Mi Columna
Eugenio Pordomingo (28/12/2010)discurso-del-rey-en-2010
Las subidas en el recibo de la luz y gas natural, además del transporte de cercanías en tren, me han recordado algunos de los pasajes del discurso de Navidad del Rey Juan Carlos. Esa prédica real, ya habitual todos los años,  registró una cuota de pantalla de un 65,5 por ciento en las 33 cadenas de televisión de España que lo emitieron. De acuerdo con estos datos, facilitados por Barlovento Comunicación, una empresa dedicada a estos menesteres, el discurso de este año ha sido el menos seguido desde el año 2000.

El Mensaje de Navidad de Su Majestad el Rey de España  comenzó, no podía ser de otro modo, diciendo que llegamos «al final de un año difícil y complejo, marcado por una crisis económica, en España y en otros países, más larga e intensa de lo esperado».  Eso es cierto, pero lo que le faltó decir a SM es que siempre estas calamidades les tocan a los mismos. Otros países ven ya la salida del túnel, pero aquí no se vislumbra ni tan siquiera una tenue luz. El desempleo en España dobla al de la media europea; y el de nuestros jóvenes sobrepasa el 40 por ciento.

El Rey dijo que esa situación -la de la crisis- ha «golpeado a tantos hombres y mujeres que han sufrido…», que siguen sufriendo Majestad, sin visos de que mejore su situación, más bien al contrario. El Rey dijo también que los parados «concentran» su preocupación, y que ello ha  «requerido la adopción de importantes decisiones por parte de nuestros poderes e instituciones públicas a todos los niveles». Por ejemplo, la congelación de pensiones a jubilados, la eliminación del «cheque bebé», la reducción del sueldo a funcionarios y contratados laborales, y ahora la subida de tarifas de la luz, gas y transporte por ferrocarril.

Si «modernizar nuestro modelo productivo» para  «generar mayor confianza» es reducir el salario a los funcionarios y contratados laborales, quitar prestaciones sociales en 2011 y congelar las pensiones de millones de jubilados, pues que venga Dios y lo vea, Majestad.

El Rey aludió a que «somos una gran Nación orgullosa de su pluralidad y diversidad», aunque la verdad es que lo de «gran» pasó a la historia. Respecto a la pluralidad y diversidad, nada más hay que ver las encuestas del CIS, para percatarse que no es esa la opinión de la mayoría de los españoles.

Es fácil decir que hay que abandonar el «desánimo» y «levantar la cabeza», pero es difícil, muy difícil, ponerlo en práctica, estando desempleado, con la hipoteca a la espalda o con salarios y pensiones de miseria. Es difícil levantar el ánimo cuando no se puede poner la calefacción porque no hay dinero para ello. Es difícil levantar la cabeza cuando hay que acudir con los niños a que Cáritas nos de comer o nos proporcione ropa, o nos pague el recibo de la luz. Es difícil, muy difícil. En esas condiciones, el costillar se nos dobla y la mala leche se nos sube a la cabeza.

El Rey habló de unidad, responsabilidad y solidaridad para salir de la crisis, y nos emplazó a que «todos, empezando por nuestros partidos políticos y agentes económicos y sociales, somos importantes para conjugar voluntades en esta dirección, con generosidad, sentido de Estado y pensando en el interés general». Pero resulta que los partidos políticos, sindicatos y otros «agentes sociales»  están escasamente valorados por los ciudadanos de este país. Es más, según el CIS, en muchos casos son considerados como un obstáculo para lograr igualdad y equidad. 

En la prédica real, noté en falta una mínima alusión a la corrupción, que por desgracia anega España, sin que veamos una acción judicial  temprana, enérgica y ejemplarizante. En la mayoría de los casos, los legajos sobre estos asuntos se pierden en el tiempo sin condenas efectivas, prescriben o son sobreseidos.

Tras escuchar el mensaje navideño de SM, no es de extrañar que el PSOE y el Gobierno hayan sacado la conclusión de que el Rey apoya sus «reformas». Y en esas reformas están las últimas subidas, y las que se avecinan.

Yo me apunto a los que dicen que ha sido un discurso «vacio», como es habitual en estos casos. Pero, hombre, no hubiera estado de más que aparte de señalar los males económicos que nos asolan y animarnos a superarlos, haber puesto alguna banderilla en los ijares de los responsables. Pero, quizás, sea tirar piedras contra los de su clase.

Por la «unidad» no debe preocuparse el Rey, los partidos políticos están unidos, nada más hay que ver que, a pesar de sus reiteradas promesas, nunca modifican la ley electoral ni renuncian a sus privilegios, como el que detentan los ex presidentes autonómicos, a los que de por vida les queda un abultado fajo de euros mensuales, aparte de despacho, coche oficial, seguridad, secretaria, etc.

Eso sí, muchos de los españoles si nos preocupamos por esa unidad, sobre todo si nos atenemos a lo dicho por Artur Mas, presidente de la Generalitat de Cataluña, que  se ha declarado «constructor de la nación catalana».