Mi Columna
Eugenio Pordomingo (12/2/2012)eugenio-pordomingo
Durante varios días -todavía el evento sigue ocupando páginas- hemos tenido que soportar noticias, informaciones, editoriales, tertulias, comentarios y filtraciones, relacionadas con el congreso del PSOE en la ciudad de Sevilla. Después la actualidad la ha ocupado la ´gabachada´ contra el ciclista Contador y la «histórica reforma laboral».

Respecto al congreso socialista, yo me pregunto, ¿a cuánta gente le interesa lo ocurrido allí? Me imagino que mucho a los que viven del cargo, de la prebenda, del chollo. Pero al resto, ni fu ni fa. Incluso, a los socialistas de corazón, me imagino que les importa un bledo lo que allí se coció. 

Pues nada, que venga, venga y venga, noticia tras noticia sobre las puñaladas traperas de Carme Chacón a Alfredo Pérez Rubalcaba y viceversa. Con lo amigos, amiguísimos, que eran tiempo atrás. Y es que esto de la política no hay quien lo entienda, como no sea desde el prisma de la ambición por el poder. Lo demás es una filfa, una mentira. Ni les interesa España, ni les preocupan los problemas de los españoles, ni nada de nada.

Y todavía el asunto no ha terminado, me refiero al congreso. Que si ella (la nacionalista catalana Carme Chacón) se metió en su habitación (del hotel) nada más conocer que había perdido en el congreso, para derramar lágrima tras lágrima; que si Rubalcaba está eufórico porque desde su puesto de secretario general de los socialistas podrá negociar (intercambiar cormos) con el PP por el asunto del «Bar Faisán» y otros. En fin, una merdé.

Pero, mira por donde, aparte del atiborramiento de información sobre el congreso del PSOE, escucho algo insólito, al menos en España. Y es que un ministro inglés, nada más y nada menos, que el que detenta (detentaba) la cartera de Energía, Chris Huhne, había presentado su dimisión al Premier Cameron

La dimisión -no un simple amago o amenaza como es habitual en España- ha sido debida tras ser acusado de «obstruir el curso de la justicia». Huhne pidió a su esposa que lo suplantara ante una multa por velocidad excesiva que le había impuesto la policía británica. Eso ocurrió hace años.

Por medio hubo, como casi siempre, asuntos que rondan el triángulo donde los hombres guardan sus más preciados atributos (los órganos sexuales y en los bolsillos, los billetes de euros, libras en este caso). O sea, asuntos de sexo o de dinero. De una simple multa de tráfico -en España eso sería imposible y el guardia civil que osara sancionar a un político podría ser confinado a galeras- pasó con el transcurrir del tiempo a transformarse en un escándalo. Claro, que por medio había una venganza sentimental entre el ministro de Energía y su ex mujer, Vicky Pryce, la vengadora, la que filtró el caso.

El conflicto ha llegado a alcanzar tal  magnitud, que el ministro Chris Huhne se ha visto obligado a dimitir. El caso en cuestión se remonta a marzo del 2003, ¡nada menos que hace nueve años!, cuando Huhne fue sorprendido por un radar circulando a más velocidad de la permitida en un tramo de carretera que va desde el aeropuerto de Stansted a su casa en Londres. Por esos días, todavía no había logrado ser ministro.

El ahora ministro pidió a su ex mujer, de la que se divorció hace un año más o menos, que aceptase por él la pérdida de puntos en el carné de conducir -algo muy usual en España, me refiero a endilgarle a alguien esa pérdida- alegando que conducía ella en el momento de cometer la infracción. El político inglés se ha visto obligado a dimitir cuando la Fiscalía (que había admitido la denuncia de la ex esposa) iba a presentar cargos contra él.

Si el ejemplo de Chris Huhne fuera seguido en España, nuestro país estaría ante un verdadero peligro, el de quedarse sin clase política.

Pillados beodos, a gran velocidad y las dos cosas a la vez, ha habido varios casos. Pero, tras el consabido «usted no sabe con quién está hablando» o es el mismo conductor o el escolta los que alertan al agente sancionador de que «el que va detrás es una autoridad», viene la llamadita de teléfono al superior que manda en el policía, guardia civil, juez o fiscal que está en el ajo. Y, ya se sabe. Al final, la culpa es del agente por no darse cuenta que al volante o detrás de la botella está un ministro, un diputado, un senador o un concejal.

Eso, por lo que se refiere a una infracción, la cosa cambia cuando es por un caso de prevaricación, corrupción, falsedad en documento público, blanqueo de dinero o vaya usted a saber. En estos asuntos -son palabras mayores- la maquinaria es muy poderosa y nunca se sabe cómo acaban los que osan denunciar o airear lo que está más claro que el agua.

Se de un caso, que han pedido desde ARRIBA que el autor -todavía no imputado y dudo que lo sea- vaya a declarar en coche con los cristales ahumados, por la puerta de atrás del juzgado y que no sea grabado como es preceptivo. Y eso a pesar de que ALGUIEN dijo que todos los españoles son iguales ante la ley (además lo dice la Constitución).

«Usted no sabe con quién está hablando», sigue perenne como la nieve en el Kilimanjaro.