Dibujo de Castelao
Dibujo de Castelao

España
José M. Castillo (15/6/2015)
Llama la atención que, en este momento -cuando en nuestro país se están decidiendo cosas tan importantes para tanta gente- la religión esté tan ausente. Al menos, por lo que se dice y se oye, la impresión que se puede tener (y resulta inevitable tener) es que el tema de la religión no se tiene en cuanta o apenas se tiene en cuenta en lo que se está decidiendo. A los obispos apenas se les oye hablar en público de este asunto. Los políticos, si es que aluden al tema, es para referirse a los acuerdos del Estado con el Vaticano, para decir que aborto sí, aborto no, o en otros casos (los menos) para elogiar o atacar a los homosexuales y sus pretensiones. Ya sé que todo esto se puede y se tiene que matizar más y más. Pero, en todo caso, ¿qué pasa con la religión para que esté tan ausente de lo que está ocurriendo en nuestra sociedad?

Como es lógico, no es éste ni el sitio ni el momento para ponerse a escribir un análisis a fondo sobre un asunto tan complejo. Pero hay una cosa (una por lo menos) que no me puedo callar. Esta ausencia chocante, este silencio, de la religión  en España (y en Europa), cuando se están tomando decisiones  que van a ser determinantes, para bien o para mal y quizá para bastantes años, nos está diciendo a gritos que la religión anda desorientada, perdida, extraviada, en la sociedad española. Muchas cosas se pueden discutir en lo que se refiere a lo que acabo de decir. Pero hay algo que está fuera de duda.

La religión le da más importancia a sus ritos y a sus normas que a la ética que nos propone el Evangelio. Seguramente que, en teoría, habrá mucha gente que no esté de acuerdo con lo que acabo de decir. Pero aquí no estoy hablando de las teorías que cada cual tenga o pueda tener. Aquí estoy hablando de lo que estamos viendo y viviendo, de lo que pasa y de lo que se le mete por los ojos de todo el mundo. Y la verdad es que lo que todos vemos es que, si exceptuamos el caso ejemplar del Papa Francisco (y algunos clérigos más), sin poder remediarlo tenemos la sensación de que el espantoso asunto de la corrupción económica y política, que nos arrolla y nos abruma, no parece preocupar demasiado a los “hombres de la religión”. ¿No es esto uno de los fenómenos más graves que estamos soportando? ¿No ha llegado el momento de decirles a los profesionales de la religión que lo central en la vida – y por tanto en la misma religión – no son los rituales y las ceremonias, sino la ética de la honestidad, la decencia y la honradez?

N. e la R.
El autor del texto es miembro de Comunidades Cristianas Populares de Andalucía. Grupo Caminantes. Málaga


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