Juan Carlos I y Teodoro Obiang Nguema, amigos para siempre.

Mi Columna
Eugenio Pordomingo (17/6/2019)
No es difícil suponer a qué es debido, pero Teodoro Obiang Nguema, Presidente de la República de Guinea Ecuatorial, tiene impunidad informativa. Las atrocidades que lleva a cabo no se publican. De vez en cuando aparece en la prensa española -como si de un milagro se tratara-, alguna que otra notita sobre algún tipo de desmán cometido por el clan de los Obiang. Pero como mucho referida a asuntos financieros de “bienes mal adquiridos”, o maletas cargadas de dólares y euros que, por ejemplo, Teodorín (hijo de Obiang y su sucesor in pectore), pretendía pasar por alguna aduana, y poco más.

Como es habitual, el impacto de la escabrosa noticia se pasa rápido. No hay un seguimiento de los muchos casos de corrupción, conexiones con narcos –como recoge en su libro, ¡QUIÉN ES QUIÉN! En el submundo del narcotráfico y lavado de dinero negro del Siglo XXI! , el Dr. Adolfo Obiang, que dedica uno de los capítulos a las relaciones del presidente de Guinea Ecuatorial con el Chapo Guzmán y Pablo Escobar-, ni tampoco mencionan las detenciones arbitrarias, torturas e, incluso, asesinatos.

De vez en cuando, eso sí, la prensa publica noticias de que tal o cual ONG va a hacer un donativo para los niños guineanos, o que un grupo de médicos viaja a Malabo o al Continente para volcar sus dotes científicas sobre la población guineana. Lamentable. Y digo, lamentable, pues el país tiene una renta per cápita muy alta –es el tercer país productor de petróleo de África-, pero cuyo reparto es anómalo, injusto u criminal.

El país, Guinea Ecuatorial, cuenta con recursos suficientes para que ningún guineano carezca de una alimentación adecuada, pueda vivir en una casa, no ya modesta, sino incluso lujosa, y toda la población podría contar con una enseñanza de primera de calidad y una Sanidad a nivel europeo. Pero, lamentable, nada de esto acontece.

¿Dónde están los beneficios del petróleo, gas, minerales y otras actividades comerciales? Pues no es difícil conocerlo. Ya hemos comentado en más de una ocasión –y también lo han hecho medios de comunicación de los grupos opositores y algunas ONGs internacionales. ¿Acaso se nos olvidan los juicios en Francia, Estados Unidos y otros países contra Teodoro Nguema Obiang, más conocido por Teodorín, por compras de propiedades  inmobiliarias, coches de alta gama y cuadros de pintores famosos, con fondos procedentes del erario público?

¿No se han hartado los opositores guineanos de denunciar y publicar en páginas de internet y redes sociales, los cientos y cientos de casos de encarcelamientos arbitrarios, desapariciones, secuestros, torturas y muertes de ciudadanos guineanos? Pero todo ello ha tenido escaso eco en las televisiones, radios y periódicos españolas (públicas, privadas y subvencionadas).

El alborozo cunde entre los opositores cuando la prensa española se hace eco de alguna de las “maldades” del régimen guineano contra la población del país. Pero después, vuelve el desánimo y la oscuridad. “No sale nada de Guinea Ecuatorial”, suelen decir los hombres y mujeres que viven en la diáspora.

Una mínima reflexión, hecha desde el cariñó y la amistad. ¿Es toda la culpa de los medios de comunicación?, me pregunto. Sinceramente, creo que no. La prensa pasa por momentos difíciles: ha habido importantes oleadas de reestructuraciones de plantillas (despidos), los salarios son un tanto cutres, la investigación periodística brilla por su ausencia  y las empresas editoras controlan en exceso hacía dónde van los dardos y la repercusión que ello puede tener. Y ya se sabe, los que no quieren salir en la prensa invierten en ella.

Por eso, si se me permite, hay que profesionalizar el acto de tratar que los medios de comunicación y la clase política “nos saquen” y “se ocupen de nosotros”. El buen paño en el arca se vende, se solía decir antaño. Pero no hay nada más incierto.

Luego está la enorme dificultad de aunar los esfuerzos en un objetivo común. Labor ardua, peliaguda. Unos marcan como línea roja la etnia, sin percatarse que esa diferenciación se va diluyendo con los años; unos reprochan a otros los antecedentes de colaboración con el régimen, sin pararse a pensar que los criticados nacieron cuando Obiang llevaba años en el poder. En fin, que por unas u otras cuitas, el fraternal abrazo parece harto imposible.

Casi todos los grupos políticos y opositores a Obiang sueñan con acabar con el régimen por las bravas, aunque, lógicamente, lo nieguen. Y lo entiendo. Cuando un bandido le roba a uno sus propiedades o mata a un miembro de su familia, amigo o compañero, y encima ve que la Justicia no le apoya ni ayuda, ¿qué va a hacer, poner la otra mejilla?

Termino esta columna, diciendo –a pesar de que sea predicar en el desierto- que el Gobierno de España debe hacer algo por el pueblo guineano. Y no un simple gesto. Que deje de plegarse ante los chantajes de Teodoro Obiang Nguema y que aparte de su estrategia el empecinamiento de que el cambio se hará desde el grupo que patrocina el socialismo español. De persistir en el error habrá que recurrir a eso de que “el que más corra capador”.

¡Ah!, y no nos olvidemos del centenar de presos que fueron juzgados hace un mes –y condenados a terribles penas- en el marco-juicio de Bata, pues sus familiares no saben dónde están ni en qué estado se encuentran. Ninguna autoridad les proporciona información acerca de dónde están, para poder visitarlos y atender sus necesidades más elementales.

¿Se acercará el embajador español en Malabo a visitar a esos presos o tal vez Josep Borrell se dirija a Obiang para recriminarle su actitud y exigir que cumpla su compromiso de velar por los Derechos Humanos?

Micho me temo que ni lo uno ni lo otro.