depósitos a la vista y a plazo hasta dos años, depósitos disponibles hasta 3 meses, cesiones temporales de deuda y fondos de inversión en activos del mercado monetario (FIAMM). El crecimiento de la masa monetaria en circulación en la eurozona, medido por el agregado M3, ha subido en torno a un 10 por ciento cada año desde 2005. El dinero imaginario sigue creciendo en la zona euro de forma descontrolada. Casi todo ese crecimiento se debe a la creación de dinero imaginario por parte de los Bancos vía créditos, sobre todo por la concesión de hipotecas inmobiliarias.
Todo esto es posible gracias a que los Bancos tienen la facultad de convertir pasivos en activos. El truco consiste en lo siguiente: cuando depositamos 100 eros en un Banco, ese dinero es en realidad un préstamo que le hacemos al Banco; no pertenece al Banco y, por lo tanto, es un pasivo. Sin embargo el Banco prestará esos 100 euros a otro cliente, que tendrá que devolverlos con intereses. De esta manera los 100 euros han pasado a ser un activo.
El dinero físico, en monedas y billetes, es una mínima parte del total del dinero que existe en el mundo, quizás el 5%. Casi todo el dinero es imaginario, se encuentra en cuentas corrientes, depósitos, acciones, futuros, etc. Es decir, son meros asientos contables, números en la pantalla de un ordenador. Ni siquiera existe físicamente, es dinero virtual, son dígitos pitagóricos. Estrella Salgado en “La herida económica” sostiene que “la circulación del dinero hasta ahora fue externa, visible; ahora es misteriosa e invisible, absolutamente esotérica”.
El dinero virtual se crea de la nada, con sólo apretar la tecla de un ordenador. De la misma manera, también puede ser borrado, eliminado, destruido. Tal vez intencionadamente o quizá por accidente.
Supongamos que hacemos un depósito de un millón de euros. Gracias a nuestro dinero, el Banco tendrá derecho a conceder hasta 20 créditos de un millón de euros a sus clientes, exigiéndoles un aval y cargándoles un interés. Aunque el Banco no tiene físicamente ese dinero, sino sólo una parte, lo crea de la nada y lo anota en una cuenta. Es dinero virtual. Al mes siguiente, el Banco ya estará cobrando los plazos de la deuda a esos 20 prestatarios y beneficiándose de los intereses de un dinero inventado, que no existe físicamente.
Y ahí no acaba todo. Exhibiendo los 20 avales de los clientes a los que se les ha concedido el crédito, el Banco podrá negociar con otras entidades financieras y obtener otros 20 créditos de un millón de euros cada uno con un interés más bajo que el que habían fijado para sus clientes. Con ellos, ofrecerá nuevos créditos a nuevos clientes. Y así hasta el infinito, creando una burbuja crediticia y fabricando dinero imaginario de la nada. Así funcionan todos los Bancos y todas las Cajas de Ahorro.
Esto es así gracias a la implantación del sistema de reserva fraccionaria, que permite a los Bancos otorgar créditos por valor de sus depósitos multiplicado por 20. Antes, los Bancos no podían legalmente conceder préstamos si no tenían depósitos por importe equivalente. Ahora la Ley les ampara cuando pretenden emular a Jesucristo realizando el milagro de la multiplicación de los panes y los peces. Claro que al final caeremos en la cuenta de que tales milagros no existen, los Bancos no son Dios.
Cuando hacemos un depósito en el Banco, este utilizará nuestro dinero para conceder créditos a sus clientes o realizar inversiones. Los Bancos sólo están obligados a retener un 10% o menos del dinero de sus clientes como garantía de devolución, que se deposita en un Banco Central. Es lo que se denomina el coeficiente de caja. Con el resto de nuestro dinero pueden hacer lo que quieran, prestarlo o invertirlo. Sin embargo, a menudo los préstamos no se devuelven y las inversiones no se amortizan, con lo cual los Bancos pueden perder nuestro dinero, quebrar, declarr suspensión de pagos y arruinarnos casi con total impunidad.
El dinero físico también se crea de la nada, como por arte de magia. Lo fabrican los Bancos Centrales en sus imprentas, convierten papel común en billetes. Lo ponen en circulación inyectando liquidez en los mercados, prestándolo a otros Bancos a los que cargan un interés. Y, contrariamente a lo que se piensa, no son siempre los gobiernos quienes acuñan las monedas y fabrican los billetes, sino Bancos Centrales privados.
Así por ejemplo, debemos saber que, de todo el dinero que existe en el mundo, ya sea físico o virtual, más de la mitad son dólares norteamericanos, y esos dólares los emite la Reserva Federal de los Estados Unidos, que es una entidad privada, por mucho que, teóricamente, el gobierno ejerza cierto control sobre su actividad. También el Banco de Inglaterra, desde su fundación en 1694, y muchos otros Bancos Centrales, son entidades privadas.
