xunta-de-galiciaGalicia (España)
Raquel Martínez Casal, Antón Dobao y Millán Fernández (20/8/2016)
Introducción
El pasado 30 de julio, el auditorio Mar de Vigo acoge la Marea Constituínte, la asamblea convocada doce días antes por los alcaldes de Compostela, A Coruña y Ferrol para dar arranque a un nuevo sujeto político gallego de ruptura resultado de la confluencia en un mismo espacio de organizaciones políticas, sociales, las mareas municipalistas y la ciudadanía no organizada políticamente. Se trata, asimismo, de crear una herramienta electoral con la que concurrir a las adelantadas elecciones al Parlamento Galego del 25 de septiembre, bajo la fórmula jurídica de partido instrumental, y el objetivo claro de desalojar de la Xunta de Galicia al Partido Popular de Núñez Feijóo. La herramienta electoral no es más que una de las formas de este nuevo sujeto político.

Esta convocatoria venía precedida por meses de trabajos y debates en (y entre) los ámbitos integrantes del espacio de confluencia articulado en torno a la popularmente conocida “marea galega”: candidaturas locales de unidad popular en pequeños y grandes concellos (como las exitosas Marea Atlántica, Ferrol en Común o Compostela Aberta, pero también las alrededor de 70 candidaturas de unidad popular y convergencia articuladas por todo el territorio para las municipales de mayo de 2015), partidos políticos como Esquerda Unida, Anova-Irmandade Nacionalista o Podemos-Galicia y otros espacios como Mareas en Común o Foro Galego. Todos ellos, además de incorporar contingentes de ciudadanía activa y no adscrita, desempeñaron papeles de mediación y elaboración de documentos en una ecuación siempre difícil, aunque apasionante, consistente en hacer encajar la pluralidad de actores y sensibilidades llamadas a disputar la hegemonía a uno de los partidos políticos más fuertes y con mayor implantación del estado: el Partido Popular de Galicia, enorme maquinaria política gobernante durante 27 de los 34 años de autonomía.

En un país con tantas particularidades socio-económicas y políticas es todo un éxito llevar a cabo procesos de acumulación de fuerzas y convergencia en el espacio popular de la izquierda.

  1. Antecedentes
    Para aproximarse a la comprensión del espacio de ruptura hemos de remontarnos, en el ámbito político, a la espectacular irrupción de Alternativa Galega de Esquerda (AGE) en el Parlamento Galego con 9 escaños en las elecciones de octubre de 2012, de la mano del liderazgo carismático de Xosé Manuel Beiras, que inspiró la alianza electoral entre una Esquerda Unida sin presencia institucional y Anova, el partido-movimiento creado ese mismo año a partir de un proceso de acumulación de fuerzas provenientes de diferentes culturas y tradiciones de la izquierda y el galleguismo político. Participaron también en la coalición otras fuerzas emergentes como Espazo Ecosocialista y Equo. La concepción de frente amplio rupturista superador de tabúes entre la izquierda federal y la soberanista e independentista de raíz republicana propuso un diagnóstico de la realidad social y política en clave de emergencia social al calor de la interpretación y de la asunción de las demandas de los movimientos ciudadanos (15-M). Se sufrían ya con gran virulencia los efectos de la crisis-estafa entre buena parte de las clases populares y el común de la ciudadanía. AGE resultó un éxito electoral y la primera piedra de la hipótesis de la unidad popular que se mantuvo y desarrolló en sucesivas convocatorias electorales, a partir de la aparición de Podemos en el conjunto del estado en el escenario de unas elecciones al Parlamento Europeo. Éxito electoral que dispuso, en clave indignada y práctica partisana, de guerrilla política, una férrea oposición de desgaste y enfrentamiento al gobierno de Núñez Feijóo, pero que se vio empañado por ciertas contradicciones lógicas en una experiencia política que trataba de unir culturas y tradiciones que habían existido por separado cuando no enfrentadas. De estas contradicciones sufrió especialmente la posibilidad de cumplir el objetivo de retroalimentación de la lucha social en la calle, imprimiéndole largo recorrido, y acompañando a los diferentes movimientos de combate que se oponen al neoliberalismo en Galiza (contra la estafa de las preferentes, contra la megaminería contaminante, etc.). El desarrollo de AGE no fue hasta donde debería, a pesar de sus dificultades, pero durante estos cuatro años fue el mejor altavoz en las instituciones de una rebelión cívica que, por aquel entonces, se encontraba en un notable punto de agitación.

AGE se reconvirtió en AGE en Europa (aliada de La Izquierda Plural), y situó a una de las grandes líderes del sindicalismo agrario gallego (Lidia Senra) en la eurocámara con un resultado de 106.189 votos. Fueron aquellas las primeras elecciones a las que se presentaba Podemos, que obtenía en Galiza 84.216 sufragios y algo menos del 10%. Desde aquel mismo momento se comenzó a hablar de confluencia y colaboración entre dos espacios políticos que compartían visiones y concordancias en cuanto al contenido programático.

