El rey Felipe VI con el Presidente del Gobierno, Pedro Sánchez Pérez-Castejón

España
Jose Luis Heras Celemín (9/8/2019)
“Lo mejor es encontrar una solución de gobierno antes de ir a otras elecciones”, “Estoy en contacto con la presidenta del Congreso, la actividad política no ha parado y en cualquier momento puede haber noticia”.

A mí no me gusta ver al Rey en esto. Es una forma de meterse en política que no beneficia a nadie.

El comentario es de doña Matilde, una mujer de 92 años, ex alto cargo en un ministerio, que, habituada a seguir la actividad política, a veces comparte conmigo las reflexiones que le produce la prensa, en este caso las declaraciones del Rey, que publicaba el diario El Mundo del lunes 5 de agosto que llevaba en la mano, y me enseñó.

Las declaraciones del Rey, importantes por el momento en que fueron hechas, producen dos efectos: Disgusto, como a doña Matilde, que no tiene otra significación que la simple pesadumbre. Y preocupación, una inquietud espesa que toma forma y alarma cuando en la televisión pública, RTVE, se convierte el telediario de la primera cadena, del 7 de agosto a las 3 de la tarde, en un mitin electoral sin motivo, a favor del presidente del Gobierno en funciones, puesto en escena en dos tiempos: 10 minutos al comienzo del informativo, seguidos por otros 6 algo después y usando lo que dice el Rey.

Podría ser oportuno valorar las declaraciones desde ópticas y ámbitos varios. Es más, desde que se conocieron, ya han corrido ríos de tinta haciéndolo. Y parece que entre las valoraciones conocidas la mayoritaria es la que entiende que el Rey, por los motivos que sean, no quiere que haya Elecciones Generales y rechaza lo opuesto sin considerar, o considerando, que con ello se violenta el derecho de los electores que no aceptan que se trasvase su voto de un partido a otro sin contar con ellos. Aparte, también se está entrando en lo que cada cual cree que interesa: Ahorro de tiempo y costo electorales. Búsqueda de sensibilidad política e ideología afines. Necesidad de un gobierno, sea el que sea. Comparación en la forma de lograr el gobierno de España con las usadas para conseguir los conseguidos en ayuntamientos y comunidades autónomas. Actividades nacionales e internacionales pendientes de atención. Y un etcétera tan amplio como la diversidad de intereses y criterios de valoración y opinión.

Sin embargo, hay algo importante que no se considera en público y que sólo se apunta en secreto, sotto voce para iniciados y en algún círculo privado: El porqué de las declaraciones reales en este momento y situación política: Gobierno en funciones tras investidura fallida. Presupuestos Generales del Estado prorrogados. Próxima sentencia del Tribunal Supremo al Procés. Parlamento nacional en grupos de difícil acople. Clase política desprestigiada. Partidocracia cuestionada. Liderazgos efímeros con líderes en ciernes, etc.

Para restar00 trascendencia, quitar hierro o algún otro motivo, se puede entender que las declaraciones reales son la expresión de un ciudadano libre que opina, sin más, en el jardín de su residencia de verano ante la prensa. Sin embargo, el rey, como Jefe del Estado, no es un ciudadano más. Todo lo que dice importa, sobre todo cuando opina sobre elecciones en una situación como ésta. Por eso, no cabe restar crudeza a lo que ha dicho, ni minusvalorar el momento que ha elegido para hacerlo. Por el contrario, hay que entender que estamos ante una declaración del Jefe del Estado, en un momento decidido, para expresar su posición formal ante algo relevante. Podemos concluir, por tanto, que cuando el Rey dice que “lo mejor es encontrar una solución de gobierno antes de ir a otras elecciones” lo que está haciendo es mostrar su posición en este momento.

Consecuentemente, para no entrar en enredos cortesanos, hay que ver la posición real, aceptarla analizando los motivos que puedan animar a Su Majestad y asesores para decidirla (es lo que están haciendo la prensa y analistas estos días), y pararse en algo que no debe relegarse: ¿Por qué Su Majestad hace estas declaraciones ahora y, para disgusto de doña Matilde y los que opinan como ella, abandona la muy considerada postura real de no injerencia en la acción política?

Como motivos para hacer las declaraciones pueden aceptarse los que citamos cuando en párrafos anteriores tratábamos de mostrar la situación política. Sin embargo, esos motivos, aunque importantes, no bastan para justificar la elección del momento que el Rey ha decidido: En Mallorca, a la espera de la visita del presidente del Gobierno en funciones, en el periodo vacacional de la clase política, y pendientes de la investidura de un presidente de gobierno que evitaría la convocatoria de unas elecciones. Por ello, hay que pensar que hay algo más: ¿Qué?

Como motivo para la elección de este momento, en la declaración real hay   una referencia temporal: “Estoy en contacto con la presidenta del Congreso, la actividad política no ha parado y en cualquier momento puede haber noticia”. Repasada parece una obviedad: Es lógico que el Rey como primera autoridad del Estado esté en contacto con la presidenta del Congreso, que es la tercera autoridad del Estado y con significación especial estando pendientes de una posible nueva tentativa de investidura. Pero, al calibrarla (“En cualquier momento puede haber noticia”), surge todo un rosario de posibilidades, intenciones y decisiones por descubrir que producen alarma si se compara la situación de hoy y lo que se hace (conocido o no) con la que existía y lo que se hacía en la ocasión anterior (descubierto u oculto) en que el Rey decidió que era momento de enfrentar una situación como la que había antes, durante y después del 23 de febrero de 1981.

Para sosiego de todos, conviene advertir que no estamos como en 1981. Formamos parte de la UE. La democracia que empezaba hoy está asentada tras más de cuarenta años. No parece que haya ruido de sables en un ejército distinto al de entonces y profesionalizado. Y la confianza social en el sistema es hoy una característica nacional que produce tranquilidad.

Lo anterior no obstante, hay un runrún en consonancia con los interrogantes que aparecen con la declaración del Rey en la situación actual, con el barullo político que existe y con lo que provoca pesadumbre en doña Matilde. No amedrenta porque no hay motivos conocidos para tener miedo. No debiera inquietar porque, hasta donde se conoce, no hay base para alarmarse. Pero alumbra una pregunta que fastidia: ¿Por qué ahora estas declaraciones del Rey?