José Manuel González Torga y Ceferino Maestú
José Manuel González Torga y Ceferino Maestú

Reportajes
José Manuel González Torga (4/4/2012)
Me reencontré, después de muchos años, con Ceferino Luis Maestú, en la comida patronal de los periodistas, con motivo de la festividad de San Francisco de Sales. Quedé en llamarle por teléfono y concertamos una entrevista para conversar con calma. Nos reunimos en fecha próxima a la huelga general, motivo muy a propósito para abordarle con la primera pregunta.

– ¿Qué opinas sobre esta convocatoria de huelga?
– A mí me parece una barbaridad, porque yo no soy partidario de la huelga, aunque reconozco que legalmente tiene existencia. No soy partidario de la huelga porque creo…

– Te refieres a la huelga general…
–  Ni huelgas generales ni huelgas particulares, porque lo que representa la huelga es que el sistema vigente actualmente es un fracaso. Es el reconocimiento del fracaso, porque  yo creo que lo que hace falta, en primer lugar, es que la empresa tenga reguladas sus relaciones laborales de otra manera. Necesita una reforma en profundidad. Ya en los años 70 se hablaba de la reforma de la empresa y, en cambio,  ahora nadie habla de la reforma de la empresa. La empresa estaba tan necesitada de reforma en aquel momento como ahora. Exactamente igual. Yo creo que la empresa debe ser propiedad de todos los que trabajan en ella; que los accionistas de la empresa deben ser quienes trabajan en ella. Y que al capital se le debe reconocer un derecho de renta; pero nunca un derecho de propiedad. Que si un banco ofrece un préstamo a una empresa, porque lo necesita, es como  si una persona particular aporta un dinero a una empresa y ese préstamo reconoce un derecho de renta,  un derecho de intereses, y un derecho de amortización, pero no un derecho de propiedad de la empresa. Con todo esto se eliminan radicalmente los enfrentamientos entre trabajadores y supuestos empresarios, que para mí no tendrían  motivo ni razón.

– Resultaría instructivo que aportaras algún caso práctico.
– El Padre Arizmendiarrieta, que fue muy amigo mío o más bien yo fui muy amigo de él, que era un hombre sencillo, un verdadero santo de Dios, promovió un movimiento que son las Cooperativas de Mondragón. Sobre ello yo puedo contar mucho porque sé mucho. Incluso he escrito un libro sosteniendo que el cooperativismo es la solución para la crisis socioeconómica que hay planteada con el paro actual. Esta crisis nadie sabe cuándo va a terminar. Lo que sí es cierto es que la mayoría de quienes están cobrando el seguro de desempleo lo va a perder sin haber encontrado un puesto de trabajo, salvo que él mismo se lo cree. Si es un electricista, un carpintero o un albañil y por su cuenta quiere trabajar como autónomo, me parece muy bien; pero si no es así, como ocurre en la mayoría de los casos, o se ponen de acuerdo los despedidos de una empresa para hacer lo mismo que hacían dentro de la empresa o no tienen nada que hacer; se morirán de hambre y de asco y son actualmente unos seis millones, que, con lo que dice Rajoy que aumentará el paro este año en unos 630.000 trabajadores, en el año 2013 serán casi unos siete millones de parados;  como tienen familia, serán catorce o quince millones los afectados directamente por el paro. Y, claro, entonces para resolver el paro, que la gente se las arregle como pueda resolver su problema personalmente.

«Así se financian los sindicatos en España»
En la contraportada del libro de Maestú, «La vida que viví con los demás», hay unos datos de su extensa biografía: <<Nacido en Vigo (1920), periodista, fundador de varias agencias de noticias (entre ellas, «Fiel») y de activa vida profesional, Ceferino L. Maestú Barrio es uno de los más destacados miembros de la que él llama la «generación perdida» (los nacidos entre 1920 y 1935) muchas de cuyas acciones colectivas él mismo lideró, y cuya ocasión de actuación histórica fue frustrada con el acceso por Juan Carlos I de su coetáneo Adolfo Suárez al poder; quien… gestionó la transición política prescindiendo de la participación de esos hombres y mujeres, en plena madurez, veteranos curtidos en el servicio a España. Con ello, algunas cosas se hicieron muy mal cuando podían haberse hecho mucho mejor>>.

