España
Alejandra Durrell (20/2/2010)
La crisis financiera global ha permitido extender los debates dirigidos a descifrar algunas de las características del Nuevo Orden Mundial instaurado tras la caída del bloque soviético. Primero se habló de las consecuencias de las recomendaciones impulsadas por instituciones como el Banco Mundial o el FMI (el llamado Consenso de Washington). Se ha hablado también hasta la saciedad del fin de la historia (Fukuyama), de los intentos de universalización del modelo de democracia-liberal de tradición anglosajona, de la extensión de una clase media americana a nivel mundial o de los esfuerzos de Estados Unidos por frustrar cualquier apuesta por el multilateralismo vía Organización Internacional «clásica». Ahora bien, ¿por qué se ha oscurecido tanto el debate acerca de una realidad tan poderosa, determinante y costosa para los ciudadanos como es la privatización de las relaciones internacionales?

El predominio incuestionable del modelo de libre mercado a partir de los años noventa afectó a todos los ámbitos de la sociedad civil. Las teorías sobre el capital humano, la elección racional y la fe en el modelo competitivo de empresa sedujeron a académicos, diplomáticos y altos cargos de las administraciones públicos, hasta el punto de replantear la manera de resolver los conflictos internacionales. Los mecanismos de outsourcing o externalización empresarial se impusieron en las grandes cancillerías de los países más avanzados, que encontraron así el modelo adecuado para recortar gastos y trabas burocráticas, por un lado, y para manejar situaciones muy delicadas en las que los gobiernos ya no deseaban verse directamente implicados, por otro. Además, los llamados think tanks se beneficiaron de un clima general que miraba con recelo todo lo que tuviera que ver con la propiedad estatal, las regulaciones gubernamentales, los sindicatos o las universidades públicas, todos ellos agentes arcaicos y auténticos obstáculos para la expansión de las relaciones comerciales a nivel global.

En resumen, los think tanks y policy institutes adoptaron en sus filas a auténticos jefes de filas del mundo académico, mediático y político, con el fin de influir en la opinión pública por medio de análisis, consejos, informes y recomendaciones de naturaleza política, diplomática, comercial o incluso militar. Siguiendo la cultura norteamericana de los lobbies, estos institutos no tardaron en convertirse en auténticos centros de poder transnacional, recibiendo aportaciones más que generosas de fundaciones, instituciones financieras y administraciones públicas.

España, como es lógico, no ha sido una excepción en este proceso. Se podrían citar muchos ejemplos, pero un caso especialmente llamativo sería el de la Asociación Club de Madrid. ¿Cuál es la naturaleza jurídica de esta institución? ¿Quiénes la integran? ¿Cuáles son sus objetivos?

Según su página web, el Club de Madrid  «es una organización independiente dedicada al fortalecimiento del liderazgo y los valores democráticos en el mundo, para lo que cuenta con la experiencia única de sus Miembros, más de 70 ex Jefes de Estado y de Gobierno de 50 países, que ofrecen su tiempo, experiencia y conocimiento. Los Miembros del Club de Madrid constituyen el mayor foro existente de ex Presidentes y Primeros Ministros y ofrece a los líderes de hoy una fuente de conocimiento y liderazgo político hasta ahora inigualable».

Dicho así, quizá podría parecer que se trata de una auténtica traducción al ámbito privado de las Naciones Unidas. Ahora bien, ¿alguien ha oído hablar de esta institución? ¿Alguien puede confirmar cuál es la implicación en el proyecto de algunas de las celebridades que figuran en su lista de miembros? ¿Alguien podría describir cuáles son las actividades que se dirigen desde las espectaculares oficinas que posee esta institución en la calle Goya de Madrid?

Mejor aún, ¿alguien sabe cuánto le cuesta al ciudadano español esta institución? Veamos: la propia página web del Club de Madrid confirma que suscribió en 2007 un convenio con la Comunidad de Madrid por el que esta administración se compromete a aportar 350.000 euros anuales, «destinados a facilitar la organización y realización de sus Asambleas Generales y Conferencias Anuales, eventos anuales donde se reúnen los Miembros de la organización (ex jefes de Estado y de Gobierno democráticos) y reconocidos expertos internacionales para reflexionar sobre temas de importancia global desde una perspectiva democrática».

¿Sorprendente? Más datos: en el BOE de 23 de diciembre de 2008 encontramos, por sorpresa, que el Gobierno de España, a propuesta del Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, aprobó por medio del Real Decreto 2088/2008, de 22 de diciembre, una subvención directa a la «Asociación Club de Madrid para la financiación de proyectos de transición y consolidación de la democracia en el ámbito internacional». ¿El importe? 400.000 euros. ¿El objeto? La realización de actividades durante el año 2008 (obsérvese que la Asociación Club de Madrid apenas disponía de 8 días para realizar estas  actividades).

Por si fuera poco, la Ley de Presupuestos Generales del Estado para el año 2009 tuvo la generosidad de asignar un crédito al Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación para conceder al Club de Madrid una subvención por importe de (¡¡¡) 600.000 euros.

Las preguntas a estas asignaciones son obvias: ¿cómo es posible que en apenas unos meses la Asociación Club de Madrid recibiera subvenciones de los ciudadanos madrileños y españoles por un importe total de 1.350.000 €. ¿Cuáles fueron las actividades que llevaron a cabo? ¿Cuáles los resultados obtenidos? ¿Cómo justificaron los gastos? Como dirían los académicos más entusiastas con la jerga tecnocrática neoliberal: ¿cuál sería el análisis coste-beneficio de estas aportaciones? ¿Cómo valorarlas en términos de eficiencia en la asignación de recursos?

N. de la R.
El ex Presidente del Gobierno, Felipe González Márquez, es la persona más representativa del Club de Madrid en España.