Debate sobre el futuro del PSOE.

España
G. Buster (18/5/2017)
Vísperas del debate en Ferraz entre Pedro Sánchez, Susana Díaz y Patxi López, fijado a las 12:10, para que los medios de comunicación tengan tiempo de hacer carnaza y amortiguar o agrandar las consecuencias.  Un aire de duelo en el Corral OK, en Tombstone, 1881, cuando los Earp acusaron a los Clanton de ladrones de ganado. Después de 30 disparos en 30 segundos, solo quedó ileso Wyatt Earp, aunque habían escapado antes Ike Clanton y Billy Claiborne.

El debate en Ferraz durará más de una hora y puede haber muchos más disparos y víctimas, porque los insultos cruzados en las últimas semanas entre las campañas de los dos principales contendientes  -y, para ser sinceros, desde el Comité Federal del 1 de octubre – superan con mucho el de “ladrón de ganado”.  De hecho, la única esperanza que le queda a Patxi López -a quién sus propios seguidores le han pedido por su bien que se retire a lo Ike Clanton, no vaya a tener menos votos que avales- es que Pedro Sánchez y Susana Díaz lleguen a la confrontación total en público y mueran ambos matando.  A Patxi López, como buen bilbaino, le van  más las metáforas ferroviarias y prevé un “choque de trenes”.

Para encauzar las aguas desbordadas, Pedro Sánchez, ha adelantado un: “a ver si convenzo a Susana que la abstención fue un error”, echando sal en la herida. Y su rival le devuelve sus buenas intenciones acusándole de “vaivenes ideológicos”, desde la certeza de que la ausencia de ideología es la mejor garantía de estabilidad. Por si acaso, solo dará a conocer su programa después del debate. Patxi López vuelve a repetir que es la única “garantía de la unidad del partido”, como si lo que tuviera lugar no fuera un enfrentamiento fraccional cainita desde el Comité federal del 1 de octubre.

La larga crisis de la “vieja” socialdemocracia española
En el resto de la Unión Europea la crisis de la socialdemocracia es la consecuencia directa de la aplicación enfervorizada “con rostro humano” de las políticas de austeridad. Es muy difícil de explicar un parricidio y eso es lo que ha ocurrido con el estado del bienestar. En nuestro caso, el PSOE pasó de los equilibrios de Zapatero en la primera legislatura a perder pie en la cuerda floja en la reunión de mayo de 2011, la carta de chantaje del BCE solo confesada en sus memorias de gobierno,  la reforma del artículo 135 de la Constitución en plenas vacaciones de agosto y la catástrofe electoral del 20 de noviembre de 2011, con la pérdida de 14 puntos.

La cosa no se detuvo ahí y aún empeoraron en el Congreso de Sevilla en febrero del 2012 dónde la intervención de Felipe González y Alfonso Guerra, con la ayuda de Susana Díaz, consiguió volcar a favor de Alfredo Rubalcaba la gestión del entierro del “zapaterismo”, un peligro para la estabilidad del régimen del 78, frente a las veleidades de la primera exministra de defensa, Carme Chacón. Con la misma falta de perspicacia política pero con tenacidad en la defensa de los intereses de las clases dominantes, los aparatos territoriales y las “viejas glorias” del partido siguieron interviniendo a la búsqueda de un candidato ganador: en las primarias que llevaron a Pedro Sánchez a la secretaria general, a costa de la derrota de Eduardo Madina en julio de 2014; a la dimisión de su ejecutiva, forzando la convocatoria del comité federal del 1 de octubre de 2016 que forzó su dimisión con un golpe interno; a la convocatoria aplazada de las actuales primarias por una Gestora tan de parte que su hombre fuerte es el vicesecretario general de la federación andaluza, Mario Jiménez.

De la derrota de 2011, con 110 diputados (28,7%) se paso a la de 2015 con 90 (22,01%) y a la de 2016 con los actuales 85 (22,63%). Fue a estos últimos a los que la Gestora impuso la abstención en el debate de investidura de Rajoy (que solo 7 diputados del PSC y 8 del PSOE desobedecieron votando No).

Lo que ha partido al PSOE en dos es esta trayectoria de políticas del “mal menor” en nombre de la “gobernabilidad” y la “estabilidad” del régimen del 78. Una herencia que le corresponde por entero a Susana Díaz, porque ha sido ella quién la ha impuesto desde el congreso de Sevilla de 2012, secundada por los barones y los aparatos territoriales a los que responde la Gestora presidida por el asturiano Javier Fernández.

