Albert Rivera.
Albert Rivera.

España
José Luis Heras Celemín (14/9/2016)
Entre las rebanadas, puestas de perfil (o de canto), una a la izquierda (socialista) y otra a la derecha (popular), con unte escaso de alimento; y con una guindilla peligrosa.

Albert Rivera, el líder de Ciudadanos, comparecía en Madrid a la llamada, o invitación, de Europa Press tras un fin de semana en Galicia. Las crónicas informaban de su estancia allí, de lo que pronostican las encuestas para su partido, y de un episodio desdichado fruto de la conjunción de dos infortunios: Los errores cometidos en la decoración del autocar que C’s usa en Galicia para su campaña. Y la fotografía que exhibía la confusión de nombres y el desliz gramatical en el idioma.

Desde esa situación, mientras se cuestionaba el motivo de su presencia, tras su devaneo y amoríos pasajeros con la izquierda socialista y la derecha popular, el interés se centraba en lo que pudiera decir sobre los tres temas en los que incidiría la prensa tras el discurso: Situación en Cataluña, Elecciones en Galicia y País Vasco, y el bloqueo político nacional tras dos Elecciones Generales y con el Gobierno en Funciones.

Pero, en lugar de eso, Rivera optó por un discurso conocido: “España tiene retos y grandes oportunidades… Estamos en un atasco…Reto de moderación… En vez de quién, hablar de qué… Alternativa constitucionalista para después del 26. Reforma en 4 bloques (Economía, Bienestar Social, Reforma Institucional, Lucha contra la corrupción)…

Y el tema Territorial: “No seguir lo que dicen los ministros,.. En Cataluña, una parte cree que la solución es salir de España y de Europa… Pacto por España…

Fue ahí donde Rivera, de forma alarmante, mostró lo que, para encuadrar un titular, aún sabiendo que no lo es, definiré como una “guindilla peligrosa”:

“No es suficiente hacer cumplir la ley”
Textualmente. En un Estado democrático de Derecho como el nuestro, no es suficiente hacer cumplir la Ley, dijo.

La afirmación, más que tremenda tremebunda, revela una identidad y convicciones dignas de una consideración que, en ausencia de un miedo social que en democracia y en un Estado de Derecho no tienen cabida, mueve a una reflexión tranquila con la que espantar recelos.

Sin darse cuenta, o sabiéndolo, siguió, proponiendo arreglar deficiencias con 3 pactos: Modificación de la LOFCA. Infraestructuras. Y Constitucional.

Tras ello, no caben disimulos, intentos de disculpa o tratar de encontrar justificación a lo que no es una simple frase improvisada. Lo que dijo Rivera es la expresión de una convicción peligrosa, muy peligrosa en alguien que hoy lidera un partido político nacional. Porque si no basta con hacer cumplir la ley, como apunta, se impone hacer algo más y distinto: ¿¡Qué!?

“Somos el partido del sí”, continuó. Con un “sí” afirmativo y con tilde que una voz misericordiosa convirtió en un “si” condicional, más adecuado y coherente con la historia reciente de Ciudadanos. Una historia en la que las afirmaciones categóricas, en poco tiempo, a veces minutos, han cedido puesto y lugar a concesiones varias.

“Algunos líderes dicen: Yo les he dicho a mis militantes…” –siguió, mostrando unas certezas extrañas sobre qué es un líder y la propiedad que puede sentir sobre los militantes del proyecto común que significa un partido político en sistemas democráticos en los que nadie es propiedad de nadie.

Terminó con otra sucesión de frases en busca de titulares: “Ciudadanos ha venido para gobernar España…, Construir un centro amplio…, Proyecto más transversal del que tienen otros…, Si nos dejan trabajar…, Yo no sé si algunos buscan agotar la paciencia de los españoles”.

Al terminar, vía WhatsApp, llegaron unos textos que merecen ser copiados:

“Algunos buscan agotar la paciencia de los españoles. Rivera reza todas las noches de 10 a 20 jaculatorias para que no haya elecciones. Si Pedro Sánchez no consigue diluir culpas y repartir la abstención con otros grupos para apoyar un Gobierno del PP, habrá elecciones. Y Ciudadanos empezará a difuminarse… Bueno, se está difuminando”.

Ya en la calle, mientras esperábamos al bus, pasó un furgón. En el lateral había una fotografía grande de un panecillo partido longitudinalmente en dos mitades. Alrededor había chorizo, lonchas de queso y jamón, viandas; y una guindilla. Pero, entre las rebanadas puestas de perfil (o de canto), una a la izquierda (socialista) y otra a la derecha (popular), sólo se veía algo parecido a un unte escaso de alimento.

Una representación artística con posible sentido simbólico: Una alegoría.

 


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