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Juan Torres López (12/5/2012)
La crisis que estamos viviendo se ha producido como consecuencia de la quiebra prácticamente generalizada de la banca internacional que en los últimos años había acumulado un riesgo inmenso creando y difundiendo productos financieros muy rentables pero también cada vez más peligrosos. Para ocultar ese riesgo recurrió a estratagemas fraudulentas con la ayuda de las agencias de rating (que daban la máxima calificación a los productos derivados de las iniciales hipotecas basuras que iban difundiendo por todo el sistema financiero mundial) y con la complicidad de las autoridades públicas que miraron a otro lado para dejarles hacer.

Cuando las hipotecas a partir de las cuales nacían todo esos productos dejaban de pagarse, se producían pérdidas en los bancos, que llegaron a ser tan grandes que fueron provocando su quiebra, a pesar de las artimañas contables aprobadas para disimularlas. Entonces se cerró el grifo de la financiación y la economía se vino abajo, multiplicándose el cierre de empresas y aumentando el desempleo. Los gobiernos, en lugar de dejar caer a los bancos irresponsables y quebrados, les proporcionaron billones de dólares de liquidez para salvarlos, aduciendo que eran demasiado grandes, pero, a pesar de ello, la magnitud del agujero que ellos mismos se habían provocado era tan grande que su salvamente fue incapaz de devolver el crédito t la normalidad a las economías.

Finalmente, los gobiernos tuvieron que inyectar grandes cantidades a la economía para evitar su colapso y como sus ingresos caían paralelamente al disminuir la actividad económica, se generó un problema gigantesco de deuda.

Lo que hay detrás de todo esto es fácil de deducir:

– Una gran desigualdad que ha concentrado cada vez más riqueza en manos de los grandes propietarios de capital.

– Una regulación del sistema financiero concebida para convertir la economía mundial en un casino especulativo en el que las entidades financieras aplican sus recursos en lugar de dedicarlos a crear riqueza productiva.

– El privilegio que tiene la banca de crear dinero (obteniendo así beneficio y poder) generando deuda, lo que hace que ésta tienda a multiplicarse indefinidamente.

– El gran poder económico, político y mediático acumulado por los financieros y grandes propietarios que ha permitido que todo esto se haya podido hacer sin dificultades e incluso con el asentimiento y sumisión de la mayoría de la población.

N. de la R.
Este artículo,  que también pueden ver en  ´Ganas de Escribir´, se publica con la autorización del catedrático de Economía Aplicada de la Universidad de Sevilla, Juan Torres López.


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