España
Wenceslao Alonso Nieto (2/4/2019)
Frente a la función que en un Estado de Derecho debe llevar a cabo quien ostenta un cargo político, que debe ser la defensa del interés general y el servicio transparente a la ciudadanía en el ámbito competencial y territorial que le corresponda, existen múltiples y continuos ejemplos de la utilización artificiosa de ese poder para fines espúreos, que nada tienen que ver con el interés de la ciudadanía sino con la avaricia personal de quien la ejerce.
Es cierto que, lamentablemente, las normas, las leyes, a veces facilitan esa «contaminación de la vida democrática» por cuanto que, elaboradas inicialmente por técnicos pero retocadas a su antojo y aprobadas en última instancia por políticos, éstos defienden en primer lugar sus derechos y privilegios.
Más que en futuras generaciones, piensan en las próximas elecciones, y en tener «hueco» en la lista electoral del partido, además por supuesto de conseguir votos.
Cuando los ciudadanos intentan defenderse de la aplicación de determinadas normas, por ser la misma contraria a derecho, los políticos en cuestión tratan de «mover los hilos» que encuentren a su alcance en cualquier instancia política o de otra índole para conseguir que el ciudadano que les supone una «china en el zapato» no se salga con la suya.
Repugna la mezcla de intereses y connotaciones que existen o pueden existir entre las diferentes instancias de poder y cómo, a veces, el intercambio de favores sirve como moneda de cambio a costa de los ciudadanos que ven atónitos dichas maniobras.
Es difícil entender determinadas resoluciones que se producen en un Estado de Derecho, la irracionalidad de las mismas a la luz de los hechos determinantes que se encuentran en el caso y que, en primer lugar, hacen que la Administración de que se trate deniegue con cualquier excusa la petición del interesado.
Denegación que lleva a cabo incluso a sabiendas de que el ciudadano tenía razón, pero conocedora también la entidad pública en cuestión de que lo normal es que ese modesto contribuyente no vaya a acudir a la Justicia con todo lo que de desgaste económico y personal le puede suponer.
Sin embargo, por más que cueste, debo decir que siempre será mejor no callarse, no transigir ante las injusticias, aunque sepamos, que sabemos, que el poder tiene resortes que puede mover para conseguir sus objetivos,
Hay que seguir perseverando hasta las más altas instancias nacionales o internacionales hasta conseguir que lo que es, en primer lugar, legal y luego justo, resplandezca.
Cueste lo que cueste — que cuesta y mucho
Le pese a quien le pese – que a muchos les pesa
Y caiga quien caiga – que ojalá caigan pronto
La razón solo tiene un camino, y hay que llegar a la meta, se encuentre donde se encuentre.
N. de la R:
Este texto fue escrito el 16 de septiembre de 2018, pero su actualidad nos ha movido a publicarlo. Lo hemos tomado del facebook del autor, que es abogado y funcionario.
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