– ¿Cuál es tu visión sobre los actuales sindicatos españoles?
– Los actuales sindicatos españoles, que han convocado esta huelga general, no lo hacen para defender a los trabajadores ni tampoco para defender a los parados; lo hacen para defenderse ellos. ¿Por qué razón? Porque ellos dijeron, desde el principio, que Rajoy había roto el sistema que, desde los Pactos de La Moncloa, se había establecido en España, que era el diálogo con las organizaciones sindicales, y que Rajoy se lo ha saltado a la torera. Rajoy dice que parte de los acuerdos a que han llegado los sindicatos CC.OO. y UGT con la patronal CEOE, parte de estos acuerdos él los ha recogido en la reforma laboral; pero lo que sí es cierto, es que, contra la reforma laboral, ellos inicialmente no se han planteado una acción, sino que se la han planteado contra la ruptura del sistema de diálogo entre los sindicatos y la patronal, los sindicatos y el Gobierno; y así mismo ellos se han encontrado con un problema porque, en los Presupuestos preparados para aprobarlos en estos días, hay una reducción sensible de las subvenciones que se ofrecen a los sindicatos.

– Un 20%, que tampoco es mucho
– Es mucho dinero para ellos; pero es que ese recorte se va a producir también en las Comunidades Autónomas, en los Ayuntamientos, en el FORCEM… Yo tengo un libro que se titula «Así se financian los sindicatos en España». Hago toda una exposición con  lo que ha pasado desde que desaparece el sindicato vertical hasta ahora. Todos los intentos de esta gente por resolver los problemas de financiación. Cuando Marcelino Camacho cesa como Secretario  General de CC.OO., el que viene después de él eliminó prácticamente a todo el equipo de gente que había estado con Marcelino. Entonces, al que había sido tesorero  (responsable de Finanzas) de CC.OO., lo echaron a la calle y volvió a su puesto de trabajo, que era el de conductor de una ambulancia en Valencia y, el mismo, Roberto Ruiz Belén, hizo unas declaraciones al periódico «Levante», de la capital valenciana, que era antes de la Prensa del Movimiento y luego pasa a estar  controlado más o menos por el PSOE. Le preguntaban muchas cosas y la que a mí me interesó más fue la que planteaba «¿Cómo se financia Comisiones Obreras?». Y él contestó que el 70% de los presupuestos de CC.OO. no se cubre con las cuotas de los afiliados. ¡El 70%! Es decir que las cuotas de los afiliados no están financiando los sindicatos. Y si los sindicatos no se financian por los trabajadores, los sindicatos tienen otro mundo de intereses.

«El régimen de asalariados debe desaparecer
– ¿Cuál es tu visión del trabajador y de la empresa?.
– Hombre, yo, como cristiano, me preocupo por los problemas de la gente y considero que los trabajadores han estado sometidos siempre. Han sido paganos de todos los problemas no generados por ellos. En el pueblo español la problemática de estas personas, para mí, ha sido muy importante. Cristo fue el primer revolucionario del mundo, y Cristo proclamó la igualdad de todos los seres humanos en derechos y libertades. Igualdad absoluta, sin privilegios de ningún tipo. Y, como consecuencia de ello, Cristo abolió la esclavitud. Es verdad que se produce una reacción y se establece postelibro-ceferino-maestu1riormente el régimen de asalariados. Yo considero que el régimen de asalariados debe desaparecer. Que si un empresario necesita máquinas y necesita un edificio, también necesita un  personal de trabajadores y a esos trabajadores no puede considerarlos igual que las máquinas o el local. Son personas humanas, con los mismos derechos y libertades que él mismo puede tener. Si él aporta un dinero, a ese capital se le puede reconocer, por la propia empresa, un derecho de renta. Y, si hay otras personas que realizan más aportaciones, exactamente igual. Desde la empresa se puede hablar con ese colectivo; pero lo que es cierto es que si necesita trabajadores,  el empresario o el promotor debe  asociarse con esas personas y él puede recabar para sí, en principio, la dirección, la promoción y la máxima responsabilidad; pero, como en una cooperativa, todos los trabajadores van a participar de ese mismo compromiso. Aquí ya no hay enfrentamiento de clases.

–  Alguna voz, considerada de izquierdas, habló hace años, en España, de una hipotética «ley de hierro», que limitara  los márgenes de beneficio de los empresarios, para los que nunca se pide contención, y sí siempre para los salarios
–  Actualmente, en la política española, no hay partidos de izquierdas. No hay ningún partido de izquierdas, porque los partidos de izquierdas, tradicionalmente, se definían  porque patrocinaban las reformas radicales; y aquí, ahora, no hay quien plantee reformas radicales…

– Izquierda Unida, en Andalucía, parece que sí…
– Es posible que el alcalde de Marinaleda, que ha pretendido hacer una promoción asociativa de la agricultura andaluza en aquella comarca; es posible, digo,  que este hombre haya hecho lo que José María Arizmendiarrieta hizo con las cooperativas de Mondragón, pero eso no lo hace Izquierda Unida. En su programa, Izquierda Unida no dice nada de una reforma radical de la empresa, ni de la economía.

