Eugenio Pordomingo (8/3/2008)
Una vez más, ETA ha irrumpido en una campaña electoral como sabe hacer. Con el horror, con el tiro en la nuca y con sangre. Una vez más, hemos tenido que ver y oír como los partidarios de ETA no condenan el atentado de ayer; una vez más, hemos tenido que asistir a palabras grandilocuentes anunciando el fin de ETA y que se perseguirá a los asesinos hasta en las alcantarillas…
Pero, la realidad es que ETA está otra vez crecida y chapotea entre el odio a lo español que anida entre unas generaciones que así lo han aprendido en los libros de historia recientes.
En el País Vasco, los ciudadanos no se pueden mover en libertad; muchos de ellos tienen que ir escoltados; allí, en el País Vasco, el castellano o español no se permite en las escuelas; está marginado, cuando no prohibido.
En el País Vasco, gracias a este Gobierno y a los que le apoyan, ETA y sus comparsas (PNV y Ezquer Batua-Izquierda Unida) gobiernan y controlan muchos ayuntamientos, a la vez que se nutren de fondos del erario público. “Togas polvorientas” y estómagos agradecidos contribuyen a ello.
Y esto sucede por la debilidad de una clase política que vive de la gestión, que no solución, de los conflictos. Y sucede, porque una gran parte de la sociedad está adormecida.
Ayer, ETA volvió a regar de sangre las calles de España, en este caso de la localidad de Mondragón, uno de los feudos de ETA, donde Ortega Lara, estuvo encerrado en un zulo, durante casi un año y medio.
Ayer, ETA asesinó por la espalda, como mejor sabe hacer, a Isaías Carrasco, ex concejal del PSE, cuando se dirigía a su trabajo. Su mujer y su hija mayor fueron las primeras en acudir en su ayuda.
Estremecedoras son las palabras de su mujer e hija: «Vas a salir de ésta», le decían, mientras él, consciente de su estado, negaba con la cabeza. Y, en efecto, poco después moría a consecuencia de los cinco tiros disparados a sangre fría por un etarra.
Y, estremecedor, también, me parece lo que aconteció cuando Mariano Rajoy y María San Gil se acercaron a la capilla ardiente para dar el pésame a la familia de Isaías Carrasco. Allí se encontraba el líder de los socialistas vascos, Patxi López, que a gritos impidió que Rajoy y San Gil mostraran sus condolencias a la afligida familia.
No menos estremecedor aún fue la reunión de los portavoces de los Grupos Parlamentarios en el Congreso de los Diputados. Todos firmaron un manifiesto de condena, pero hubo discrepancias serias. El PP intentó que en ese manifiesto figurase «el compromiso de que no se volverá a dialogar con ETA y de que se revocase la resolución que aceptó el Congreso y que permitía lo anterior». Pero, el resto de los grupos lo rechazaron…
Nada más terminar la reunión, y tras las ñoñas declaraciones acerca de la “unidad de todos”, “el estado de Derecho triunfará”, “ETA está acabada” y similares, los líderes políticos abandonaron el lugar en potentes, lujosos y blindados automóviles, bajo la atenta y vigilante mirada de sus escoltas…