España
A. C. (14/12/2012)
Los sindicatos de la enseñanza se han lanzado a la calle en varias ciudades de España para abuchear muy airados al ministro Wert y su reforma educativa. Quieren su dimisión porque el ministro se ha empeñado en cambiar un modelo educativo del que suponemos que profesores, alumnos y padres de alumnos que se han adherido a la batalla deben estar de lo más satisfechos. De hecho, las consignas de las protestas tildaban a la reforma de «franquista» y «excluyente». Pero ni rastro de alguna consigna que pidiese remedio a la desastrosa cosecha con que España se encuentra a la cola de la Unión Europea y la OCDE en resultados en materia educativa.
Mientras el debate lo acapara la polémica sobre qué idioma deben hablar en el patio de recreo los alumnos bilingües, España sigue alimentando las estadísticas con las que la Unesco ha calificado la situación española de «preocupante»: sólo Malta y Portugal nos superan en la lista de países de Europa con mayor tasa de abandono escolar y, lo que es peor, como ha advertido esta organización, estos vergonzosos resultados abocan a los jóvenes a la pobreza visto que España es uno de los países desarrollados más afectados por el aumento del paro entre los menos formados.
Los paladines de las mareas verdes invocan el derecho a la enseñanza pública omitiendo que uno de cada tres jóvenes españoles de entre 15 y 24 años dejarán sus estudios antes de acabar la enseñanza secundaria, frente a la media europea, que habla de uno de cada cinco, de acuerdo con este estudio. Como advirtió la Unesco, el resultado será que en un país donde el paro se ha convertido en un azote generalizado y ya afecta al 50% de los jóvenes, las nuevas generaciones están condenadas a no salir de la categoría de ni-ni (ni trabajan ni estudian; y en muchos casos, ni trabajan ni lo buscan).
No hay peligro de que a ellos les afecte la reforma laboral de Rajoy porque, pese a la afición con la que los políticos españoles suelen aludir al desempleo de la «generación mejor preparada» como si se tratase de una maldición bíblica, la realidad es que el sistema educativo no les suministra a los estudiantes españoles la cualificación profesional adecuada para desplegar su potencial.
De hecho, según el informe Panorama de la Educación 2012 de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE), ya en 2010 el 24% de los jóvenes españoles ni estudiaban ni trabajaban, convirtiéndose en el mayor porcentaje de población de entre 15 y 29 años ni-nis de Europa. Habrá quién le eche la culpa a los recortes. Pero, según este estudio, los pobres resultados académicos españoles contrastan con una inversión financiera anual importante, que cuenta con una media por alumno de 9.800 dólares (unos 7.700 euros), un 6% más que la OCDE y un 7% por encima de la UE-21, y también una proporción entre el número de alumnos por profesor inferior a los países desarrollados.
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