Amnistías, militares, protectorados y patriotas de pelo en pecho (marca registrada)

Sin Acritud…
Ángel Luis Martín  Álvaro (12/1/2024)
Mezcla el señor Celemín, en apretada y telegráfica misiva, quizás emulando el genial conceptismo de Francisco de Quevedo o el viejo sistema morse, cuestiones varias, variopintas y dispares, como si todo ingrediente casase con todo ingrediente; juntos en la cazuela y según el caletre del citado.

Tentado estuve, por el afán esclarecedor, de iniciar el desmadejamiento de la coyunda: protectorados, dominios, colonias (con una miaja de sal marina) y por otro lado, amnistías catalanas y algaradas militares guardianas de constituciones (esto muy aderezado con rodajas de butifarra, cortadas en finas lonchas).

Llamé a mi amigo y colega británico, Harry Morgan, de cuyo apellido él se ufana y yo ataco: esta escaramuza la llevamos ejerciendo desde hace muchos años y es sana y divertida. Morgan es muy inglés y yo muy español. Nos hemos respetado siempre porque ambos, además de nuestras nacionalidades amamos la cortesía y los argumentos que da la razón y no la tripería.

Le pregunté a Morgan si el ejército de Su Majestad o el partido conservador, habían insinuado o hablado, de salvar al Reino Unido por el tema del referéndum de Escocia.

La respuesta de Morgan fue una exclamación negativa y una risotada, que podría haber sido hecha por el otro Morgan, el pirata.

A continuación, le pregunté, si el parlamento británico tiene prohibido el conceder indultos o amnistías. Contestó con un no sorprendido y dijo algo como si en España sucedían cosas muy raras y extrañas.

Le contesté que en España existe un patrioterismo que habita los intestinos y escapa del cerebro.

El citado articulista, proclama la misión salvífica del PP junto a los deberes militares, igualmente salvíficos, en pro del rescate de una España, al parecer prisionera de oscuros diablos heréticos. Es de creer que solo el fuego purifica a los pecadores; pero tal cosa no consta en nuestra constitución. Los patriotas intestinales se encargarán de que conste.

Como el cocinero disparatado de la película de Luis Berlanga, que echaba orines a la paella, emulando a Salvador Dalí pero en plan culinario, estos fans de la patria cañí lo mezclan todo sin freno: si se les quema la propia cazuela, defenderán el sabor a quemado y afirmarán que es un ingrediente más del guisado incomible.

Y como guinda: todo al son de un pasodoble, bajo el sol y las moscas; el vinazo corriendo por los gaznates.

Ya saben, esa España que hace que España se muera de hastío.


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