Mi Columna
Eugenio Pordomingo (31/8/2014)
Hace más de dos años escribí en esta sección una columna titulada “Si el ejemplo cunde, España está abocada a quedarse sin políticos” en el que me ocupé del caso del entonces ministro inglés de Energía, Chris Huhne, que había presentado su dimisión al Premier Cameron por un asunto un tanto nimio, que en España hubiera ido en la cuarta o quinta página de la prensa. Al decir “nimio” no me refiero a la dimisión que aquí, salvo rarísimas excepciones, nunca se produce, sino al asunto que la provocó.
Resulta que el tal Huhne fue acusado de “obstruir el curso de la justicia”. Huhne había pedido a su esposa que lo suplantara ante una multa por velocidad excesiva que le había impuesto la policía británica. Al parecer, el ministro circulaba a bastante más velocidad de la permitida en el trayecto que va desde Stansted a su casa en Londres. En la fecha del multazo todavía no había logrado ser ministro. La pesadilla vino después.
El asunto había tenido lugar hacía unos años, pero… La cosa se complico, y es que todo lo que ronda el triángulo donde los hombres guardan sus más preciados atributos (los órganos genitales y en los bolsillos, los billetes de dinero) suele traer complicaciones, sobre todo si no se es leal. En España casi todos los casos de corrupción, blanqueo de dinero, desfalcos, etc., etc., se llegan a saber por falta de lealtad. ¿Acaso la Familia Pujol no está entre la espada y la pared por las declaraciones de María Victoria Álvarez, ex pareja de Jordi Pujol Ferrusola?
El caso de Chris Huhne pasó con el transcurso del tiempo (nada menos que nueve años) de una simple multa de tráfico a transformarse en un auténtico escándalo. Pero claro, no hay que olvidar que por medio hubo una venganza sentimental a cargo de Vicky Pryce, ex mujer del ministro. Ella, despechada por su marido –posiblemente por una escultural modelo veinte años menos que ella- que le pidió el divorcio al año justo de ese incidente, no dudó en denunciar lo sucedido.
Cuando yo escribí sobre este asunto dije que “Si el ejemplo de Chris Huhne fuera seguido en España, nuestro país estaría ante un verdadero peligro, el de quedarse sin clase política”.
Como digo, han pasado más de dos años desde entonces. Las cosas han cambiado un poco. El movimiento del 15-M, las vergonzosas desigualdades sociales, los recortes en Sanidad y Educación, el desempleo (el segundo país de Europa con más parados), la abdicación de Juan Carlos I, el batacazo del PP y PSOE en las elecciones al Parlamento Europeo y la irrupción de Podemos, han sido claves en un cambio neuronal en nuestro pensamiento. Todos estos ingredientes nos dan un plato que en sociología llamamos ‘conflicto social’.
Pero el asunto puede ir a más si el ejemplo del gigante asiático cunde. Noticias que llegan de China afirman que un ciudadano chino, concejal del ayuntamiento de Hohhot, capital de la región septentrional china de Mongolia Interior, de nombre Bo Liangen,ha sido acusado de aceptar sobornos y “aprovecharse de sus cargos” en varias ciudades y, en consecuencia, condenado a muerte.
En la milenaria China no debe haber aforados, pues el ex concejal fue rápidamente juzgado y condenado por el Tribunal Popular Intermedio de Baotou, ciudad vecina a la localidad de Hohhot donde el hombre no hacía más que forrarse. A Bo Liangen le queda el consuelo de que si se porta bien y muestra arrepentimiento la pena de muerte le será conmutada por la de cadena perpetua. La cantidad en sobornos no pasó, traducida a euros, de los siete millones. Una minucia, una propina, comparada con las que vamos conociendo en España.
Además –y ahí no hay perdón- al ex concejal chino se le han confiscado todas su propiedades, además de ser privado de todos los derechos públicos y políticos de por vida. Aquí no; aquí vuelven a ocupar otros cargos, utilizan la “puerta giratoria” y se van a la empresa privada, o al “cementerio de elefantes” como se conoce el destino de ser nominado a parlamentario europeo.
La campaña anticorrupción que lleva a cabo el gobierno chino -no tiene nada que ver con los decálogos y consensos al uso en España- se ha traducido en que en estos ocho meses que llevamos de 2014, casi un millón de altos cargos públicos chinos han sido condenados. Y es que el actual presidente Xi Jinping, no se anda con chiquitas.
Yo lo de la pena de muerte, aunque sea por guillotinazo, me parece un tanto fuerte. Me conformo con que los corruptos –en España los hay a millares- de momento devuelvan lo afanado, les sean confiscados todos sus bienes y después les sean quitados, pero de sopetón, todos sus derechos civiles. Y que se pongan grandes carteles en todos los pueblos y ciudades de España con las fotografías, nombre y apellidos y descripción detallada de las fechorías llevadas a cabo de todos aquellos que han asaltado sin el más mínimo pudor el erario público, beneficiándose ilegalmente y causando un tremendo daño a los ciudadanos y al país.
No se, pero me da que a partir de septiembre se va a empezar a pedir algo parecido.
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