Pujol y Aznar firman el Pacto del Majestic
Pujol y Aznar firman el Pacto del Majestic

España
José Luis Heras Celemín (17/10/ 2015)
Por una cuestión de lealtad a la verdad.
El graznido, según el diccionario de la Lengua Española es “el canto desigual y como gritando, que disuena mucho al oído y en cierto modo imita la voz del ganso”. Graznar, como también define el diccionario, es, simplemente, “Dar graznidos”.

La consulta al diccionario surge al leer “Cataluña, el Majestic y la lealtad”, un artículo de José María Aznar (no graznar), publicado a bombo y platillo en el diario El Mundo, leído tras repasar la frase de Montoro “Hay uno que se bajó del tiovivo y, en vez de irse, aconseja”.

Evidentemente, con lo dicho por Montoro, el contenido del artículo del expresidente del gobierno disuena. Y mucho. Por eso, conviene repasar qué fue la jugada política conocida como el Pacto del Majestic, que se firmó el 28 de abril de 1996, para poder compararla con lo que ahora en la pluma de Aznar suena a graznido.

La jugada del Pacto del Majestic, auspiciada por Felipe González que entonces dejaba el gobierno, fue un acuerdo entre el PP, vencedor de las elecciones en minoría, y algunos nacionalistas para propiciar la continuidad democrática sin traumas y permitir la sustitución del gobierno socialista, agotado y enfangado.

Para conseguir el gobierno, el primero de los de Aznar, el PP, que sólo había conseguido 156 votos de los 176 que necesitaba, tuvo que conseguir el apoyo de los votos de CIU (16), PNV (5) y Coalición Canaria (4) para lograr 181.

Pero el pacto no fue gratuito. Aznar, animado por el afán de conseguir el Gobierno de España, tuvo que ceder ante lo que pedían los nacionalistas. Y es en esas cesiones del Pacto del Majestic donde están las diferencias entre lo que realmente cedió Aznar y lo que ahora adorna desnaturalizando la realidad.

Oculta ahora Aznar que en aquel pacto, además de renegar de la postura del PP frente al nacionalismo catalán -entonces aún no confeso independentista pero apuntando intenciones- hizo una serie de concesiones que son el origen del auge del independentismo y las que, a la postre, han significado el actual problema que hay en Cataluña.

Para conseguir el Gobierno, Aznar tuvo que tomar dos decisiones que ahora omite:

– Variar las postura del PP prescindiendo del bastión anti independentista que significaba el doctor en Físicas Vidal Quadras, al que mandó a un sillón dorado del Parlamento Europeo, para sustituirlo por el antiguo nacionalista Josep Piqué, al que haría Ministro de Asuntos Exteriores, de Ciencia y Tecnología, y de Industria, además de Portavoz del Gobierno de España, diputado, senador y Presidente del PP en Cataluña. El PP ha padecido desde entonces, y se duele ahora, de la pérdida de la entidad en Cataluña que representaba Vidal Quadras, que modificara Josep Piqué y que ahora trata de enarbolar Albert Rivera desde Ciudadanos. Ése es un mérito, o demérito, de Aznar.

– Y aceptar imposiciones hasta un grado tal que le convirtieron en lo que se reconoció entonces por los nacionalistas y hoy proclaman los independentistas: “el mejor presidente para los intereses del nacionalismo catalán”.

Consecuencias de aquel pacto fueron: Una modificación del sistema de financiación de las Comunidades Autónomas, con una cesión de impuestos a las autonomías que hizo crujir las cuadernas del sistema económico nacional. Supresión del Servicio militar obligatorio, con lo que significaba. La anteposición de Cataluña al resto de España en cuanto a infraestructuras (AVE, Puerto y Aeropuerto). La supresión de los Gobernadores Civiles, que fueron sustituidos por Subdelegados del Gobierno con capacidades disminuidas. La cesión de competencias en Tráfico, Justicia, Agricultura, Sanidad, Farmacia…

Y, lo que a la postre y a largo plazo resultaría más importante, la cesión de competencias de Cultura y Educación, la pérdida (de hecho) del derecho de todos los catalanes a conocer la historia y hablar el idioma común español, y la permisión de una Televisión autonómica que, en manos nacionalistas, resultaría deplorable. Frutos de aquellas cesiones son: La progresión del independentismo. Los efectos, terribles, del adoctrinamiento de la infancia y la juventud catalana en contra de España. Y la creación de la conciencia social que minusvalora a Cataluña para convertirla en una subyugada y oprimida colonia española.

Ahora, cuando Aznar recuerda el Pacto del Majestic y la realidad de Cataluña, podría ser el momento de proponer algo. Quizá la reforma del Estado con la recuperación de alguna competencia mal administrada, o la recuperación de los objetivos que sí se citaron en el Pacto sobre “la vertebración social, territorial e institucional de España”.

Pero ahora, lo que recuerda Aznar es la cena que dio paso al Pacto. En lugar de entrar en las consecuencias que su acción política produjo, él deforma la realidad aludiendo a argumentarios (¿dados desde la Moncloa?) y a una visión distorsionada del pacto para convertirlo “en una suerte de precursor de todos los males que el independentismo catalán nos ha traído”.

“Frente a las críticas razonadas, precisamente hoy cuando a los catalanes les venden el caos bajo el envoltorio de la independencia, reivindico aquel acuerdo, como lo hice entonces” -dice Aznar-... “Fue un acuerdo muy positivo para toda España…Hizo posible un Gobierno bajo cuyo mandato nuestro país asentó recuperación, el crecimiento y el empleo, adquirió credibilidad y proyección internacional, se enfrentó al terrorismo con una movilización social sin precedentes y consiguió entrar en el euro como Estado fundador, llegando a tiempo por primera vez en muchas décadas a una gran cita histórica”… “El acuerdo no sólo sustentó un Gobierno estable y activo, sino que representaba un esfuerzo de encuentro en la mejor línea del espíritu constitucional”.

José Luis Heras Celemín
José Luis Heras Celemín

Sigue argumentando Aznar: “Me parece que hay mucha inconsistencia y bastante miopía en estas reacciones que, al final, exculpan a los nacionalistas de sus responsabilidades y las trasladan a los que son tachados bien de entreguistas o bien de inmovilistas, según lo dicte el argumentario del día o la conveniencia en tiempos difíciles. Y esta sí es que es una cuestión de lealtad. A la verdad por supuesto”.

Esto, que ha escrito José María Aznar, es lo que parece que él entiende sobre el Pacto del Majestic. Aunque a algunos les suene a graznido, merece consideración, tanta que hasta se deba mantener su ortografía no acentuando el esta subrayado. También respeto, porque es posible que el ex presidente, al juzgarse a sí mismo, así entienda lo que hizo.

Pero ahora, también conviene recordar el Pacto del Majestic tal cual fue, sin opiniones personales que suenan a graznidos y poniendo en claro las consecuencias que tuvo, todas: las que cita Aznar en su artículo y las demás, especialmente las responsabilidades de los nacionalistas que no exculpa nadie.

Todo ello, por una cuestión de lealtad a la verdad.