El estadio siguiente llegó con las municipales de mayo de 2015, las cuales dieron una dimensión nueva al proceso de acumulación con resultados ya conocidos. A Coruña, Santiago de Compostela y Ferrol caían en manos de las mareas, que desalojaban a un Partido Popular que las gobernaba con mayoría absoluta. Las Mareas, que representaban un espacio en que la ciudadanía activa es protagonista y las organizaciones necesarios motores auxiliares, son un salto cualitativo en el proceso de construcción de un sujeto político de ruptura. La asamblea del pasado 30 de julio no se podría entender sin esas experiencias.

Núñez Feijóo en Europa Press
Núñez Feijóo en Europa Press

El paso siguiente fue la fórmula En Marea, coalición electoral para las Cortes españolas; su éxito es obvio, tanto en la convocatoria de diciembre de 2015 (con 6 diputados y dos senadores) como en la “repetición” del 26 de Junio, con 5 diputados y una senadora y un 22,18% de apoyo. Siempre con un discurso radical en lo social y lo nacional.

El espíritu de En Marea ha sido el de identificar y recoger a toda esa amalgama de candidaturas municipalistas desde abajo, partidos políticos y movimientos sociales implicados en la tarea común del cambio y la ruptura democrática. En el primer asalto al Congreso y el Senado se supo ver, y proyectar, con más claridad en un escenario en donde Podemos competía por vez primera y en donde su aportación fue determinante sin duda. En Junio la “imagen de coalición” se visualizó más y fue un factor importante de su ligero retroceso electoral, junto a los debates generados por la no consecución (de manera completamente arbitraria a nuestro juicio) del grupo parlamentario propio en el Congreso, u otros que tendrían que ver con la dinámica estatal ligada a Unidos Podemos y las divergencias de análisis en la búsqueda de los porqués del fracasado sorpasso al PSOE. Tampoco es descartable que ciertas contradicciones expresadas con demasiada contundencia y reiteración en público hayan invitado a una pequeña parte del electorado de En Marea a quedarse en casa. Los votos perdidos por la coalición no se fueron a ninguna otra opción, lo cual, desde nuestro punto de vista, emite una señal muy clara en favor de profundizar en la radicalidad de los mensajes y propuestas fundamentalmente desde un punto de vista social y material.

No cabe duda que en todo este tiempo, desde la irrupción de AGE hasta estos días preelectorales, y continuará, el poder político y económico, y mediático, de Galicia señala al espacio de ruptura, a lo que en el imaginario colectivo es la Marea Gallega, como el gran y pernicioso enemigo a batir. La campaña diaria de algunos medios de comunicación, fuertemente dependientes para su supervivencia de las inyecciones presupuestarias de la administración autonómica y de sus entes dependientes, es tan asfixiante como reveladora. Porque el poder nunca se equivoca de enemigo. Procuremos no hacerlo tampoco nosotros.

  1. La #MareaConstituinte
    Para las elecciones autonómicas, se entiende que la tarea consiste en aprovechar el empuje y tirón de la marca electoral consolidada combinándola con una democratización radical de sus estructuras y la necesidad de abrir ámbitos asamblearios de deliberación y decisión, tanto territoriales como sectoriales. Eso implica, necesariamente, un paso cualitativo en la configuración de un sujeto gallego de ruptura que transcienda la fórmula clásica de la coalición de partidos. La necesidad de recurrir a la fórmula de partido instrumental no es tanto una solución técnica o de fórmula jurídica como el resultado de una exigencia: abrir el espacio a la participación popular, más allá de los espacios militantes. Esto ya lo habían ensayado las mareas municipales con notable éxito. Construir, realmente, unidad popular y no un sumatorio de siglas. Caminar más allá de los intereses de marca de cada organización, que acaban siendo siempre instrumentales al poder y a su dominio. Parte de este proceso ya había sido recorrido por la iniciativa Mareas en Común, cuya experiencia ha servido de base para el debate y la aprobación de los textos salidos de la Marea Constituínte del 30 de julio.

Galiza no la componen sólo 7 capitales y ámbitos urbanos, sino 313 concellos con miles y miles de núcleos de población. Es cierto que el 80% de su población vive y trabaja en la franja atlántica (donde En Marea concentra la mayoría de su voto) pero el país es mucho más amplio. Y la ambición consiste en buscar una respuesta política y una solución equilibrada para todas las Galizas: en la ordenación territorial y las problemáticas a ella vinculadas, en la emergencia de sus sectores productivos más castigados, en los procesos de defensa de la lengua gallega y de los derechos de sus usuarios, en el desarrollo y la difusión de nuestras manifestaciones culturales y artísticas, en la preservación de su tesoro natural o en innumerables cuestiones que precisan, más pronto que tarde, de poderes públicos realmente populares.