Desde el momento de su constitución, la Gestora ha preparado despiadadamente –empezando por el grupo parlamentario socialista- la llegada a la secretaria general de Susana Díaz. De entrada, mejor sin primarias, por aclamación en un Comité federal sin candidatos alternativos. Y cuando se hizo evidente que los habría, condicionando el proceso interno. ¿De qué otra manera se puede calificar el proceso de elaboración de las ponencias política y económica, a cargo de equipos seleccionados y dirigidos por Eduardo Madina y José Carlos Díez? Ha bastado que Pedro Sánchez anunciara su programa –coordinado por José Félix Tezanos y Manuel Escudero, para que el equipo de campaña de Susana Díez se haya visto obligado a  improvisar uno propio para después del debate del 15 de mayo, sin atreverse a asumir el preparado por Eduardo Madina y José Carlos Sánchez. Pero ya tendremos tiempo de hablar de los programas.

Preparando la puñalada.

¿Es posible una alternativa de izquierdas a Rajoy?
Porque en el fondo, el debate se reduce a una sola cuestión: cómo construir una alternativa al gobierno minoritario de Rajoy. Y esa cuestión está planteada, en términos concretos, desde las elecciones del 20-D de 2015, cuando la alternancia  bipartidista del régimen del 78 quedó bloqueada por el 20% de votos obtenidos por Unidos Podemos, En Comú, En Marea y Compromís.

Desde ese momento, toda la presión del aparato, de las “viejas glorias” del PSOE y de las “fuerzas vivas” de las clases dominantes fue impedir a toda costa un bloque parlamentario entre las dos izquierdas, “vieja” y “nueva”, para construir una alternativa de gobierno. El argumento es que dependería del apoyo de “independentistas que quieren romper España” o simple y llanamente que Unidos Podemos no podía llegar al gobierno porque provocaría una confrontación con la UE, la retirada del flujo financiero del BCE que mantiene a flote la endeudada economía española, y una huida de las inversiones extranjeras.

Entre los límites del No a Rajoy y el No a Unidos Podemos y los independentistas, Pedro Sánchez intentó hacer malabarismos con Ciudadanos, en la doble ingenuidad de que la “marca blanca” del PP es autónoma hasta cierto punto y que Unidos Podemos se resignaría, como un mal menor, a votar a favor de un gobierno del PSOE apoyado y condicionado en su programa por Ciudadanos. A estas alturas es posible que todavía quede alguna credulidad resignada entre sectores de afiliados y votantes del PSOE sobre la buena fe de esta propuesta. Es la que se resume en el reproche “cuando pudieron votar a un socialista, prefirieron a Rajoy.  Para hacerla creíble hay que demonizar a Unidos Podemos –cuya propuesta, por muy histriónica que fuera su puesta en escena, era un gobierno al 50% del PSOE y de Unidos Podemos-, lo que supone en definitiva descartar una alianza de gobierno de las izquierdas y sustituirla por un apoyo unilateral a un gobierno del PSOE anclado en Ciudadanos. Una fórmula que se pretende “a la portuguesa”, pero que implica una geometría política y un programa que suponen la reafirmación del régimen del 78, no su alternativa. En especial en las dos cuestiones claves: el fin de las políticas de austeridad en la recuperación de la Gran Recesión y una salida democrática y constitucional a la cuestión soberanista, tras la implosión financiera del Estado de las Autonomías.

Pedro Sánchez ha construido su campaña en estas primarias en varias fases sucesivas: primero, la afirmación de una alternativa de izquierdas abriéndose a Unidos Podemos; después en la posibilidad de una alternativa del PSOE apoyada por Unidos Podemos; y finalmente, a la búsqueda de los votantes socialistas de Susana Díaz, en la reafirmación del proyecto autónomo del PSOE hegemónico en la izquierda y subordinando a Unidos Podemos.

Susana Díaz por su parte, se ha mantenido en la abstención y en una “oposición útil” –ahí está el balance de estos meses de la actividad parlamentaria de la Gestora para desmentirla-, cuyo punto de partida es la defensa del régimen del 78 y situar como objetivo estratégico la reconstrucción de la alternancia bipartidista con el PP.  “Si no se puede gobernar, hay que dejar gobernar” como lo definió Felipe González.

