El energúmeno sale barato. GRUS.

Sin Acritud…
A.L .Martín (8/11/2023)
Hay palabras que se resisten a ser pronunciadas porque la mente, no se sabe el motivo, las oculta. Es el caso de la palabra aguacate pero un pequeño truco lo solventa: uno se acuerda de «agua» y de «catar». Asunto resuelto: ya jamás se olvidará la palabra.

Con «energúmeno/a» las cosas se complican mucho. «Ener» podría relacionarse con enervamiento: alguien que se pone nervioso y pierde el sentido del equilibrio psíquico. Y brama, gesticula… llega a romper cosas. Si hay mezcla con vinazo o licor de lujo, las cosas pueden ser serias y de gravedad para otras gentes.

Claro es, en esta sociedad disparatada hay que añadir el embrutecimiento, las respuestas simplísimas, el rodillo mental que ejercitan sin tregua las redes. En fin, nos queda «gúmeno».

Esto es mucho más complicado. A primera vista puede recordar a gónada, en su sentido completamente testicular y alejado de la filosofía del gran Gottfried_Leibniz y su inquietante aserto: por qué hay algo y no hay nada.

Siguiendo este derrotero, nuestra mente nos lleva a las calles alborotadas de Madrid, al gentío de rostro enmascarado que incendia contenedores y tira botellas a la policía gritando: Soy nazi, soy nazi…

Evidentemente esta afirmación hubiera quedado silente frente a los tanques del general Patton o el mariscal Zukov. Eran otros tiempos. Ahora el acelerado energumenismo se agrega a manifestaciones en favor del constitucionalismo patrio como un ingrediente más del «sándwich».

Convendría que algún alto responsable de la oposición afirmara que jamón y queso están bien como ingredientes pero jamón y tornillos oxidados en rodajas pues no.

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