«Yo era falangista y cristiano»
Vuelvo al mismo resumen biográfico para buscar otras pinceladas definitorias:
<<Maestú perteneció a las Falanges Juveniles como jefe de la Centuria Íñigo de Loyola, de la que fue capellán el P. Llanos S.J., y subjefe, Jaime Suárez. Fundó la tertulia multitudinaria La Ballena Alegre, en el mismo local donde la tuviera José Antonio. Mientras militó en la Falange, lo hizo siempre en su izquierda, intentando llevar su mensaje social hasta sus últimas consecuencias, como expresión, además, del cristianismo más actualizado. En 1964 fundó la revista «Sindicalismo», que acabó prohibida. En 1965 fue detenido por «asociación ilegal» y procesado por el Tribunal de Orden Público. Fundador de Comisiones Obreras, abandonó esta organización, al quedar controlada por el Partido Comunista, para fundar el sindicato independiente C.T.I., del que fue su Secretario General>>.

– Cuando entras en el sindicalismo ¿lo haces más como falangista o más como cristiano?
–  Yo era falangista y cristiano. José Antonio Primo de Rivera era profundamente cristiano. Hizo los ejercicios espirituales de San Ignacio y se los recomendaba a Foxá; cuando le escuchaba Manuel Mateo [falangista procedente del Partido Comunista] este último dijo: «¿Qué es eso, que me interesa mucho?» A lo que  José Antonio contestó: «Bueno, ya hablaremos». En una persona no puedes separar si es solamente falangista, o solamente cristiano, o solamente español. Yo soy la persona que soy.

«José Antonio no tenía nada que ver con el Movimiento Nacional»
– Vamos a intentar  matizar: ¿Qué tipo de falangista eras tú?
– Pues mira, muy sencillo. Yo, como falangista, estuve siempre en contra del Movimiento Nacional, porque consideré que el Movimiento Nacional no respondía a los planteamientos de José Antonio Primo de Rivera. Lo planteé, en los años sesenta, en una conferencia que di en el distrito centro de Madrid. El Movimiento Nacional había dejado de llamarse Falange Española Tradicionalista, porque no respondía en absoluto al pensamiento de José Antonio. Y el pensamiento de José Antonio no es el del Teatro de la Comedia, que era el pensamiento de un hombre que quería defender la figura y el recuerdo de su padre; por eso los partidarios de su padre acudieron al mitin de la Comedia. Ese no fue el auténtico discurso fundacional de la Falange, sino que fueron otros posteriores. A lo largo de los años de la República se produce una evolución mental de José Antonio. Yo esto lo he estudiado muy a fondo y tengo, incluso, un libro escrito sobre ello, porque a mí me interesa muchísimo, como periodista, enterarme de todo lo que no sé. Y he tratado de resolver una serie de incógnitas.

Pues bien, José Antonio tuvo que quitarse de encima a una serie de personas de la Unión Patriótica de su padre: a los monárquicos del Marqués de la Aliseda, que les echó del local de la calle Marqués de Riscal, donde había estado la Jefatura Nacional de Falange; y tuvo que quitarse de encima a Ansaldo, que era un fascista que lo único que quería era la violencia callejera contra el comunismo. Y, como José Antonio no quería ser fascista, Ansaldo preparó un plan para matarle. Posteriormente, José Antonio  iba a quitarse de encima a Raimundo Fernández-Cuesta y a la mitad de la Junta Política. Mi amigo Carlos Juan Ruiz de Lafuente, que entonces era secretario del SEU de la Escuela de Ingenieros Industriales, y estaba colaborando en el aparato de propaganda de la Jefatura Nacional, me contó que José Antonio, en vísperas de las elecciones de Febrero del 36, cuando mi amigo tenía 16 o 17 años, le encontró por un pasillo y le dijo: «Ven para acá. Como a ti no te conoce nadie, vete al mitin de Gil Robles, en el Teatro Madrid, y después me relatas lo que ha pasado». Efectivamente, lo hizo y, al volver, José Antonio le permitió entrar durante el desarrollo de la Junta Política; allí contestó a todo lo que le preguntaba y, luego, José Antonio le indicó que se sentara, porque aquello también le interesaría; y pudo observar que había dos bandos enfrentados radicalmente. Por una parte, Raimundo Fernández-Cuesta y otros, partidarios de llegar a un acuerdo con Gil Robles; y José Antonio, Ruiz de Alda y Manuel Mateo, totalmente en contra de aquellos. Carlos Juan Ruiz de Lafuente salió de allí afectado, pensando que se iba a producir una nueva escisión en la Falange. Posteriormente, con una rapidez pasmosa, se sucedieron los acontecimientos y no hubo tiempo de nada. Ni de escisión ni de nada. Pero José Antonio, en ese periodo final, estaba ya negociando, con Prieto y con Pestaña, la posibilidad de hacer una alianza anticomunista. Prieto que no era marxista, contra Largo Caballero; Pestaña contra la gente anarquista…