Cuando el gobierno de EEUU necesita dinero, se lo pide prestado a la Reserva Federal, y esta emitirá una cantidad de dinero para hacer efectivo el préstamo, pero también cobrará al gobierno un interés por el mismo. No es extraño así que el gobierno de los Estados Unidos sea el más endeudado del mundo, y que su deuda pública sea equivalente a su Producto Interior Bruto. El 29 de junio de 2011 la deuda pública total pendiente de EE.UU ascendía a 14.46 billones y correspondía aproximadamente al 98,6% del PBI del año 2010, que era de 14.66 billones.
Phillip A. Benson, presidente de la asociación de los banqueros americanos, el 8 de junio de 1939 escribió: «no hay manera más directa de capturar el control de una nación que a través de su sistema del crédito».
Mayer Amschel Rothschild (1743-1812), fundador de la dinastía de banqueros que se adueñó de Europa a partir del siglo XIX, era consciente de ello. Se especializó en otorgar créditos a las casas reales y llegó a controlar el Banco de Inglaterra. En Frankfurt tuvo 10 hijos, la mitad varones. A los varones les envió a extender su negocio, abriendo sucursales en el extranjero. Salomón se estableció en Viena, Natham en Londres, Kart en Nápoles y James en Paris. El primogénito, Mayer Amschel, se quedó con él en Alemania al frente de la casa matriz. Los alquilaron soldados a Guillermo I, fundador del II Reich, cobraron en oro que invirtieron en la Compañía Británica de las Indias Orientales.
En 1836, el presidente Andrew Jackson suprimió el Banco Nacional de los Estados Unidos controlado por los Rothschild. Ese mismo año Nathan Rothschild, administrador de la fortuna del clan, murió envenenado durante una reunión familiar y James le sucedió hasta 1868. Ya por entonces los Rothschild financiaron a los dos bandos enfrentados en la Guerra Civil entre 1861 y 1865 (el Norte a través de su agente americano August Belmont, y el Sur a través de los Erlanger, parientes de los Rothschild). Fue precisamente en 1865 cuando Jhon Wilkes por encargo de James Rothschild, asesinó al presidente Lincoln porque se negó a pagar los intereses de la deuda (dos años antes Lincoln se vio obligado a restablecer el Banco Nacional de los Estados Unidos controlado por los Rothschild para financiar la guerra).
Posteriormente, con ayuda de sus socios americanos, los Rockefeller, los Morgan, los Warburg, Khun Loeb y Belmont, crearon la Reserva Federal de Estados Unidos en 1913 y obtuvieron la autorización del gobierno norteamericano para emitir papel moneda, haciendo realidad el sueño del fundador de la dinastía, autor de la famosa frase: “permitidme fabricar y controlar el dinero de una nación y ya no me importará quién la gobierne, quién haga sus leyes”.
El presidente de Estados Unidos era entonces Woodrow Wilson, que claudicó ante el cártel de los banqueros internacionales, aunque luego, arrepentido, declaró: “arruiné inconscientemente a mi país”. A ello se refiere Martín Lozano en su libro “El Nuevo Orden Mundial, génesis y desarrollo del capitalismo moderno” cuando dice: “no podría cerrarse este asunto sin mencionar el nombre de Edgard Mandel House, alias «coronel» House, un sujeto cuya posición cerca del presidente Woodrow Wilson (del que fue asesor especial y eminencia gris) hizo posible sus turbias maniobras en los círculos políticos norteamericanos hasta lograr la aprobación del sistema de la Reserva Federal. Un servicio inestimable a sus patrones del club plutocrático estadounidense que éstos no dudarían en reconocerle, como bien muestra esta carta que uno de ellos, el banquero Jacob Schiff, le dirigió al eficiente peón: Mi querido coronel House: Yo tengo que deciros cuánto aprecio el trabajo tan útil, incluso más cuando se persigue en la sombra, que acabáis de cumplir para la legislación bancaria. Esta ley es buena bajo muchos aspectos; ella permite comenzar bajo felices auspicios, y dejará que el tiempo cumpla su obra; y cuando pida algunos retoques, nosotros estaremos en buena posición para proceder entonces. De todos modos, tenéis excelentes razones para estar satisfecho con los resultados obtenidos, y yo espero que ese sentimiento acrecentará el placer tomándoos unas vacaciones. Yo soy, con mis mejores votos, Jacob W. Schiff”.
Wilson, el presidente que entregó a los banqueros internacionales la Reserva Federal de los EEUU, se refirió al siniestro poder de la elite globalista con estas palabras: “algunos de los hombres más importantes de EEUU, en el campo del comercio y de la industria, temen a alguien y a algo. Saben que en algún lugar hay un poder tan organizado, tan sutil, tan vigilante, tan interconectado, tan completo y tan penetrante que es mejor no decir nada en su contra”.
