Venganza
El nómada tocó una de ellas. La frotó. Con sus dedos acarició su piel suave queriendo indagar en la leyenda dormida. La piedra proyectaba su señal hacia una dirección para él invisible. El hombre excavó en la más grande de las tumbas buscando un tesoro. Removió la tierra, sin miedo, con aplomo.
El Gran Pájaro estaba enfurecido, porque en su ausencia, habían alterado la eterna siesta del Más Noble. El Único Guardián revisó la tumba y vio huellas y las siguió hasta que anocheció. A la luz de la luna las leyó detenidamente y regresó a su nido.
Después de aquel acto, cada noche el Gran Pájaro se acercaba a la jaima del nómada, y desde lejos lo vigilaba con su aguda vista, hasta que el hombre dormía. Sigilosamente se le acercaba y lo picaba ora en el ojo o en la nariz, a veces en la cabeza o los dedos de los pies…
Aquel martirio siguió noche tras noche, hasta que el nómada calló en una inexorable locura y en el oscuro cielo apareció la nueva luna.
N. de la R.
Limam Boisha es escritor y pertenece a la llamada Generación de la Amistad.
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