Hernán Cortes
Hernán Cortes

Internacional
Pedro Godoy P. (9/4/2016)
500 millones de oriundos de nuestra América padecen de complejo de inferioridad    respecto a Europa y Yanquilandia. Se sienten frustrados porque no alcanzan el desarrollo atribuido al Primer Mundo. Buscan las causas y las atribuyen a  sus raíces.

Ello cristaliza en el complejo de inferioridad. Se expresa en no querer ser lo que somos y en negarnos a nosotros mismos. Los gurúes en economía, política o pedagogía son siempre del otro lado del Atlántico o, en su defecto, de EEUU. Lo nuestro no vale nada salvo que coseche aplauso en aquellas dos esferas que detentan el prestigio, el poder y el dinero. Esto se compensa con un complejo de superioridad respecto a o los vecinos que son conglomerados de la misma familia.

Esta sensación de estar en una situación de inferioridad empuja a menospreciar lo propia y como correlato a  sobrevalorar lo ajeno. Lo  “ajeno”  es  lo extracontinental. Brota una jubilosa o resignada sumisión. Va desde bautizar con nombres exóticos a los retoños  a  dar  mayor relevancia a la Historia de Europa que a la Historia Patria en Universidades y en textos escolares. Todas nuestras falencias se atribuyen a la hispanización. Recuerdo a mi maestro de escuela “otro gallo no cantaría si hubiésemos sido colonizados por Holanda, Alemania, Gran Bretaña, pero ¡tocarnos España!”.

Aquello es la leyenda negra. En contraste de este lóbrego panorama con el enfoque conformista o arrogante de la patriotería.

El disparo es a nuestros ancestros ibéricos. México se jacta de carecer de estatua que recuerde a Cortés, un alcalde erradica de la Plaza de Armas de Lima el monumento de Pizarro y en Chile –no es raro- se lance pintura a la escultura ecuestre de Valdivia.

Chávez suprime como feriado el 12 de octubre y agravia, en las calles de Caracas, un busto de Colón… Eso se acompaña de “indolatría”, es decir, la exaltación de lo aborigen en guerra contra el conquistador. Sin embargo, acrobáticamente, se pasa a la “indofobia”.

El “indio” se juzga melancólico, perezoso y desaseado. Poco –o nada se alude al mestizaje. Hasta el término mestizo se estima poco elegante y hasta ofensivo.

Esta autodenigración cuaja en el complejo de inferioridad.


Etiquetas:
, , , , , , , , ,