Conviene recordar aquí lo que, en su día, pronosticó Thomas Jefferson: “si el pueblo otorgara a los Bancos el poder de emitir dinero, los Bancos y las corporaciones crecerían por encima de los individuos desproveyéndoles de toda propiedad”. También dijo: “creo que los Bancos son más peligrosos para nuestras libertades que los ejércitos en armas. Han creado una aristocracia monetaria que desafía al gobierno. El poder de hacer dinero debe ser rescatado de los Bancos y devuelto a la gente a quien pertenece por derecho”.
Otro presidente, John F. Kennedy, también lo intentó. El 4 de junio de 1963 promulgó un decreto para despojar a la Reserva Federal de su enorme poder. Kennedy empezó a emitir billetes avalados por el Tesoro de los EEUU y no por la Reserva Federal con la intención de que los primeros sustituyeran a los segundos. No concluyó su mandato. Poco después fue asesinado y sus billetes fueron retirados de la circulación. Desde entonces, todos los presidentes de los Estados Unidos han sido mucho más dóciles y obedientes, ninguno volvió a levantar la voz. Como dice la Biblia, “el rico se enseñorea de los pobres; y el que toma prestado es siervo del que presta”.
El caso de Kennedy tuvo un precedente clarísimo: el de Abraham Lincoln. En plena guerra civil, Lincoln dijo: “los poderes del dinero se alimentan de la nación en tiempos de paz y conspiran contra ella en tiempos de adversidad. Son más despóticos que un monarca, más insolentes que la autocracia y más egoístas que una burocracia. Denuncian como enemigos públicos a todos los que cuestionen sus métodos o saquen a la luz sus crímenes”. También se le atribuye la siguiente frase profética: “han entronizado a corporaciones y seguirá una era de corrupción en los altos cargos, el poder del dinero del país se esforzará por prolongar su reino hasta que toda la riqueza se acumule en unas pocas manos y la República sea destruida”.
Lincoln logró que el Congreso aprobara una Ley de la Moneda y que el Tesoro emitiera millones de dólares en papel moneda. Fue asesinado, como Kennedy, y su nueva “Ley de la Moneda” quedó inmediatamente derogada. Otro presidente asesinado fue James A. Garfield, que había dicho que “cualquiera que en un país controle el volumen del dinero es el amo de la industria y el comercio”.
Existe un organismo bastante desconocido para la mayoría de los ciudadanos. Se llama Banco Internacional de Pagos (BIS por sus siglas en inglés) fundado en 1930. Su sede está en Basilea, Suiza. Este Banco, hermético, inviolable y sin responsabilidad ante nadie, también es una entidad privada en manos de los banqueros internacionales, y su actividad consiste en prestar dinero, con su correspondiente interés, a los Bancos Centrales. Funciona como cámara de compensación para el equilibrio de pagos entre naciones y se le conoce como “la gran bestia”.
El BIS colabora estrechamente con el FMI y ejerce su autoridad sobre el sistema financiero internacional. En realidad se trata de un Super-Banco Central privado integrado por 53 Bancos Centrales de todo el mundo. Desde su fundación, el BIS está controlado por seis Bancos Centrales: la Reserva Federal de Estados Unidos y el Banco de Japón (los dos son entidades privadas) y los cuatro Bancos más importantes de Europa, los de Alemania, Francia, Inglaterra e Italia, hoy integrados en el Banco Central Europeo, todos los cuales nacieron también como instituciones privadas.
El papel del BIS fue definido de la siguiente manera por el historiador Carroll Quigley, profesor de Clinton en la Escuela de Asuntos Exteriores de la Universidad de Georgetown y autor de Tragedy and Hope: “Los poderes del capital financiero tenían otro objetivo de largo alcance, nada menos que crear un sistema mundial de control económico en manos privadas capaz de dominar el sistema político de cada país y la economía mundial en conjunto. Este sistema sería controlado de un modo feudal por parte de los Bancos centrales del mundo, que actuarían poniéndose de acuerdo en secreto en frecuentes reuniones y conferencias privadas. En la cúspide de este sistema estaría el Banco Internacional de Pagos en Basilea, Suiza, un Banco privado propiedad de los Bancos centrales del mundo, y controlado por ellos, que eran ellos mismos corporaciones privadas”.
Y añade: “Cada Banco central, en manos de su gobernador, pretendía dominar a su gobierno mediante su capacidad de controlar los préstamos del Tesoro para manipular los tipos de cambio extranjeros, para influir en el grado de actividad económica del país y para influir en los políticos cooperativos mediante posteriores recompensas económicas en el mundo empresarial”.
En cierta ocasión Vladimir Ilich “Lenin” dijo: “La mejor manera de destruir el sistema capitalista es corromper la moneda”. Paradójicamente, esto es exactamente lo que están haciendo los banqueros internacionales.
N. de la R:
El autor es escritor y analista internacional. Autor de “Gobierno Mundial”
Noticias relacionadas:
Etiquetas:
Alan Greenspan, Andrew Jackson, Economía virtual, Kennedy, Mayer Amschel Rothschild, Phillip A. Benson, sistema financiero