Guinea Ecuatorial/Reino Unido
espacioseuropeos.com (11/1/2013)
libro-de-simon-mannSimon Mann en su libro  ´Cry  Havoc´  (publicado en 2011) expone abiertamente que, cuando fue detenido en 2004 con un grupo de mercenarios en Harare, estaba haciendo escala en la capital de Zimbawe de camino a Guinea Ecuatorial para dirigir un golpe de mano cuyo objetivo era derrocar al dictador Teodoro Obiang, y poner en su lugar al dirigente opositor Severo Moto. Un plan, asegura, del que estaban al corriente los servicios de inteligencia españoles entre otros, y el entonces presidente de España, José María Aznar.

Este relato autobiográfico, del antiguo miembro de las fuerzas especiales británicas,  no es muy distinto al que dio en 2004 ante los mamporreros de Obiang que le iban a juzgar, después de que varios de sus hombres muriesen bajo la brutal tortura de sus carceleros, incluyendo una entrevista para un canal británico, Channel 4, en la que reconoció ser el «gestor» de un plan cuyos auténticos cerebros estaban en lo más alto de los Gobiernos de España, Reino Unido y Sudáfrica, el país donde reside y de donde había salido el vuelo que había hecho la falsa parada en Harare para cargar el armamento necesario para el golpe.

Hay, sin embargo, notables diferencias o matices entre cómo lo había contado cuando se encontraba a merced de los esbirros de Obiang (que tras condenarle lo acabó liberando) y cómo lo cuenta ahora. Cuando, bajo la supervisión de sus carceleros dio la entrevista en 2008 a Channel 4 (cuya emisión se intentó parar en un juzgado), Mann manifestó un gran disgusto contra Ely Calil (el hombre de negocios británico de origen libanés que supuestamente lo había contratado para la operación) y el propio Severo Moto, a los que acusó de haberle engañado al convencerle de que el cambio de gobierno era una dramática necesidad para el futuro del pueblo de Guinea Ecuatorial, y que el régimen estaba en «un estado de colapso». «Me dijeron un montón de basura», había dicho entonces al añadir que la situación que había comprobado sobre terreno, después de que las autoridades de Zimbawe lo entregasen a sus colegas de Guinea Ecuatorial tras la detención en Harare, era muy distinta. «Básicamente, Guinea Ecuatorial ha experimentado el más increíble cambio en cuatro años». Era supuestamente una alabanza al buen aprovechamiento por parte del régimen de la riqueza petrolera de la antigua colonia española que dejaba a Severo Moto a la altura de un deleznable aspirante a cumplir el dicho de «quítate tú que me pongo yo».

En el libro que Mann escribió cuando ya se había recuperado del susto, mantiene un tono muy distinto en relación a Severo Moto. Afirma que la misión del dirigente opositor era «llevar la democracia y el imperio de la ley a Guinea Ecuatorial» de tal forma que el gasto de sus petrodólares estuviese destinado a garantizar a la población el acceso al  agua potable, programas de educación y lucha contra el azote de la malaria. De lo que se deduce que esa alusión a los grandes cambios realizados por Obiang había sido forzada por la presión y el miedo a la justicia arbitraria de su régimen.

De hecho, en otra parte del relato da como buenos los datos que dan de Guinea Ecuatorial una triste y miserable descripción, la de un país que se ha convertido en el tercer productor de petróleo del África subsahariana  pero donde solo la mitad de una población, que no llega al medio millón de habitantes, bebe agua limpia y donde uno de cada cinco niños muerte de malaria antes de cumplir los cinco años porque Obiang y su entorno no dejan ni las migajas de los ingresos de esa inmensa riqueza para la mejora sanitaria de sus compatriotas. «La población civil nunca conocerá lo que deben ser los servicios de atención sanitaria más básicos. Su estado ni siquiera aportará los cinco dólares que se necesitan para proveer de mosquitera a cada niño que nazca, un simple paso que reduciría a la mitad el índice de mortalidad infantil que casi alcanza uno de cada diez».

«No se me ocurre ni una sola razón a favor de no derrocar a este bastardo», es su conclusión al explicar por qué no ha modificado esa convicción que a la hora de organizar el golpe unió el atractivo de lograr una recompensa millonaria con la gran satisfacción de estar haciendo «lo que se debe», contribuyendo a liberar a África de uno de sus peores tiranos.

Lo curioso es que el propio Mann reconoce en su relato en libertad, que su actitud mental en relación a su misión, había sufrido un importante cambio cuando había conocido personalmente al hombre con el que debía sustituir a Obiang. Reconoce que había ido a su primer encuentro con el líder en el exilio del Partido del Progreso con una seria duda, la de que fuese un mero oportunista cusevero-motoyo único móvil era el de tomar el lugar de Obiang para seguir con su reinado de terror. Su primera sorpresa fue que, cuando le preguntó a Moto cuál era su principal deseo para con Obiang fue que éste le contestó que un fin político, pero no su muerte.

«Moto es diferente», subraya Mann rectificando sus declaraciones en este punto en Channel 4 al añadir: «Me gusta Moto. Parece astuto, fiable, sincero. Suficientemente bueno para lo que está en marcha. Está comprometido con la democracia. No cree que haya que comerse a nadie (alude a las acusaciones de canibalismo que hay contra Obiang). Es un líder progresista.»

Interesantes consideraciones viniendo como vienen de un personaje al que de muchas cosas se podrá acusar, pero no precisamente de pecar de ingenuo.

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