España
José Luis Heras Celemín (9/1/2017)
Se acabaron las vacaciones para Podemos; y el recreo. Es hora de dejarse de andanzas, extravagancias y vagancias; y de ponerse a lo que toca.
A poco que se hurgue, aparece algo que parece obvio: La parte de la sociedad que está pendiente de Podemos empieza a estar harta de andanzas, extravagancias y vagancias y apetece algo útil y distinto al ombligo de una formación que tuvo sus orígenes en el Sindicato de Estudiantes y que cristalizó con los movimientos del 15-M.
Después de un tiempo de ocurrencias, ha llegado el momento de ponerse a lo que toca. Como la madame llamaba a sus pupilas con el «Niñas ¡al Salón!», que utilizara Vizcaíno Casas para titular una de sus novelas, ha llegado el momento de empezar. O, si se prefiere el símil inocente de la profesora de párvulos en Jardín de Infancia, de entender que “Se acabó el recreo”. Ambas expresiones valen para explicar que es momento de ponerse a trabajar.
Ha pasado ya la ‘puesta en escena’ y es momento de que Podemos ofrezca propuestas, como hacen las formaciones políticas que tienen algo que aportar en la vida pública. Pero, por lo que parece, en Podemos no hay una base de la que extraer unos programas que puedan ser asumidos por afiliados y votantes. En su defecto, aparece una dinámica de personalismos, con las ocurrencias que tutelan Iglesias y Errejón, que no es capaz de estructurar un discurso coherente para sustituir las viejas teorías comunistas que existían en Izquierda Unida.
En esta situación, la formación primitiva, que ilusionó a 5 millones de votantes, ha evolucionado hacia un marasmo político en el que campan, sin control o controladas, unas banderías y facciones capaces de producir las fricciones y purgas personales que aparecen cada día, ajenas al espíritu del 15-M y habituales en la izquierda nacional.
Ahora, al empezar el año, Podemos está ante “Vistalegre II”, la llamada ‘Asamblea Ciudadana Estatal’, que representa la terminación del recreo y el fin de un periodo de extravagancias y boutades. Ahora conviene reconducir la situación; y decidir el tipo de partido que se quiere. Después habrá que precisar qué hacer, cómo hacerlo; y elegir a quien lo haga.
Respecto al tipo de partido, hay dos concepciones opuestas que explica el arquitecto Sánchez Ródenas: «Un partido (hecho) sobre la dialéctica clásica Izquierda y Derecha consolidando la coalición “Unidos Podemos” mediante un proceso de fusión o integración de IU en Podemos, que… podría desembocar en la creación de un partido de corte neo-comunista con una estructura organizativa vertical y una dirección fuerte, monolítica y trufada de “apparátchik” de CC.OO e IU». (Y) «Un partido sobre la dialéctica Arriba y Abajo, apelando a la recuperación del espíritu del 15M e invocando la transversalidad como seña de identidad».
En ambas opciones, apunta, «no basta la propuesta de vuelta a los orígenes, de aquellos que tras la fundación de PODEMOS han sido corresponsables de la situación…Ya no basta con proponer recuperar la transversalidad, como herramienta para construir una mayoría social, porque cualquier modelo político-organizativo que se plantee estará condenado al fracaso si no es capaz de generar las sinergias de las bases». «El reto que se plantea en Vistalegre II, no se refiere a elegir entre las propuestas que se confrontan sino a plantear una tercera vía que se centre en la reclamación del derecho de las bases a decidir el modelo de partido que desean, y que ninguna de las dos opciones que se confrontan garantizan».
En definitiva, se trata de decidir el modelo de partido. Y es ahí, desde la organización (o des-organización) y de cara a la sociedad, donde está el origen de la des-afección social, que ya es palpable y lastra lo que representa Podemos.
Ocurre, además, que, a diferencia de otras épocas, en Podemos hoy no hay planes que satisfagan a un electorado que muestra síntomas de hastío. En esta situación, el discurso actual sólo va dirigido a unos desfavorecidos sociales, a los que se excita con las penurias que padecen. Unas penurias que se atribuyen a un capitalismo que, anidando en el PP, se convierte en un enemigo principal aprovechado para tapar errores y carencias propias.
De esta forma, Podemos va a Vistalegre II, encabezado por una casta (de avispados) con líderes de poca consistencia cuya cabeza visible es un Pablo Iglesias que un día se sienta en la alfombra del Salón de Pasos Perdidos del Congreso intentando ‘coleguear’ con la prensa y al siguiente pontifica sobre cuestiones importantes exhibiendo, impúdico, una indigencia cultural e intelectual que aprovechan enemigos conmilitones y celebran adversarios.
Con lo apuntado y a las puertas de Vistalegre II, el antiguo Podemos, que concitó esperanzas y afinidades para formar una coalición que tuvo su oportunidad, parece abocado a lo que hoy se conoce como “Pablemos”: Una ‘situación-formación’, de recorrido incierto, basada en un líder (en formación o deformado) que sobrevive a base de purgas internas, las de estos días, impregnadas de hormonas primitivas (de macho alfa, o hembra beta; y viceversa) que tuercen voluntades al más puro estilo del estalinismo añejo.
Frente al Pablemos (purgador o purgado), acaso como aspiración de los idealistas que hay en Podemos, está la opción que apunta Sánchez Ródenas: «…plantear una tercera vía que se centre en la reclamación del derecho de las bases a decidir el modelo de partido que desean, y que ninguna de las dos opciones que se confrontan garantizan».
La opción, como meta, es agradable y propia de la romántica utopía de la izquierda. Distinto es plantearla como desafío al Pablemos pragmático que, ante Vistalegre II, copa puestos, capa cargos, y purga críticos.
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