La Asamblea Constituyente venía precedida por algunos episodios de divergencias entre facciones, y algunas y algunos de sus representantes más destacados. Lo natural después de la vorágine electoral, tan endiablada en los últimos tiempos. Quizás también escondían proyectos estratégicos diferentes. Tuvieron que ser las tres voces más autorizadas en el espacio de confluencia las que dieran un paso al frente para desencallar una situación de amenaza para el conjunto: los alcaldes de Ferrol (Jorge Suárez), A Coruña (Xulio Ferreiro) y Santiago de Compostela (Martiño Noriega) presentaron públicamente el Manifesto dos Alcaldes, el compromiso con la preservación y mejora del espacio de “unidad popular”. Ellos hacen también un emplazamiento a celebrar la asamblea de Vigo para avanzar por el camino de la creación de un partido instrumental a través del cual se dispute el poder a Núñez Feijóo y se reviertan sus políticas, en su día calificadas por Beiras como “una auténtica brigada de demolición, etnocidio, ecocidio y socialicidio que se dedica a vender caramelos tóxicos en papeles de colores”.

  1. ¿Por qué un partido instrumental?
    Una vez demostradas en la práctica las disfunciones de la clásica fórmula de coalición, que excitan la competición sobre la colaboración, se hacía necesario avanzar en la ansiada confluencia. Sabemos que lo importante es la decisión política, el convencimiento y la vocación de golpear juntos. Para ello también es bueno caminar real y efectivamente juntos. Eso es lo que se decide de forma casi unánime por parte de los centenares de personas que se congregan en la Asamblea Constituínte de Vigo. La puesta en vigor de un espacio en donde participar en pie de igualdad mediante un proceso realmente democrático y con garantías.

La asamblea del pasado 30 de julio consigue determinar contundentemente cuál es el proceso. El espacio de ruptura se construye desde esa igualdad sin mediaciones, en un ámbito político en el que cada persona es un voto y todas tienen los mismos derechos. En este proceso, las organizaciones políticas solamente tienen el cometido de contribuir con su experiencia y su potencia militante al bien común. En el espacio común de En Marea, los intereses de parte pierden todo su sentido. La Asamblea Constituínte decide, sin lugar a ningún paso atrás, que En Marea es el instrumento que ha de servir a las clases subalternas para conquistar las instituciones y ponerlas a su servicio, y también para articularse socialmente en un movimiento emancipador que transcienda lo electoral y construya sus propias instituciones sociales.

De la Asamblea Constituínte del pasado 30 de julio sale elegida una coordinadora provisional que tiene el cometido de guiar el artefacto electoral a buen puerto, en colaboración con una comisión electoral dedicada a regular el proceso de primarias en el que se elegirá a los diferentes candidatos y al propio candidato a la Presidencia de la Xunta. Será el Magistrado Luís Villares la persona que dispute la presidencia a Feijóo, candidato que cuenta con el consenso de toda la organización, pues fue el único en presentarse.

Durante los últimos días, hasta última hora de la jornada del viernes 12 de agosto, la incógnita por despejar era el papel de Podemos Galicia respecto al sujeto de unidad. Las tensiones y discrepancias internas entre quienes optaron decididamente por subsumirse en el espacio común y quienes aspiraban a mantener la marca e ir a una coalición con el espacio de nueva creación o incluso presentar en solitario la candidatura de Podemos para competir electoralmente con el espacio de unidad y ruptura pusieron durante mucho tiempo en peligro la posibilidad de una alternativa electoral unitaria. A última hora, el acuerdo se ha producido, y habrá una única candidatura de unidad a partir de las decisiones adoptadas democráticamente en la Asamblea Constituínte de En Marea, a la que habían dado su apoyo explícito los líderes españoles de Podemos y en la cual participaron activamente diferentes grupos de militantes de dicha organización, algunos de los cuales forman parte de la coordinadora provisional de En Marea o participan en diversas listas para las primarias.

En un escenario de múltiples incógnitas e interminable interinidad (bajo tutela de la UE), con un gobierno central en funciones, En Marea no es buena noticia para un Feijóo que pretende presentar nuevamente sus credenciales con una Galiza que sería isla de “estabilidad” y “certidumbre” (austeritaria). Él y sus colaboradores lo saben bien, de ahí que sea el espacio de ruptura la diana constante de todas sus iras. Buena noticia para las clases subalternas.

Esta especie de golpe de mano del Régimen en tres actos que, previsiblemente, tendría como resultado la notable corrección del resultado salido de las urnas el 20D (y por lo tanto del proceso político que venía dándose, manifestado en lo electoral) se vería favorecida por una hipotética reválida de un presidente connivente en su día con un reconocido narco-contrabandista. Ese es el escenario que el sujeto que se decide a edificarse en la Asamblea Constituínte del 30 de julio pretende evitar. Por el futuro de Galiza y de sus clases subalternas.

Mientras tanto: en Galiza, para a xente, Hai Marea!

N. de la R.
Este articulo –opinión de Raquel Martínez Casal, Antón Dobao, Millán Fernández son militantes de ANOVA y activistas de En Marea- se publica con la autorización de Sinpermiso.

Sin duda hay otras opiniones, otras realidades, que iremos aportando a fin de enriquecer el conocimiento de las luchas, en la izquierda y en la derecha, por el poder político en Galicia.