El aliento de la “nueva” socialdemocracia
Pero independientemente de sus visiones estratégicas y sus adaptables programas, ambas candidaturas han provocado una importante movilización en el PSOE. Y por muy estereotipada que pueda parecer, esa movilización esta polarizada: por un lado las bases de afiliados; por otra los aparatos territoriales y sus redes de liberados y cargos. Bastaría la capacidad de convocatoria de los actos de campaña de Pedro Sánchez  en comparación con los de Susana Díaz, para no hablar de los de Patxi López, para reconocer la indignación de unos afiliados tras el golpe interno que obligó a dimitir al secretario general elegido en unas primarias (algo inaudito en la historia del PSOE).

La presentación de avales produjo una catarsis, una vez superado el estupor y las acusaciones contra Pedro Sánchez de intento de pucherazo de la campaña de Susana Díaz. Vale la pena comparar los avales de 2017 con los de 2014. En estas últimas, Pedro Sánchez, apoyado entre otros por Susana Díaz y la federación andaluza, consiguió 41.338 avales, de los cuales 12.600 fueron andaluces, Eduardo Madina 25.238 y  José Antonio Pérez Tapias (Izquierda Socialista) 9.912. Ahora, Susana Díaz ha entregado 62.617 avales, Pedro Sánchez 57.369 y Patxi López 12.000. En 2014 la recogida de avales movilizó a 76.488 afiliados y en 2017, con un censo menor de 187.949, se han recogido 132.000 firmas.

Por primera vez desde la legalización del PSOE tras la dictadura franquista, un número importante y significativo de sindicalistas de UGT y CCOO se han movilizado abiertamente a favor de la candidatura de Pedro Sánchez. Las razones son obvias: la orientación de las direcciones de ambos sindicatos es la defensa de la negociación colectiva a partir de la reconstrucción de una cierta capacidad de movilización para resistir las políticas de austeridad y una recuperación a favor de los mismos intereses que gestionaron la crisis. Y esta orientación necesita una alternativa política al gobierno de Rajoy, comprometido en un plan trienal de austeridad con la UE que implica la erosión radical del papel de los sindicatos.

Según las últimas encuestas, el 52% de los votantes del PSOE prefieren a Pedro Sánchez, el 27,1% a Susana Díaz y el 14,4% a Patxi López.

De ganar las primarias Pedro Sánchez, y ser el candidato socialista de nuevo en unas elecciones, las encuestas prevén una recuperación del voto socialista hasta el 28,2% (cercano al 28,8% de 2011, antes de la aparición de Podemos), frente al 29,9% del PP, un 18,6% de Unidos Podemos. Con Patxi López de candidato, el PSOE alcanzaría el 27,4% y con Susana Díaz el 24,7%.

Las primarias han empezado a cambiar la coyuntura política
La fiabilidad de estas encuestas es limitada. Pero reflejan una tendencia a la recuperación del voto socialista en un escenario de confrontación con el PP sobre la base de proyectar las posibilidades de una alternativa de gobierno. Y las de Susana Díaz son un callejón sin salida en una oposición competitiva con Unidos Podemos y “útil” con el Gobierno Rajoy. Es probable, además, que las consecuencias electorales de la actual ciénaga de corrupción se materialicen antes y con más fuerza en el PSOE, presionándolo a  la izquierda, que en el PP.

El debate a tres del lunes 15 de mayo será importante, pero difícilmente decisivo. Las primarias socialistas discurren en el marco descrito, sometidas sobre todo a las presiones externas de una coyuntura política agobiante por la corrupción, la desigualdad de una recuperación sesgada a favor de las clases dominantes por las políticas de austeridad, la incógnita de cómo se desarrollará la confrontación del referéndum catalán y una fuerte inestabilidad internacional. Pero las mueve la indignación de los afiliados del PSOE, que los aparatos territoriales han querido convertir en meros ratificadores de sus decisiones.

Esa indignación se volcará en las urnas de las Casas del Pueblo el próximo 21 de mayo. El resultado sigue abierto. Pero por lo pronto Rajoy y el PP ya han tenido que modificar su estrategia en esta legislatura y adoptar un Plan B, que sostiene por el cuello la soga del PNV y de los autonomistas canarios, en puntillas sobre la banqueta de tres patas de la abstención del PSOE. No es precisamente una situación “estable”. De los resultados de las primarias socialistas depende en buena parte la continuación de la legislatura ciénaga. Entre otras cosas, porque pueden ser una señal significativa de la recuperación de la esperanza, que aliente las movilizaciones sociales imprescindibles para la construcción de una alternativa de izquierdas.

N. de la R:
G. Buster es miembro del comité de redacción de Sin Permiso.
Este artículo se publica con la autorización de SinPermiso.


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