– ¿Con quienes compartiste especial proximidad política en la Falange?
– Mis amigos de una época eran Narciso Perales Herrero, Patricio González de Canales, y Carlos Juan Ruiz de Lafuente. Esos eran mis grandes amigos personales. Eran, en primer lugar, cristianos, y partidarios de un proceso revolucionario, previsto por José Antonio Primo de Rivera. Y eran gente de una integridad absoluta. Patricio González de Canales había formado parte de una Falange auténtica, clandestina, que había propuesto asesinar a Franco y que tuvieron que dejarlo porque no encontraron la fórmula y la oportunidad para poder hacerlo.

La conexión para CC.OO.
– ¿Cómo conectáis con Marcelino Camacho?
– Dentro de ese grupo, desarrollamos, conjuntamente, diversas actividades. Por una parte, unas charlas en «La Ballena Alegre», en los sótanos del Café Lyon, situado en la calle Alcalá, casi esquina a Cibeles. Allí, antes de la Guerra, se habían reunido gentes de diversos grupos políticos. Había un grupo de la izquierda republicana; había también una tertulia de José Antonio Primo de Rivera, etc., etc. Ahí montamos unas charlas sobre el sindicalismo y la ideología falangista. A estas reuniones acudían unas ciento y pico personas, la mayoría de la gente, de pié, por las dimensiones del local. Todas las charlas de la Ballena y el debate sobre ellas lo tengo también recogido en un libro ceferino-maestu1mío. Y, además de eso, hacíamos una revista que se titulaba «Sindicalismo», una revista interesantísima. Muchos de  quienes participaban en estas reuniones asistían también a los cursos de formación de la Organización Sindical, que se celebraban en la Casa de Campo, y allí habían establecido relación con Marcelino Camacho y otros; pero como unos  trabajadores más, no como sindicalistas. Casi todos ellos eran del sector del Metal. Cuando se estaba negociando el convenio provincial del Metal, había una serie de dificultades y, entonces, Marcelino Camacho propuso al grupo que por qué no íbamos a la Delegación Provincial de Sindicatos para apoyar a la sección social en la negociación del convenio. Algunos fueron allí y después se acordó que había que mantener una relación. Coincidiendo con ese planteamiento, Marcelino Camacho y Julián Ariza, los dos de Perkins Hispania, que era la empresa de Joaquín Ruiz-Giménez Marcelino Camacho encontró trabajo en Perkins, porque alguien le recomendó a Ruiz- Giménez – bueno, pues entonces, Marcelino Camacho vino a agradecer a la gente que había publicado informaciones favorables a la realización del convenio en la revista «Sindicalismo», que vendíamos en la calle, los  siete números que salieron, porque después fue prohibida; algo lógico –Ceferino se ríe- porque la gente del Régimen no podía estar de acuerdo con aquello. Yo le propuse incluso, a Marcelino, que se quedase a una reunión, pero él no quiso. Fue lo primero que me extrañó, porque a mí no me preocupa hablar con nadie, sea de derechas o de izquierdas. En mi vida profesional he tenido relaciones con todo el mundo, con gentes de todos los matices y colores, porque para mí lo importante no es que la gente piense como yo sino que sean leales a sus propias convicciones. Porque hay personas que se dicen cristianos y luego son una partida de sinvergüenzas. Yo he tenido por Marcelino Camacho un gran respeto y él por mí, también. ¿Por qué? Porque yo he considerado a Marcelino un hombre que siempre ha sido leal a sus propias convicciones. Que yo no estoy de acuerdo con ellas y que las he discutido con él, muy a fondo.

¿Quiénes fundasteis, en definitiva, CC.OO. en El Pozo del Tío Raimundo?
–  CC.OO., fundamentalmente, las fundamos Marcelino Camacho y yo. Los fundadores reales de CC.OO. fuimos Marcelino Camacho y yo. No sé si yo más que Marcelino o Marcelino más que yo. Y, es más, incluso para el Documento de los Cien, que firmaron cien personas después de estudiarlo a fondo y largamente, el documento básico que se discutió era el documento básico de una organización que, en ese momento, yo ya tenía en la clandestinidad, que era la Unión de Trabajadores  Sindicalistas, en la que había muchos falangistas y muchos que no lo eran. Habíamos preparado un documento fundacional y es el que sirvió para el Documento de los Cien de CC.OO.

Con Ceferino sigue quedando mucha tela por cortar. O sea, mucho diálogo por delante todavía.