La muerte de Rita Barberá y la incredulidad de los “inmovilistas mentales”

Rita Barberá en una de sus últimas imágenes.
Mi Columna
Eugenio Pordomingo (28/11/2016)
El pasado día 23 de este mes, antes de comenzar la grabación de la Tertulia Espacios Europeos, comenté fuera de micrófono, con el resto de compañeros de ese programa, lo extraña que parecía la muerte de la senadora Rita Barberá en un momento en el que sus declaraciones, o un simple enfado ante la prensa, podían alterar el estatus y la buena imagen de más de uno. Alguno de los compañeros que comparte micrófono conmigo, calló; otro puso un gesto de extrañeza; y otro, al que yo llamaría “inmovilista mental” –hombre de cabeza amueblada como se suele decir-, emitió una risita sardónica, como pretendiendo desacreditar las dudas que expuse.
El inmovilismo mental, viene de la escasa formación filosófica que tenemos. La filosofía germina en los cerebros que se preguntan, ¿qué?, ¿cómo?, ¿cuándo? ¿por qué?, etc. El síndrome del inmovilismo, la vagancia mental, no se ha estudiado lo suficiente. Se suele dar en individuos de sesgo miedoso, amarrados y amamantados al sistema imperante, sea cual fuere. Con mentes que no indagan lo que acontece a su alrededor, sea el asunto social o físico, no se hubiera descubierto la rueda ni cómo se movían el Sol y la Luna, por ejemplo. Por supuesto, Cristóbal Colón, que no padecía ese síndrome, se fue en busca de otro mundo, y descubrió