Sin Acritud…
A.L. Martín (29/10/2023)
Alguno pensará que esta palabra tan tristemente novedosa como Edadismo ha de tener relación con alguna patología corporal. No, pero sí, sí la tiene con lo que está ocurriendo en nuestra muy avanzada y tecnificada sociedad. Quien padece los efectos de este azote, en primera línea y sin defensa, son las personas mayores.
Obligado citar el «Glosario de Edadismo hacia los mayores», escrito por Montse Celdrán, psicogerontóloga, profesora de la Universidad de Barcelona, con prólogo de Soledad Puértolas que es escritora, académica. Consiste esta obra en una recopilación de más de 300 palabras y expresiones edadistas, discriminadoras hacia las personas mayores.
Así que ya saben quíenes son las víctimas de tales ingenios del idioma: aquellos en los que el tiempo construye las arrugas en la piel, en sus manos que trabajaron toda la vida, en sus recuerdos de las personas amadas, en la progresiva lentitud de sus andares que antes fueron seguros y fuertes.
El arma empleada, de inusitada vileza y bajeza, es el lenguaje. Son pródigos estos cobardes y sus trescientas puñaladas. Otros, no satisfechos aún, pasan del lenguaje a los hechos y se dedican, con toda su miseria moral maloliente, al maltrato físico y al abandono.
Conocemos el racismo y el machismo pero el Edadismo parece cosa menor, no se le otorga gran importancia. Será por esa expresión: «total para lo que les queda». Mejor el silencio para los que ya no producen, molestan y son un gasto para el Estado. Un buen amigo mayor contaba que si a su padre le hubieran dicho alguna de esas trescientas palabras hirientes, le habría dado tal garrotazo al cruel miserable que se le curaría el cerebro y el corazón peludo en un instante.
Por supuesto se trataba de una generación que había hecho la guerra y no estaban para aguantar ni tolerar a esta chusma que puede despreciar con mala o buena educación, con una sonrisa lobuna o el ceño fruncido.
Las alarmas se encienden cuando alguien se refiere a las personas mayores como una masa homogénea, sin reconocer la singularidad.
Mi buen amigo mayor, ahora me está diciendo que no es justo que los hijos hereden de los padres obligatoriamente. Creo que se está refiriendo a la llamada «legítima». Opina que habría que volver a los viejos tiempos, cuando los padres podían dejar a un hijo o hija sin nada que heredar porque no se lo merecían.
Dice también que quien acabó con la vieja ley debió ser uno de esos desalmados y egoístas que no quería verse desheredado.
Esta es la realidad. Ha sido necesario crear una nueva palabra: Edadismo.Vivimos en una sociedad enferma y no se trata de una exageración. Una sociedad cada vez más enferma, en progresivo deterioro a todos los niveles.
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